Por Enrique Sánchez Hernani
Fuente: El Dominical. Suplemento de El Comercio, Lima 06/01/08
http://www.elcomercio.com.pe/edicionimpresa/Html/2008-01-06/el-jubilo-melancolia.html
Con la publicación de su más reciente volumen de poesía, HighWay (Mesa Redonda, 2007), Marcela Robles ha dado a luz el que quizá sea uno de sus libros más logrados, no solo por su estilo refinado sino por esa dulce melancolía que lo circunda. A propósito de tal aparición conversamos con la escritora, quien en todo momento exhibió su vitalidad, su pulcra ironía y su gran pasión por asumir la vida con desbordante y contagioso júbilo.
-¿Para qué seguir escribiendo poesía? ¿Qué utilidad tiene?
-Ninguna, la poesía no tiene ninguna utilidad. Es lo mismo que digo sobre las cosas importantes de la vida. Como dice la canción de Serrat, hay cosas que tienen valor pero no tienen precio.
-¿Qué produce en ti escribirla, sosiego?
-No me sosiega en lo más mínimo, es un infierno. La poesía es como la imagen de la orilla. La orilla es el límite, el lugar al que se llega y de donde se parte, un lugar de descanso y reposo, pero al mismo tiempo de mucha turbulencia.
-¿Cuándo escribes poesía estás permanentemente intranquila?
-Se pasa a través de diversos estadios. Hay poemas, que en situaciones extraordinarias, te salen de un tirón, pero son los menos. La poesía es un proceso: viene la inspiración, se va, regresa, y a veces terminas botando el poema a la basura. En ese proceso hay momentos de mucha alegría, de una gran euforia, es una alegría que no se parece a nada. La asocio a la alegría que te produce el erotismo, el enamoramiento. Pero luego vienen momentos de de desasosiego porque sientes que tienes que estar a la altura de eso que se te está dando de manera restringida, que se va a evaporar en cualquier momento.
-Jorge Pimentel me dijo alguna vez que la poesía nunca miente. ¿A ti te ha tocado mentir alguna vez?
-Jorge Pimentel se ha robado esa frase de mí (risas). Yo vengo diciendo hace muchos años que la poesía no puede mentir. Por lo que estoy totalmente de acuerdo con Jorge o él está plenamente de acuerdo conmigo.
-Tú has escrito algunos poemas con cierta intensidad amorosa y erótica. ¿Eso ha causado los celos de alguien?
--Muy a menudo.
-¿Y cómo lo manejaste?
--Muy inteligentemente (risas)
-¿Has perdido amigos por ello?
-Me cuesta hablar de las experiencias personales en las que están basados algunos poemas porque la poesía no es ficción; la narrativa sí es ficción
-¿Sueles resistirte a publicar por temor a que los lectores descubran algo muy intenso sobre ti?
-Me ha pasado todo lo contrario. La poesía te obliga a ser testigo de ti mismo y a denunciarte permanentemente. He escrito cosas denunciando hechos, y esa escritura me ha causado alivio, bienestar. Me hace bien nombrar las cosas en el poema.
-¿Tú también escribes para que te quieran?
-Pero si todo el mundo me quiere ya (risas).
-Los poetas varones suelen usar su poesía para seducir. ¿Tú lo has intentado alguna vez?
-Todos, a nuestra particular manera, somos seductores. Si tienes alguna posibilidad de seducir con la palabra, sería tonto desperdiciar esa oportunidad. Me imagino que alguna vez, conciente o inconcientemente lo he hecho.
-¿Y qué tal te ha ido?
--La verdad es que no lo sé. Porque si alguna vez algún hombre se me ha acercado respondiendo a esa seducción, yo no me he enterado. Si dio resultados, qué bien.
-¿Actualmente hay diferencias entre la poesía escrita por hombres y mujeres?
-Nunca tengo una buena respuesta para esa pregunta. Me da un poco de cólera, no sé por qué. Me gustaría que la poesía no tuviese género. Pero hombres y mujeres sí escribimos diferentemente porque tenemos cosas distintas que decir.
-¿Tú eliges tus temas poéticos o vienen a ti como una iluminación?
-Yo creo en la inspiración. Sé que hay gente que piensa que es una estupidez, que todo es trabajo. Cierto, hay que trabajar mucho. Como decía Martín Adán, a quien acusaron alguna vez de escribir en estado alcohólico: "escribo sobrio y atento a la gramática". A diferencia de la narrativa, donde te puedes sentar ocho horas diarias a escribir, yo no pienso que un poeta deba sentarse ocho horas frente a la computadora a escribir poesía.
-¿Tomas notas en la calle?
-Todo el tiempo. Lo clásico es anotar en las servilletas de los restaurantes, pero eso lo hacen todos. También sirven los boletos, cuando te los daban más a menudo en los micros. Es que hay momentos en que te urge la necesidad de escribir esa palabra, que si no se te olvida. También me ha pasado que he tenido que levantarme en medio de la noche, en medio de un sueño, y que si no escribes esa idea, se te va a olvidar.
-¿A qué poetas relees?
-Mi gran amor es Emily Dickinson, que me da sosiego pese a que debió tener una vida difícil. Luego Paul Celan, sobre todo por el poder de síntesis y por su ternura, aunque su poesía es muy dolorosa. Tú miras una foto de Celan y sus ojos son como los de un niño, a pesar de la ida tan absurdamente dolorosa que tuvo. Y acabo de descubrir a Adela Prado, una poeta portuguesa que no conocía.
-¿Y peruanos?
-A Blanca Varela la releo con más admiración, me gusta más que antes.
-Como mujer, ¿cómo te sientes al llegar a la plenitud de tu vida tan guapa, tan cordial, tan inteligente?
--Gracias por halagarme. Me siento muy bien (risas). Me siento desconcertada y un poco asustada porque yo pensaba que la belleza sumada a la juventud espanta; nunca supuse que a los 50 años la belleza seguiría asustando. Yo siempre he sido tímida, nunca me he pensado como una persona bella, pero me asumo una mujer atractiva.
-¿Y por qué dices que la belleza espanta? ¿Te ha ocurrido?
-Me ocurre todo el tiempo y no hay como remediarlo. Se me acercan algunos hombres, felizmente no tanto las mujeres pues tengo amigas maravillosas, y después del hola inicial salen corriendo, como lo manifiesto en mi libro.
-¿Eso te ha llevado a hacer de la soledad un comportamiento cerrado?
-Hay una diferencia entre estar solo y ser solitario. Yo soy una persona solitaria, lo disfruto mucho, vivo sola, y no puedo concebir mi vida de otra manera, pero no me siento sola. Estoy rodeada de personas que me aman y a las que amo.
-¿Qué te alegra?
-Despertarme y ver el mar por mi ventana, ver cuando mi hijo sonríe por alguna razón, recibir alguna llamada de un buen amigo y saber que está bien; me alegra escribir un buen poema.
-Y, en cambio, ¿qué te entristece?
-Casi todo (risas).
-¿Tan deprimente es la vida?
-Es que no hay que confundir la melancolía con la depresión. La melancolía es la dicha de estar triste. La melancolía es un estado contemplativo admirable, recomendable. Yo soy sumamente contemplativa y no es que me deprima. Tengo una mezcla de melancolía con ternura, a pesar de mi personalidad aparentemente autosuficiente. Soy sumamente vulnerable y sensible.
-¿Por qué a una mujer guapa e inteligente como tú, además de poeta, le resulta difícil hallar pareja?
-Porque los hombres están pasando por un momento muy difícil, no quieren complicarse la vida porque ya la tienen bastante complicada. Quién va a querer una mujer que los haga pensar, sentir. Mi compañía produce eso en muchos momentos, pero nadie lo quiere. Lo que los hombres quieren es sosiego (risas). Pero yo no inspiro mucho eso.
-¿Qué es lo que más esperas ahora de la vida?
-Para el 2008, mucho sexo (risas). ¿Qué espero de la vida? Algo muy simple: alegría. He redescubierto la alegría. Siempre hablé de placer, emociones, intensidad, pero la alegría es una emoción muy particular que bien vivida es sublime. Sí, quiero alegría.