Por Pedro Escribano
Fuente: La República, Lima 31/07/06
Jorge Valenzuela insiste en la narrativa. Ahora ha reunido en un solo conjunto su nuevo libro, La sombra interior (Ed, Laberintos), con títulos anteriores como son Horas contadas (1988) y La soledad de los magos (1994). En todos ellos los protagonistas si no llevan una vida oscura, llegan a un final abrazados por la desgracia. Como dice el autor, dirige la mirada a ese lado oscuro -el mundo interior- que también es parte de la dimensión humana.
-¿Por qué le has quitado la novedad a tu nuevo libro, La sombra interior, publicándolo junto a tus dos libros anteriores?
-La razón es porque yo tenía una deuda con los libros anteriores, en el sentido de que no estaba contento con el resultado final. Ahora tiene ese sentido, presentarlos ya corregidos. Esa es la razón fundamental, además porque mis libros anteriores ya no circulaban. Pero también lo he hecho por el carácter unitario de los tres libros. Digamos que es un ciclo bien claro de una poética dirigida a tratar cierto tipo de temas y de personajes vinculados con mundos interiores.
-La impresión que tuve es que tu nuevo libro es la tercera parte del conjunto.
-Seguro, porque en La sombra interior se siguen escarbando los temas que trato en Horas contadas y La soledad de los magos.
-En La sombra... vas retratando personajes cuya dimensión es el fracaso, ¿lo tuyo es casi ribeyriano?.
-Sí, le han endilgado, digamos en algún sentido, esa etiqueta. Pero yo soy bien claro. Sí hay algunas constantes en mi narrativa que pueden filiarse a las de Ribeyro, el fracaso, por ejemplo. El hecho de que las historias son poco edificantes, no son constructivas y en general todos los personajes tienen un final infausto. Yo creo que mi generación -hablo a nombre de mi generación porque eso es un síntoma- renunciamos a los modos del neorrealismo, en que los personajes emanan del medio. La idea es que tras los personajes no esté detrás el horizonte social explicando conductas.
-Tu prosa se torna morosa, ¿no te parece una escritura muy decimonónica?
-Busco que la narración avance como una cámara.
-Pero los cuentos son lentos y tienen una narración simétrica.
-Quizás son conservadores en la estructura. Por eso te parece el ritmo narrativo tan conservador, digamos cauteloso. El lenguaje es muy claro. Y está a contracorriente de lo que ahora se estila como es retorcer el lenguaje, reincidir en la incomunicación a la que se puede llegar a través del texto.
-Entonces, ¿no has agilizado tu escritura con respecto a tus libros anteriores?
-En ese sentido sí. La prosa se ha puesto más conservadora. Yo quería hacerla más transparente con el propósito de llegar a una lectura menos complicada.
-Pero no sacrifiques la posibilidad de renovarse...
-No, solo que hay autores que son difíciles de leer o que llegan casi al autismo. Escriben para ellos mismos. Entonces, yo no sé qué sentido tiene, si la literatura es funcional, con qué intención se escribe si el único lector va a ser el propio autor. Me parece inútil. Pero tampoco es bueno irse al populismo, sacrificando la calidad.
Marcas de peruanidad
-En "Atenas" el protagonista, fundado en sí mismo, resulta al final un ser frágil, se derrumba. ¿Parece que no supiste qué hacer con él?
-Alguien ha dicho que es como una especie de marca de mis personajes que, pudiendo ser felices, explícitamente, renuncian a eso. Como que la felicidad los colma a tal punto que en medio de la experiencia de la felicidad o no se atreven o no saben cómo comportarse o se consumen. Podría decirse que es también una suerte de signo de peruanidad.
-Hablando de peruanidad, ¿"Muerte en Manhattan" recrea nuestra época fujimorista?
-Precisamente se escribió en el contexto del fujimorismo. La intención fue construir un horizonte bastante corrupto a través de historias cotidianas, Tanaka, el protagonista, simboliza la idea de servir al poder de la manera más sumisa, aunque eso cueste acabar consigo mismo.
Perfil
Jorge Valenzuela Garcés (Lima, 1962). Estudió literatura en la U. San Marcos y obtuvo un doctorado en la U. Complutense de Madrid. Ha publicado además los libros de cuentos Horas contadas (1988) y La soledad de los magos (1994).