Carlos Eduardo Zavaleta
Hacia la luz de una generación Hacia la luz de una generación

Por
Fuente: Casa Nuestra N.2
Lima, julio 2005

Carlos Eduardo Zavaleta nació en Caraz (Ancash), en 1928. Es doctor en Literatura por San Marcos, y un destacado representante de la narrativa del 50. Próximamente publicará su esperado libro sobre los Narradores peruanos del 50, estudio y antología. (*)
 

Hablemos de sus inicios. ¿En qué año empieza usted a publicar?
Empecé con dos textos: mi cuento "La figurilla" en 1948, y mi novela corta El cínico, también en 1948, con la cual gané un premio en los juegos Florales Universitarios de ese año. En el primero, de modo deliberado, ensayé el monólogo interior joyceano, y en la novela corta, mezclé y parodié técnicas vanguardistas. Como en un muestrario de lecturas, no faltaron influencias clásicas ni modernas. Si Homero estaba al comienzo, Sartre estaba al final. Por extraño que parezca, en 1955, revisé el texto y lo reedité con agrado. Léanla, merece la pena. Es producto directo de lo que un joven peruano leía apenas terminada la segunda guerra mundial.

¿Cuáles títulos de su producción le han dado mayores satisfacciones?
Es fácil ver una primera parte formada por los volúmenes de cuentos La batalla (1954) y El Cristo Villenas (1955), y asimismo por las dos novelas cortas El cínico (1948) y Los Ingar (1955). Eso sí, cada parte tiene sus temas y estilos y aun sus técnicas especiales. En ambas me siento un experimentador, pues ésa fue mi condición inicial, lograr novedades, hallazgos, inclusive modificar las unidades de tema y de acción. Hace poco celebramos en Huaraz los cincuenta y un años de "La batalla" y los cincuenta de "El Cristo Villenas", y ahí varios críticos señalaron esas virtudes. Guardo textos de Ciro Alegría y de Ribeyro, por ejemplo, ambos al comienzo sorprendidos y luego satisfechos con esos dos cuentos citados. En las últimas décadas, creo que hay dos o tres libros selectos por década."Vestido de luto"(1961), para los años sesentas. "Un día en muchas partes del mundo"(1979), para los setentas. "El padre del tigre", para los ochentas. Respecto a las novelas, me quedo con Los Ingar, Los aprendices, Un joven, una sombra, y finalmente Pálido, pero sereno, que es mi engreída.

¿Qué recuerdos tiene de la revista "Letras Peruanas"?
Muchísimos. Y todos en torno a un bello esfuerzo juvenil, cuyo resultado ahora puede verse en la espléndida reedición (2004) de los dieciséis números por la Universidad de San Martín de Porres. "Letras Peruanas" fue y será una revista tan buena como "Colónida", "Las moradas" o "Mar del Sur". Ahí trabajó casi toda la generación de los 50s, desde escritores hasta filósofos, dibujantes y pintores, y sobre todo poetas y cuentistas.

Antes de su generación ¿Cómo se venía desarrollando la narrativa?
Antes de los años 50, piense usted en las carencias de los primeros indigenistas y en los costumbristas, y tendrá usted la respuesta. Nosotros destacamos la intimidad del personaje, incluso del indio, buceamos en la psicología, y perseguimos un ritmo dramático, un contrapunto de temas, personajes, a fin de dinamizar las obras. Nada de símbolos rígidos. Todos se transfiguraban por la acción dramática. De los 30s quedan Martín Adán y José Diez Canseco; luego, Alegría y Arguedas, y al fondo un maestro muerto y distante, Valdelomar. Justamente por esta ausencia de grandes maestros, tuvimos que tomar ejemplos de muchas literaturas en el mundo.

¿Cuáles son los libros más exitosos de la generación de los 50s?
Bueno, en cuentos ahí tiene usted, Nahuin, de Eleodoro Vargas Vicuña (1953), La batalla (C.E Zavaleta) 1954, Gallinazos sin plumas, de Ribeyro (1955), Lima hora cero, por Enrique Congrains Martín (1955), El cristo Villenas (C.E Zavaleta) 1955. En novelas: El cínico (1948), Los Ingar 1955 (C.E Zavaleta), No una sino muchas muertes, por Enrique Congrains Martín (1958), La tierra prometida, por Luis Felipe Angell (Sofocleto) 1958, Crónica de San Gabriel, por J.R Ribeyro (1960), En octubre no hay milagros, por Oswaldo Reynoso (1965).

¿Se cree usted un escritor reconocido?
El reconocimiento puede venir o no, pero nunca es una condición para respaldar de un modo imprescindible un buen libro. Por lo demás, la crítica se ha equivocado tantas veces (con Valdelomar, con Martín Adán, con Arguedas, que no hay que prestarle mucha atención). También se puede llegar por suerte, en ausencia de buenos libros; así, la "sociedad" levanta las medianías a la altura que unos títulos no se merecen.

¿Cómo ve el desarrollo de la narrativa actual en el Perú?
Muy difícil, pero al mismo tiempo la veo bien, porque hay un pequeño grupo de jóvenes que, a pesar de todas las dificultades, va a continuar persiguiendo la verdad, quiero decir la verdad artística, y no la verdad inventada.

Por último ¿Cuál es el legado de su generación?
El legado es de estudiar a fondo los clásicos para saber como escribir desde antes de descubrir los temas. La literatura es tan rigurosa y difícil como la ciencia, pero mucho más divertida.
 

(*) Entrevista realizada por José Luis Grados y publicada en la revista literaria "Casa Nuestra" N.2, Lima, julio 2005.
 

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