Por Manuel Eráusquin
Fuente: Correo, Lima 18/07/06
Trece mentiras cortas (Alfaguara, 2006), el nuevo conjunto de relatos de Gustavo Rodríguez, aborda historias donde las mentiras son verdades tergiversadas.
Correo: En tu libro hay dos cuentos que tocan el tema del matón de la clase, del bacán del barrio. Me refiero a "Mi papá es el loco Cienfuegos" y "Al profesor Pajarito". En ese sentido, ¿cuál ha sido tu motivación para construir personajes con esas características?
Gustavo Rodríguez: Mira, el par de cuentos a los que haces referencia los he escrito hace diez años, época en la que estaba más cerca de ser un joven escritor, y es evidente que ahí trato de rescatar o congraciarme con mi adolescencia, en la que yo fui un antimatón. Era un tipo al que nunca se le hubiera ocurrido resolver los problemas por medio de la fuerza.
C: Lo pregunto porque hay un tono de rechazo a lo que puede representar el abuso…
GR: Sí, y creo que lo que estamos hablando tiene que ver con el título del conjunto de cuentos, porque cuando yo hablo de mentiras me refiero a que uno miente cuando no está conforme con la realidad que tiene enfrente. En este caso, el ejercicio que hice con algunos cuentos era cambiar esa realidad desde mi perspectiva para que tuviera una especie de castigo moral, si quieres. Si te das cuenta, ninguno de esos dos relatos tiene un final feliz, pero tienen el final que le da cada lector cuando se sancionan las acciones de esos personajes.
C: ¿Qué otra interpretación le puedes dar a la mentira, según tu perspectiva de escritor?
GR: El miedo al rechazo. Por ejemplo, cuando una madre le pregunta a su hijo si ha roto algo y él lo niega, lo niega porque tiene miedo a ser rechazado. En ese sentido, en estos cuentos he descubierto un afán mío por no ser rechazado también. Bryce dice que él escribe para que lo quieran y él para nada estaba expresando una sensiblería. Es, digamos, una urgencia; una urgencia de cambiar la realidad que no te gusta o una urgencia por ser aceptado. Y yo he encontrado en la literatura la licencia para mentir sin ser objetado.
C: Sin embargo, el título del libro sigue siendo sugestivo, provocador…
GR: Creo que el gran valor que encuentro en estas historias, y no es un valor que yo le doy, está en el germen de las historias en sí. Este libro se llama impúdicamente Trece mentiras cortas porque tiene verdades tergiversadas. Cada una de estas historias nace de un hecho real, cada uno de los cuentos los he escrito en base a situaciones que me tocó presenciar o saber de primera mano. Eso fue lo que me hizo ser tan directo con el título del conjunto de relatos. Son trece mentiras que esconden una gran verdad.
C: Pero acá hay algo importante: tú eres publicista también. Te manejas con otro tipo de mentiras…
GR: Además (risas). Sí pues, tengo también la doble carga de ser escritor y publicista, que puede ser el más sospechoso de los oficios.
C: De otro lado, tú crees que la cultura en sí puede ayudar a ser mejor persona. Te lo formulo porque existe una actitud cínica sobre este tema por parte de algunos intelectuales.
GR: Yo que creo que es una herramienta, puesto que uno puede leer todo lo que quiera, tener acceso a obras de diverso género, pero si uno antes no ha decidido relacionarse con sus semejantes de una manera creadora, positiva, esa cultura no se va a convertir en un puente para mejorar la sociedad. Por ejemplo, una cosa es querer saber más para que te admiren solamente o querer saber más para retribuirle más a la gente. Esa es la diferencia que hay que tener en claro.