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Fuente: Correo, Lima 28/06/09
http://www.correoperu.com.pe/correo/nota.php?txtEdi_id=4&txtSecci_parent=0&txtSecci_id=82&txtNota_id=83223
LIMA | La paz de los vencidos (Alfaguara, 2009) no sólo le significó a Jorge Eduardo Benavides obtener el Premio de Novela del BCR "Julio Ramón Ribeyro". También le ha servido para demostrar que su registro narrativo no se circunscribe sólo a las novelas políticas.
Correo: La paz de los vencidos está alejada de tu trilogía política?
Jorge Eduardo Benavides: Esta novela está escrita desde hace 10 o 12 años. Es una novela que escribí en el intermedio, digamos, de las novelas que estaban comprendiendo la trilogía política. La escribí entre la segunda y la tercera novela, estando aún en Tenerife. Y la hice porque estaba muy metido en ese mundo literario, muy político peruano de mis novelas anteriores, en donde trabajaba una parte técnica muy compleja. Y esta historia la escribí intencionalmente con un lenguaje distinto, con una estructura distinta. Y donde lo que más importa es la voz de un personaje y no la voz coral de las otras novelas.
C: A pesar de que muchos puedan encasillarte por tus novelas políticas, has explorado otras formas de narrar. Hace algunos años publicaste un libro de cuentos fantásticos, por ejemplo.
JEB: Claro, por eso es muy interesante que la gente sepa que esta novela tiene tanto porque yo no escribo sólo de una manera. Escribir siempre es contar las cosas de otra forma.
C: En esta novela los personajes son, como reza el título, vencidos?
JEB: Bueno, es una posición bastante común. Hay personas que no luchan y se dejan llevar por esa especie de paz que significa no luchar. Y a mis personajes les ocurre algo similar, pero se da la condición de que uno de ellos, el que narra las cosas, es un inmigrante. Entonces, en la actitud de los inmigrantes se agudiza mucho si luchas o dejas de hacerlo. Y esta historia está posesionada desde quien observa, desde quien retrata a una serie de personajes como Enzo, el pianista, como el escritor que nunca consigue publicar para hacer ver ese mundo donde cada vez hay una posición de derrota. No es sólo una novela de la inmigración sino del fantasma de la derrota.
C: Hay una impronta ribeyreana?
JEB: Sí, Las Prosas apátridas de Ribeyro es un libro que a mí, como a muchos, creo, más que gustarnos, nos toca algo. Describe muy bien una cierta sensación escéptica, más que derrotista de los peruanos en general y de los limeños en particular, creo yo. Y bueno, yo soy arequipeño pero criado en Lima, entonces entiendo el tempo emocional de Ribeyro. Y, como es uno de los escritores que ha marcado tanto mi formación, creo que en esta novela en forma de diario uno puede encontrar cierta impregnación de ese espíritu ribeyreano para tocar el tema esencial de cómo te enfrentas a la vida.
C: Es también una novela sobre el amor. Y en ese terreno el protagonista también resulta derrotado...
JEB: Sí, la novela empieza con una mudanza, con el hecho de que alguien ya se está trasladando de una derrota. Con el hecho de que alguien viene, como venimos todos, con una carga, con un dolor, pues no somos nuevos. Y la novela empieza con el personaje que parte con cierto escepticismo con respecto al amor, y que luego, cuando descree por completo en el amor, aparece nuevamente en su vida. Como suelen ocurrir estas cosas: nadie está a salvo de esa especie de terremoto que puede significar enamorarse por completo.
C: Escribir una historia de amor es complicado?
JEB: Contar una historia de amor es difícil. El amor tiene un componente cursi. Y, por lo tanto, llevarlo a la literatura corre el riesgo de que sea excesivamente empalagoso. Y esta novela significaba para mí una manera de ensayar formas de contar. De ponerme retos, de decirme: puedo abordar la parte más emocional de un personaje. Por eso el lenguaje es muy distinto. Todos estaban esperando una novela mía más bien técnica y se encuentran con esta que es mucho más sencilla en su forma, pero con la misma carga de complejidad: de sentimientos, de emociones, de situaciones difíciles de llevar.
C: El protagonista escribe en su diario: nombrar las cosas las exorciza.
JEB: Sí, y el hecho de escribir en la libreta me ofrece dos posibilidades. Primero es el recurso técnico que yo elegí, el del diario. Es decir, justificarlo. Y segundo, a él le sirve para registrar sus pulsiones anímicas para tratar de averiguar. Porque cuando uno nombra los temores, por ejemplo, puede terminar por vencerlos.