Por Enrique Sánchez Hernani
Fuente: Domingo 16 de Enero del 2011
http://elcomercio.pe/impresa/notas/amante-perdido/20110116/699175
Con más de veinte años fuera del país, la escritora Patricia de Souza vino a Lima para presentar “Tristán”, su nueva novela. Uno de sus temas es la nostalgia del Perú.
Tu protagonista vive pendiente de su madre, pero le fascina el poder de los hombres y se muestra desvalida por la ausencia del amante. ¿Es la mujer contemporánea posfeminismo?
Tiene a la madre como comienzo y como final. Para poder ser adultos, de alguna manera tenemos que separarnos de esa imagen y nacer, pero ese es un trabajo lento. Ahora, yo no creo que esté fascinada con el poder masculino, que además es muy concreto; es, más bien, una fascinación por las palabras, por el comprender. Y otro detalle: mi personaje no sueña con ser madre, sino con ser una persona. Para el posfeminismo ese es un tema importante: hasta qué punto la maternidad sigue siendo fundamental para las mujeres y hasta qué punto deciden sobre sus cuerpos.
¿Te identificas con las ideas de tu protagonista?
Un personaje siempre está cerca de sus autores, salvo excepciones, pero este, en concreto, es una voz muy próxima a mí y muy querida. Dice lo que tiene que decir; no se calla por miedo y eso me agrada.
La protagonista vive recordando al Perú. ¿Es el signo inevitable de los escritores que, como tú, optaron por vivir fuera?
Yo hablo mucho del desarraigo, que es un síntoma contemporáneo.
Si aparece el Perú es un poco por mitificarlo desde la distancia, lo que lo hace un espacio de ficción ideal. Ahora, yo creo que sí es un país que inspira mucho desarraigo, y yo empecé a sentirlo muy pronto, cuando era muy pequeña, en el colegio, y en las relaciones rígidas con los demás, en especial con los hombres.
¿Qué significa para ti ese desarraigo?
Es sentirse sin territorio y yo sentí que no poseía nada sino las palabras para transformar aquello que me oprimía. Estamos hablando de una sociedad muy restrictiva, donde las relaciones sociales no fluyen con naturalidad, donde casi todo está codificado.
Aprovecho para preguntarte, ¿vivir fuera sigue siendo en ti una opción o es un destino inevitable?
El desarraigo, para mí, puede ser también la libertad, es decir, desde ese lugar sin nombre, desde ese “gitanismo”, puedes inventar muchas más cosas. Siempre digo que la condición ideal es la del itinerante, de la gitana, del vagabundo.
Otro tema que aparece en la novela es el deseo femenino por el cuerpo del amante. Ese es un tema nuevo…
La representación del cuerpo del hombre es más libre ahora, es decir, las mujeres se sienten con más derecho a describirlo. Pero hacerlo desde la orilla siempre nos lleva a la mitificación; a más libertad, más autenticidad. Además, en toda la iconografía religiosa, por ejemplo, tenemos el cuerpo de un hombre semidesnudo, doliente, casi infantilizado, al lado de su madre.
En una parte la protagonista dice: “Milito por mi libertad”. ¿Qué significa eso? ¿Qué ya no hay ideas colectivas que las mujeres puedan enarbolar?
Sí, hay algunas declaraciones en ese sentido. Lo que la protagonista dice es que para ser libre (como mujer, como persona) debe empezar por ella misma, para luego asumir un compromiso colectivo. De todas formas decirlo en público es ya asumir un compromiso colectivo.
Me da la impresión que esta es tu novela más autobiográfica. ¿Estás de acuerdo con esto?
Siempre insisto en el tema que toda escritura es una ficción. Si no, no sería interesante y sería muy aburrida. Ninguna vida es realmente interesante, salvo cuando la convertimos en un aparato de ficción. Hay elementos autobiográficos, pero desde el momento que pasan por la elaboración y la idea de convertirse en un libro, dejan de serlo. En realidad, siempre construyes un mundo paralelo para poder vivir en él o a través de él.