Por Renato Cisneros
Fuente: El Comercio, Lima 29/12/09
http://elcomercio.pe/impresa/notas/clase-alta-no-ilustrada/20091229/387067
Solo la "China" Tudela se había atrevido a echarle un ojo desde adentro al mundo de los ricos: su funcionamiento, sus limitaciones, su gracia, su medianía. Ahora Liuba Kogan, socióloga, doctora en Antropología y comunicadora, proyecta una mirada complementaria desde afuera, con la publicación de un libro capital para quien se interese en comprender cómo actúa y razona el famoso y tantas veces vilipendiado sector A de la ciudad.
¿Por qué decidiste enfocar tu estudio en la clase alta limeña?
Quería hacer un estudio sobre hombres y mujeres, y revisando bibliografía vi que había un montón de estudios sobre clases populares y un poco sobre clase media, pero nada sobre sectores altos. Encontré entonces una oportunidad de cruzar el tema de género con el concepto de clase alta, que era un mundo desconocido, intocado.
Y un poco ridiculizado.
Claro. Eran esos “otros” que normalmente tenían que ser malos, los villanos que, además, no tenían sentimientos. Por ejemplo, la telenovela “Los ricos también lloran” marca un descubrimiento de la humanidad de la clase alta. Yo recuerdo que una vez en la universidad, en Sociales, llegó un médico psiquiatra para hablarnos de salud mental, pero él solo se refería a las clases populares. Yo levanté la mano para decir que en la clase alta también había problemas de salud mental, pero el salón me calló.
¿Crees que existe un antagonismo un poco forzado?
Creo que no se trata ni de mirar apasionadamente ni de denostar a ninguna clase. Los grupos sociales en general son complejos: en cada uno hay buenos, malos y egoístas. Es una tontería hablar de ricos malos y pobres buenos.
¿Qué caracterizó a la clase alta de los noventa, que fue un período de mutación?
La de los noventa fue una clase alta de transición entre lo que venía de antes (remanentes de la oligarquía, grandes apellidos europeos, etcétera) y lo que empezó con Fujimori: un entorno neoliberal que dio paso a nuevas fortunas y a otros grupos sociales que se van haciendo visibles. Ahí aparecen los tecnócratas. Diría que se consolida una clase alta cuya fortuna es de origen transnacional y neoliberal.
¿Al cambiar la clase alta cambió algo en la sociedad?
Bueno, cambió visualmente el espacio urbano, no solo porque aparecieron enclaves como las playas de Asia sino porque también nacieron espacios donde la gente podía juntarse, como bares y restaurantes. Después de la época del terrorismo, donde la gente se resguardó en sus casas, los noventa marcan una salida.
Mencionaste las playas de Asia. ¿Crees que su existencia prueba que la clase alta necesita buscar sus propios márgenes?
Los sectores altos, en cualquier parte del mundo, siempre tienden a buscar la distinción. Ser distintos es fundamental. Y eso tiene que ver con prácticas de consumo, con generar la idea de la exclusividad, de lo VIP, de no estar con la masa de gente.
¿Y no hay espacios de convivencia?
Ahora en Lima hay espacios que son interesantes, como el Circuito Mágico del Agua. Ahí encuentras diferentes clases sociales. Y es muy raro encontrar esos espacios en Lima.
¿Por qué a la clase alta se le hace tan difícil convivir sinceramente con el resto de grupos?
Creo que hay una dificultad para mirar al otro. Hay algo de temor. No son grupos que normalmente miran la calle. De alguna manera tener mucho dinero los vuelve vulnerables, porque les impide “tener calle”, interacción, cierta maña. Esto uno lo ve en los jóvenes de clase alta. Hay en ellos una sensación de peligro. No es que no quieran tener contacto con el otro: es que se sienten vulnerables.
Por otro lado, es una clase que está lejos de ser intelectual.
Sí. No ha habido una clase alta, una élite, que genere una representación de nacionalidad desde arriba. A diferencia de otros países, la nuestra no es una clase alta especialmente ilustrada. Hay excepciones, pero su capacidad de entender el país, en su diversidad, es complicada.
En el libro hablas de lo que ocurre en los colegios. ¿Cómo ves la relación de la escuela con los sectores altos?
Antes los colegios (religiosos, solo de mujeres) tendían a dar una visión muy particular del Perú. En su discurso, el marido era el que generaba dinero, mientras la mujer hacía trabajo social por los pobres. Hoy creo que los colegios se están integrando, tienen discursos más modernos. Ya no proponen una visión de la mujer como ama de casa sacrificada.
Sin embargo, todavía persiste en cierto sector una mirada de la vida muy tradicional
Para mi gusto el discurso de la clase alta se ha modernizado. Por ejemplo, tienes el tema de la virginidad: actualmente para la clase alta la virginidad ya no es un valor como antes. El inicio sexual evidentemente preocupa, pero la virginidad ya no.
¿Dirías que hay un avance hacia ideas más progresistas?
Diría que en el plano de las ideas sí hay cambios pero no son radicales. Se sigue manteniendo un conservadurismo fuerte. Aún existe, por ejemplo, la idea de que la hija debe casarse con un “buen partido”. Igual ocurre con la variedad racial, que no se acepta del todo.
¿La clase alta es machista?
El machismo ya no es tan patriarcal pero está sublimado. El solo hecho de darle más permiso al hijo hombre que a la mujer sugiere una forma de control menos frontal pero machista.
¿Y cómo se maneja el control en las playas de Asia, donde todo aparece muy descontrolado?
Es que las juergas en las playas de Asia uno las ve como el bacanal total, pero existe autocontrol. Lo que yo veo ahí son rituales de iniciación de la vida adulta: de una niñez muy cuidada con las nanas a un espacio de adolescencia y juventud temprana, pero cuidado de alguna manera
¿De qué manera?
Porque están cerca. Hay buses que recogen a los chicos y los regresan de madrugada. No es que se vayan a una discoteca de Los Olivos. Hay mecanismos (celulares, amigos, guachimanes) para que todo esté manejado.
Hay buen control pero mala comunicación…
Hay más medios, pero los padres tienen menos tiempo, no están tan presentes. Por otro lado, los padres son tan exitosos en la clase alta que a los hijos les resulta difícil llegar a ellos. Piensa en el hijo de un magnate: no es tan fácil llegar a ese papá.
¿Y esa dificultad es una cosa privativa de las clases altas?
En general, por algunos estudios que he hecho, la comunicación entre padres e hijos es dificilísima en todas las clases. Eso me sorprende tremendamente. Se habla muy poco de la experiencia sensual, emocional, afectiva.
En el libro hablas de la cultura “fitness”. ¿Cómo es la relación de la clase alta con el cuerpo?
Las clases alta y media alta tienen una idea del cuerpo asociada a lo controlado, lo acotado, lo que no se mezcla, lo que no se contamina. La idea de la exclusividad está ahí. La clase alta no busca el cuerpo voluptuoso de la vedette ni el del fisicoculturista, porque esos son cuerpos desbordados, agresivos, que se salen de sí mismos.
Sin embargo, hay tipos de contaminación: el consumo de drogas sintéticas en los “raves”.
Sí, pero eso ocurre entre pares. Igual que en los gimnasios, donde la gente suda pero se ve como semejante, a pesar de que la limpieza personal es importante para la clase alta. Por eso en ciertos gimnasios el aire acondicionado siempre está fuerte: para disimular la contaminación física.
¿La limpieza los obsesiona?
Cuando les preguntas a los niños que limpian carros cómo ven a los niños que están dentro de los autos, ellos te dicen “con el pelo limpio”. La limpieza está ligada a la belleza y en ese sentido la clase alta hace permanentes lecturas: “ese está cochino”, “ese apesta”.
¿Los llamados nuevos ricos son parte de la clase alta?
La clase alta es un mosaico en el que hay cierto espacio para los nuevos ricos, que hacen “consumo conspicuo”; es decir, consumen para mostrar lo que tienen. Una clase alta ilustrada disfruta la calidad pero no de modo churrigueresco. En muchos de los nuevos ricos hay, en cambio, una estética “narco”: cadenas, alfombras persas de colores, parlantes enormes. Es una estética huachafa que genera sus propios ricos.
Pero ellos no aparecen necesariamente en las páginas sociales, que es donde se narra la performance de la clase alta.
Las fiestas son espacios para reconocerse entre iguales. Ahí la gente va para ver quién es quién y quién está con quién, pero también para entablar vínculos. Parte de lo conservador de la clase alta limeña tiene que ver con privilegiar el gueto, el enclave cultural. Van a las fiestas para ver que “somos los que somos”. Si llega alguien nuevo al círculo, inmediatamente se hacen preguntas respecto de su procedencia.
Esa preocupación no la notas en otros grupos.
No. En otras clases la novedad es agradable. Lo conservador de la clase alta radica en su idea de grupo social cerrado. No se admite al otro, al diferente, al medio pobre, al feo, al que no tiene apellido.
¿Hay más racismo ahora?
Hay un tema racial conservador, pero también están cambiando los criterios de admisión al grupo. Piensa en Gastón Acurio, que es una persona racialmente mestiza pero que es aceptada. Diría que se ha ampliado el margen de lo aceptable dentro del grupo de la clase alta. No es solo cuestión de piel ni de rasgos, sino de dinero y de otros ingredientes.
Parecería que no hay tanta aspiración por ser de la clase alta como antes.
Es cierto. A diferencia de lo que pasaba en la época de los noventa, ahora la clase alta se ha vuelto más visible también en el sensacionalismo. La clase alta ya no está tan idealizada. Fíjate en la serie de televisión “Al fondo hay sitio”: ahí los ricos también experimentan la soledad, la infidelidad, el escándalo, la pena.
¿Cuál sería el nuevo ideal de los sectores populares entonces?
Creo que está naciendo algún tipo de orgullo de la gente por ser lo que es.
¿Cuándo se hacen negativas las brechas entre clases sociales?
El problema no es que haya clases asociadas a cierta cultura. El problema de clases aparece cuando se vive sin dignidad y sin respeto por el otro. Y lamentablemente no tenemos una clase ilustrada que esté buscando que la gente se respete.
¿Qué solución más o menos posible le encuentras a eso?
Tengo la esperanza de que los discursos de responsabilidad social empresarial de alguna manera empiecen a generar cierta conciencia ante la pobreza. Esos discursos felizmente ya no son filantropía ni religión. Ahí hay una puerta que se abre para otro tipo de vínculos: ahí la gente escucha al otro, identifica las necesidades de la comunidad y se da un trato digno.