Por Gonzalo Galarza Cerf
Fuente: El Comercio, Lima 06/12/08
http://www.elcomercio.com.pe/edicionimpresa/Html/2008-12-06/poesia-y-musica-como-union-vital.html
Edgardo Rivera Martínez ha tejido una historia luminosa, la de dos personajes de mundos distintos, una peruana y otra francesa, que se descubren en los ambientes de un internado de monjas en el valle del Mantaro. Gracias a un sobrino de Felicia, protagonista de "Diario de Santa María", exploramos décadas después sus apuntes, su mirada del mundo externo (lo andino y lo europeo) e interno (notas poéticas, de búsqueda, de amistad y de reafirmaciones ante la vida).
¿En la novela, a través de los personajes de Felicia y Solange, se da el encuentro de dos mundos en una edad de formación importante?
Sí, es el tránsito de la adolescencia a la juventud de dos personajes femeninos en 1935. Es un encuentro armonioso porque se trata de mantener la fidelidad a las raíces (en mi caso, andinas) y a la cultura europea. Está presente Safo, por ejemplo, y hay un predominio de los personajes femeninos.
Es esta Jauja cosmopolita donde aún habitaban los sacerdotes franceses...
Es la época que subsistió hasta los años cuarenta: Jauja como lugar para la curación de la tuberculosis pulmonar. En Lima se decía que si uno descuidaba su alimentación, tenía que ir a Jauja.
¿Hay también con la francesa Solange una rebelión propia de su edad y de su mundo?
Es una manera también de presentar ese lado afirmativo de esa edad, además el reclamo del derecho frente a una jerarquía muy establecida. He tratado de captar esos aspectos de la adolescencia como época de búsqueda y de apertura hacia el mundo.
Es una constante búsqueda, sobre todo la de Felicia, quien escribe en su diario sentirse distinta y eso es porque ha sido una gran lectora en la biblioteca de su abuelo. ¿Es una forma de dejar sentado el poder de la palabra?
Claro, por eso también sitúo los hechos en un año en que no había televisión, la radio era cosa de lujo, el cine supongo que no había allá y la lectura era un refugio. La instrucción era una manera de lograr situarse en un estatus mejor, de captar mejor la vida y las diferencias del ser humano, y de enriquecer el alma y el espíritu; en ese sentido, hay una coincidencia con Claudio de "País de Jauja", que está en la misma edad y descubre el amor, incluso el sexo. Aquí hay erotismo, pero desde un signo diferente, ambivalente; una preocupación por el orden social. No en vano se invoca a la figura de Flora Tristán. La protagonista conoció Cerro de Pasco y las injusticias.
Es un constante descubrir: Solange le enseña a Felicia la música clásica; y ella, los yaravíes a Solange.
La música tiene especial importancia: están Edith Piaf y la ópera "Armide" que yo tuve la oportunidad de ver en París.
Esos personajes obviamente tienen de usted: a Felicia le gusta más Vallejo que Eguren.
Vallejo es muy importante allí. Es un autor al que vuelvo con mucha frecuencia y me permite revivir ese mundo que descubrí en mis años jóvenes, ese Perú profundo que él ha recogido tan bien. En menor grado, Eguren está presente. Es una novela que me ha dado satisfacciones.
¿La ve como una novela de amistad, de búsqueda, de diálogo estrecho hasta el final?
En esta amistad, que del lado de Solange es un poco más fuerte, ella tiene un papel más marcado: su personalidad, su mayor cultura y su mundo. Y en ambas hay un culto a la belleza corporal, que a esa edad adquiere en las chicas una especial importancia. En el caso de Felicia es descubrirse a sí misma y abrirse; y en Solange, cultivarse y afirmarse. Y se reafirman en sus respectivos caminos: la poesía, la pintura y, al mismo tiempo, la lucha por los derechos sociales. Por eso me fue conveniente plantear este presentador ficticio de la novela que encontró papeles y correspondencia ficticia de la tía y decidió publicarlos. Fue un desafío trabajar con personajes femeninos de esa edad, pero me siento contento con el resultado.