Por Diego Otero
Fuente: El Dominical. Suplemento de El Comercio, Lima 15/03/09
http://www.elcomercio.com.pe/impresa/notas/resplandor-inteligencia/20090315/259215
In memóriam Blanca Varela. Tras un largo y doloroso silencio, nos dejó una de las figuras más importantes de nuestra poesía y, sin duda, una de las voces sobresalientes de Hispanoamérica. Su obra permanece con nosotros, brillante e imperecedera.
La belleza es el resplandor de la inteligencia, escribió alguna vez Antoni Gaudí, y la frase le queda como un guante a la obra poética de Blanca Varela. Una obra que desde fines de los años cincuenta fue afilándose, concentrándose y ganando densidad simbólica hasta convertirse, con un libro llamado “Concierto animal” (1999), en una de las cúspides de la historia de la poesía peruana: “recortarse las uñas /el pelo / los deseos /aprender a pensar en lo pequeño / en lo inmenso / en las estrellas más lejanas / e inmóviles / en el cielo /espantado por mí”, dice ahí, con elocuente economía, como quien tiene la certeza de que la poesía se parece más al aire vital y ordinario que a una joya.
Creo que fue Mario Montalbetti quien trazó, a propósito de un homenaje precisamente a Varela, una reveladora síntesis de los grandes momentos de la poesía peruana. Decía que Vallejo y Martín Adán son, para la primera mitad del siglo XX, lo que Jorge Eielson y Blanca Varela para la segunda. Curiosamente, todos estos poetas (salvo Adán, claro) han estructurado sus proyectos sobre una interrogación del cuerpo. Pero si en Eielson, su compañero generacional y amigo, el cuerpo es un territorio de celebración sensorial que se transfigura en experiencia sagrada, en Varela es el espacio de la duda, lo dual, los límites: entre interior y exterior, luz y sombra, vida y muerte, carne y espíritu.
Intensidad y altura
Dice Varela en “Casa de cuervos”, uno de sus poemas emblemáticos: “despertar / en la gran palma de dios / calva vacía sin extremos / y allí te encuentras / sola y perdida en tu alma / sin más obstáculo que tu cuerpo / sin más puerta que tu cuerpo”. Reflexión sobre la maternidad pero también testimonio de un abandono, “Casa de cuervos” ejemplifica ese magnífico juego de opuestos que es la obra de Varela. Influida por el existencialismo y por el surrealismo, ella supo tomar de estas corrientes solo lo que su riguroso temperamento creativo necesitaba; y supo, desde ahí, plasmar una poesía desde la que surgen, como símbolos encarnados, los estremecedores elementos de un ritual pagano y sagrado a la vez.
Con la muerte de Blanca Varela tenemos la inquietante certeza de que la poesía peruana empieza a convertirse en patrimonio exclusivo de la historia. El reconocimiento —hispanoamericano, con premios y ediciones de lujo— le llegó tarde, claro, como suele suceder con los auténticos grandes. Aunque quizá una parte de ella así lo quiso. Después de todo, en su poesía surge permanentemente la sensación de que uno escribe siempre en secreto, encerrado en un armario, sin ambiciones ni esperanzas, más allá de nuestras necesidades, deseos o carencias, con la humildad y la urgencia de quien solo respira y encuentra luz en ese acto. Casi como un testimonio de la biología.
Nadie nos dice
Nadie nos dice cómo
voltear la cara contra la pared y
morirnos sencillamente
así como lo hicieron el gato
o el perro de la casa
o el elefante
que caminó en pos de su agonía
como quien va
a una impostergable ceremonia
batiendo orejas
al compás
del cadencioso resuello
de su trompa
solo en el reino animal
hay ejemplos de tal comportamiento
cambiar el paso
acercarse
y oler lo ya vivido
y dar la vuelta
sencillamente
dar la vuelta
Reacciones
Siento un vacío terrible. Y lo que me impresiona es que siempre su poesía habló sobre estos vacíos, sobre estos agujeros, sobre estas sensaciones de que las cosas son como cáscara de huevo, como ceniza, son nada. Es como si su muerte confirmara todo lo que ella dijo sobre la existencia, que era una especie de muerte permanente. Su poesía ya lo dijo todo en ese territorio terrible de lo que es estar y no estar.
Rossella Di Paolo. Poeta
Siempre nos impresionó su autoridad para hablar de poesía. La seriedad con la que ella tomaba el oficio, sin dejar de ser también una mujer preocupada por su entorno, por su época y hasta por la moda. Su poesía nos ha marcado por ser tan intensa y tan vital a la vez. Estoy muy triste porque hacía tiempo que no la veía.
Carmen Ollé. Poeta y escritora
Ella representa todo el talento y las posibilidades de la poesía escrita por mujeres. Su búsqueda de una poética fiel a la experiencia de su género, marginado, sin voz en el orden lingüístico patriarcal, es un ejemplo a seguir en la construcción de un canon literario plural y siempre poderoso en el Perú. Con nosotras, las poetas, fue generosa y solidaria, compartió muchos espacios de amistad. Felizmente, en vida fue reconocida y recibió muchos homenajes, no hubo ingratitud hacia ella.
Doris Moromisato. Poeta
Lamento mucho la partida de Blanca. Ella fue sin duda una de las más importantes poetas de Hispanoamérica, de gran y justa resonancia en las últimas décadas. Es todo lo que puedo decir en este momento tan triste.
Carlos Germán Bell. Poeta
Blanca ha sido, en el Perú, una de las mujeres pioneras del uso de la palabra con gran capacidad de recursos. Su propuesta poética ha sido muy contundente, creo que su fuerza radicaba en que podía manejar lo que se tenía que decir y lo que no se tenía que decir. Su silencio ha sido estratégico, importante. Ella me acercó mucho más a lo literario. Era muy generosa y recuerdo en estos momentos las reuniones en su casa. Era una mujer de temple. Una mujer autónoma. Ha sido para mí un gran ejemplo no solo por su poesía sino también por esa autonomía y búsqueda personal. Por eso, con Mariela Dreyfus le dedicamos “Nadie sabe mis cosas” como un homenaje.
Rocío Silva-Santisteban. Poeta