Por Javier Agreda
Fuente: La República, Lima 26/08/06
Cinco escritores jóvenes, compañeros de tertulias en un céntrico bar limeño, forman un grupo, al que denominan pomposamente "El Círculo", y editan una revista literaria. Cuando el crítico de un importante diario comenta despectivamente la revista, los escritores deciden matarlo. Esa es la historia que cuenta Diego Trelles Paz en su primera novela, El círculo de los escritores asesinos (Candaya, 2006), a través de los "manuscritos" en que cada uno de los miembros del "Círculo" -amparados en seudónimos literarios-cuenta su versión personal del crimen.
Desde el primer manuscrito, correspondiente a Larrita (por el escritor español Mariano José de Larra), la narración, que se mantiene siempre en un tono oral y coloquial, se ve interrumpida por continuas digresiones e historias subalternas que van postergando los detalles del crimen. Larrita rememora la vida de cada uno de los integrantes del "Círculo", de sus conocidos (entre ellos personas reales como el actor Hudson Valdivia y el poeta Carlos Oliva), sus conversaciones (incluyendo los argumentos de las novelas y películas que menciona) y muchas otras cosas. Solo pasadas 150 páginas se llega a la noche del asesinato. Y en los otros manuscritos, de menor extensión, la dinámica narrativa es la misma.
Así, esta mezcla de Rashomon y Los detectives salvajes -ambientada en un bar frecuentado por escritores bohemios y ubicado en el tradicional jirón Quilca limeño- se le escapa de las manos a Trelles por su afán (casi una obsesión) de atraparnos con las historias subalternas. Y si bien algunas de ellas están correctamente narradas y resultan de interés, otras son innecesarias, como cuando se "cuentan" películas tan conocidas como Hannah y sus hermanas o Buenos muchachos (de Woody Allen y Martin Scorsese, respectivamente) o libros como El Quijote o El poema del Mío Cid, ambos lectura obligada en cualquier curso de literatura. Trelles los presenta y resume, sin ningún aporte ni interpretación personal, en extensas notas a pie de página.
El mismo respeto y reverencia muestra el novelista con sus personajes y la cultura underground limeña en general, tan poblada de gente que ha hecho de la pose y el esnobismo una forma de vida. Sin denunciar con firmeza lo ridículo de sus comportamientos, la pobreza de su formación y logros literarios, o lo limitado y mezquino de sus ambiciones, la novela, por el contrario, pretende exaltarlos a la categoría de héroes culturales. Trelles ni siquiera toma distancia con respecto a los prejuicios y lugares comunes de los que parten estos "escritores malditos", desde la misoginia (señalada por Olga Rodríguez en su reseña de la novela) hasta la incapacidad de la crítica para entender sus obras.
El escritor Santiago Roncagliolo afirma, en el prólogo del libro, que lo fundamental de esta novela es la "constante indistinción entre realidad y ficción", pues los datos objetivos se mezclan con "la delirante fantasía literaria de unos poetas mediocres" (los autores de los manuscritos) y con "chismes del mundillo literario y anécdotas de fiesta universitaria". En realidad Trelles no ha trabajado tanto lo referente a los límites entre realidad y ficción -ni la fantasía de sus personajes- como la detallada narración de esos chismes y anécdotas. El círculo de los escritores asesinos no es una novela lograda, pero sí un interesante y a ratos divertido testimonio de la vida literaria limeña de los últimos años.
Perfil
Nacimiento. En Lima, 1977. Escritor y crítico. Estudios de cine, periodismo y literatura. Cursa un posgrado en la U. de Texas (Austin).
Libros. Hudson el redentor (2001), Borges en Austin (2004), El círculo de los escritores asesinos (2006).