Por Carlos M. Sotomayor
Fuente: http://carlosmsotomayor.blogspot.com/2010/06/entrevista-julio-cesar-vega.html
Cuando apareció el conjunto de relatos Cuatrogatos, uno podía advertir que se trataba de un autor dueño de un universo narrativa bastante particular. Tras ocho años de silencio editorial, Julio César Vega regresa con Adiós, Guernica (Casatomada, 2010) una estupenda novela de evidentes resonancias simbólicas.
Luego de ocho años de la aparición de Cuatrogatos se publica Adiós, Guernica. Sin embargo, esta novela la vienes trabajando desde hace mucho.
Es una novela cuya estructura ya estaba desde la época de Cuatrogatos. La historia de estos dos personajes, de estas dos pobres almas, ya la tenía en los años juveniles, por así decirlo. En estos ocho años se ha ido construyendo de a pocos. A partir de ese año 2002 comencé a darle la estructura final, a alimentarla y a investigar más cosas respecto a la misma historia que está en un contexto de guerra. Y está alimentada con poetas que vivieron en contextos de guerra, como Walt Whitman, Apollinaire, Ungaretti, Alberti. Fueron los que le dieron los trazos finales.
Si bien no puede decirse que la novela transcurra en Guernica, sí hay una referencia simbólica a esa ciudad. E, incluso, al famoso cuadro de Picasso.
En la novela, además de narrar esta historia de amor, de guerra, de liberación, de sentimientos encontrados, de personajes sumidos en los acontecimientos que van más allá de sus propias voluntades, los personajes me pedían un nivel simbólico de todos estos acontecimientos. Entonces, ya era de por sí una historia que quería ser en el fondo una apuesta política. Entonces, el simbolismo de Guernica, de la ciudad bombardeada fue adquiriendo mayor fuerza en toda la novela. Sin embargo, es como tú dices, una referencia simbólica, no es el telón de fondo de la novela. Es el simbolismo del cual me presto. Y la otra parte es el simbolismo que adquiere a través de observar y tratar de alimentarme del tono emotivo del cuadro de Picasso: esa confrontación del dolor, esas identidades perdidas, flotando dentro del cuadro de Picasso fue lo que también me alimentó para construir la novela.
La novela transcurre en dos niveles narrativos: uno real y el otro, digamos, onírico. Una especie de refugio para el joven protagonista.
Sí, cuando nació la estructura, la novela me pedía que esos dos personajes trataran de ubicarse en estos dos planos. En un plano real y un segundo plano que podría ser un plano onírico. Los personajes como los seres humanos en general necesitan un nivel de escapatoria, un refugio interior o un refugio exterior. Pero está también la otra posibilidad: de que el sitio en donde escapas, es decir, tu sueño, puede ser la pesadilla de otro.
Como sucede con el personaje de la chica llamada Tristeza…
Claro, porque es allí donde se vincula el personaje principal con el otro personaje que está al otro lado del espejo. Y que es Tristeza. Y hay una especie de vinculación, de canales, de puentes entre los dos mundos, que van a configurar toda la estructura narrativa.
El padre resulta siendo un personaje importante. Sobre todo por las cartas que le dirige al hijo.
El personaje del padre es clave. Porque él viene a ser algo así como una voz de reflexión frente a los grandes conflictos que pueden surgir en la mente de los personajes. Porque además, como tú sabes, está narrado en primera persona. Entonces, cómo poderle dar una voz de reflexión mayor. Y es a través de este mundo paralelo en el cual el personaje del padre asume la voz no sólo de un poeta, como lo es él, en las cartas, sino que esa voz es la voz por la cual se pueden comunicar Walt Whitman, Rafael Alberti o todos los demás poetas que de alguna manera vivieron dentro de un conflicto, que estuvieron en medio del horror. Y la voz que estos poetas asumen a través de la voz del padre es una voz de reflexión muy profundo de lo que significa el conflicto de los hombres.
Una de las características de este libro (que también se podía ver en el anterior) es el tono lírico. Pienso, por ejemplo, en la escena de la traición, en la que el protagonista empujado por el miedo se vuelve un delator.
El tono de la novela es lo que más me costó, porque allí hay mucho trabajo que pulir. Fueron casi ocho años de pulirla, de cambiar una palabra, de intentar darle ese tono, ese ritmo. Encontrar la voz del personaje. Y esa tenía que ser una voz lírica. En la escena que mencionas el personaje es ganado por el propio acontecimiento. Y le gana el miedo. Entonces, cómo narrar esa traición a tus propios congéneres. Y era comunicarlo a través de un yo interior que pudiera traslucir esa especie de dolor. Y ese dolor no es nada grato, es un dolor a través del miedo que se apodera de él.