Por Andrés Cloud Cortez
Fuente: Ayancocha, 19 de diciembre del 2007
Sin antídoto es el título del primer libro de poesía de John Cuéllar Irribarren, joven escritor surgido de las canteras de Lengua y Literatura de la Universidad Hermilio Valdizán y de la Revista de Literatura Parnaso. Pulcramente editada por la prestigiosa Editorial San Marcos, Sin antídoto (Lima, 98 Págs., Prólogo del poeta argentino Roberto Díaz, etc.) está estructurado en cinco secciones tituladas «Hacedor del universo», «Sociedad humana», «Criatura animada», «Apetito mortal» y «Números finales», con sendos epígrafes respectivos de Rubén Darío, sor Juana Inés de la Cruz, el Marqués de Santillana, Abraham Valdelomar y Charles Baudelaire, los mismos que funcionan a manera de llave para ingresar a la intimidad de cada sección. Dice, por ejemplo, el primero de ellos refiriéndose a Dios: «¿No te duele el estado fatal /en que vivimos?».
Sin antídoto
Tras una rápida lectura del libro, la primera impresión general que queda grabada en las retinas del lector son dos cosas: la unidad temática del conjunto cuya secuencia va de lo genérico y abstracto (Dios, «hacedor del universo») a lo particular, personal y concreto (el yo testimonial del poeta), pasando por las fases intermedias de la «sociedad humana» y la «criatura animada» que, en esencia, es el ser humano. En tal sentido, el primer poema de la sección primera sintomáticamente se titula Minucia y se inicia con los versos siguientes: «Creación de Dios: / polvo raleado, / tierra fallida, / barro putrefacto», etc., idea que más adelante se reitera en el poema La creación en donde se lee: «El hombre. / Fango viviente, / residuo /del polvo, / de la tierra». Nótese en ellos la reiteración de los términos polvo, tierra, barro, fango, etc. Siguiendo esta línea temática, el libro concluye con el breve texto titulado Retazo: «¿Qué puede contener un poema, / si no es un verso? / Un verso: / fusión de signos en argumento / danza rítmica del espíritu / o blasfemia del títere humano».
El otro aspecto reiterativo del libro, presente en todo momento en los cincuenta y tantos textos que integran el volumen, es la visión desencantada y dolida acerca del «fango mortal», «un baladí que juega a ser amo», «un sujeto más boca que cuerpo», «títere humano», etc. que es el hombre. De allí al parecer el título Sin antídoto, es decir sin remedio ni opción de mejoría, cura o salvación de la mísera condición humana. Esta faceta desencantada y crítica es abundosa en reiteradas alusiones al caos, soledades, naufragios y silencios, así como a sombras, noches, jaque mates, olvidos, puertas cerradas y muertes. «Es así, así es: / la noche, la soledad y la muerte. / Y digo ahora que siento ahogarme: / ¡ay, cómo duele querer vivir!». (Desencuentro). O esta otra cita tomada de Cercanía: «El porvenir es precario, / mi timidez es un proceso: / medio libro de mi vida / en el silencio».
Sin embargo, pareciera que en medio de este desolador panorama de fracasos, deterioros e incomunicación (verbigracia los poemas Silencio, Agonía, Desencuentro, Ausencia, Soledad, Cuando ya no importa nada, Inexistencia, Inconexión, etc.), la única opción redentora pareciera vislumbrarse a través del amor compartido, «la esencia del arte» y la creación humana.
Ahora bien, desde una perspectiva puramente formal, el discurso poético de Sin antídoto se configura a través de versos breves, epigramáticos y sentenciosos, unas veces transparentes y diáfanos pero otras veces algo aovillados y herméticos, eso sí exentos de regodeos, recargamientos y verbalismos frondosos que cuando se abusan de ellos merman la capacidad de sugerencia y seducción de la palabra.
Finalmente, tratándose de un poemario orgánico, heterogéneo y de múltiples aristas y tonos como el caso del volumen que reseñamos, el lector tiene la potestad de seleccionar para sí aquellos textos que son de su preferencia y satisfacen sus expectativas personales. En tal sentido, nos parecen más logrados los textos planteados en primera persona y en tono abiertamente testimonial y hasta confesional (sobre todo de la sección «Apetito mortal») tales como Girando, Silencio, Paridad, Inconexión, Carta incierta, Carta destinada, Sueño, Ergo, etc.
Un fragmento mínimo de este último: Desde que me enseñaron el juego frecuento tierras baldías, arriesgo el todo por el todo, insensiblemente, con la mirada fija.
Mi nombre es Jorge Breen, tengo el rubor de la inocencia porque así nací; tengo la esencia oscura porque así me hice con el paso del tiempo, con el paso de mis pasos.
Digo lo que no debo
lo que debo no lo digo;
canto en mi desencanto,
en mi alegría me nublo;
muero cuando siento vivir,
vivo cuando me aqueja la muerte;
de todas maneras: existo.
Otro sí digo
John Cuéllar Irribarren (Huánuco, 1979) es autor del excelente relato titulado Jorge Breen en la mira. También es autor del volumen colectivo de cuentos Narrativa Joven en Huánuco (2005) y del Lexicón Básico-Práctico (2007). A la fecha, tiene en preparación el libro El cuarto enigmático y otras narraciones, de próxima edición.