Edgardo Rivera Martínez
Mascaradas de ayer Mascaradas de ayer

Por Edgardo Rivera Martínez
Fuente: Domingo; El Comercio, Lima 22/10/06

La fiesta de la vieja en el Chorrillos del S. XIX. José María Samper (1828- 1888), de quien nos hemos ocupado en varias ocasiones, fue un polifacético escritor colombiano animado por un ideal integracionista hispanoamericano que se adelantó en mucho a su tiempo.

Vino al Perú a trabajar como Redactor Principal de El Comercio a fines de 1859, y dejó entre muchas obras la novela Una taza de claveles, que él definió como una serie de "cuadros dramáticos y de costumbres" de la Lima que conoció. Por entonces subsistían "algunas tradiciones curiosas, que nos parecen tan inocentes como orijinales". El autor se refiere a las fiestas populares de la Borrica de Ramos, la pesquería de San Pedro, y sobre todo a la de la vieja.

Cuando no había aún ferrocarril, la vieja, que en realidad eran dos viejos, pero la más importante la primera, partía de Lima "en un carro triunfal, seguida de muchas jentes, en carretas, a pié i a caballo, i la numerosa comitiva desfilaba lentamente por los callejones, como una serpiente de varios colores que se desliza por entre las grietas de un pedregoso arenal. Allí iban muchos hombres disfrazados, i se llevaba una considerable provisión de tiples, bandolas i otros instrumentos contundentes del oído, amén de muchas botellas i otros instrumentos achispantes."

Cuando ese séquito llegaba a Chorrillos, comenzaba lo mejor:

"[...] la banda de disfrazados, compuesta principalmente de calaveras limeños, tiene el privilejio de entrar a todas las casas i obligar a las señoras que se hallen en ellas a bailar con los enmascarados una, dos o tres piezas. La única condición que las señoras tienen establecida es la que de uno de los enmascarados se descubra ante la señora principal de la familia i garantice la honorabilidad de los compañeros, ademas de ser él mismo conocido i honorable. Como la parranda misteriosa lleva su pianista para el gasto, al punto se organiza el baile, i si por casualidad no hai piano en la casa, lo sustituye una orquesta de guitarras i tiples. Una vez que ha satisfecho su deseo, la parranda sigue su camino, repitiendo la operación en las casas donde el sexo femenino tiene mas numerosa o interesante representación."

Pero en su renovada versión, dos hombres con "estravagantes atavíos, [...] imitando a un viejo i una vieja, en cuyas figuras contrastan fuertemente los movimientos juveniles mas inquietos con el aspecto mas servil," iban a la cabeza de "una procesión de muchachos con grandes faroles de papel con velas de cebo. En seguida [...] la orquesta popular, compuesta de una guitarra de mala muerte, un tiple i un pandero."

"En las grandes ocasiones suele figurar algún tambor u otro instrumento simultáneamente contundido i contundente, que enriquece la orquesta ambulante. Por último, tras de los viejos o la vieja camina a empellones la turba-multa, dando gritos de alegría i remolineando como un huracán."

El grupo se detenía de casa en casa, o al menos frente a las de los notables, "i le brinda su espectáculo a la familia respectiva, exactamente como un toreador brinda sus suertes. La orquesta ejecuta entonces con el mayor ruido posible la turbulenta i popular zamacueca, que es el equivalente sublimado de nuestro torbellino, i los dos viejos se ponen a bailar sobre las duras piedras de la calle al furor de contorsiones, galanteos, vueltas i revueltas, que la chusma se enloquece de gusto."

Al terminar la danza, los bailantes hacían mil reverencias y arrojaban sus pañuelos a los pies de las señoras o de los caballeros, lo que les valía una buena propina, y luego la comitiva continuaba su paso por las calles, repitiendo la misma escena ante otras moradas. Pero un poco más tarde, según la versión de Samper, venía algo aún más pintoresco, ante lo cual cedían incluso los fanáticos jugadores de rocambor:

"Hacia las nueve de la noche comienza a su vez, la peregrinación tumultuosa de la banda de disfrazados. Desde que empieza la danza en cada casa, se inaugura un conjunto curiosísimo de diálogos burlescos, conversaciones en falsete, chuscadas, sorpresas, suposiciones, quid pro quos i carcajadas, empeñándose igualmente los enmascarados en mantener su incógnito i burlar toda sospecha, i las señoras i señoritas en adivinar o descubrir con quienes hablan o bailan i establecer claramente la identidad de los traviesos danzantes."

¿Hasta cuándo se celebró esa fiesta? ¿Decayó con la crisis fiscal de los años 1870? Los textos que hemos revisado para nuestro reciente libro Los balnearios de Lima. Antología. Miraflores - Barranco - Chorrillos, publicado por la Fundación Bustamante, que incluye el de Samper, no aportan información al respecto. Cabe inferir, pues, que se extinguió con la destrucción de Chorrillos por la soldadesca chilena, pero en cuya resurrección es imposible pensar, dadas las formas y condiciones de la vida urbana ahora. Por suerte sí subsiste, plena de vitalidad y alegría, la "turbulenta y popular" zamacueca, danza emblemática de Lima y de la costa, y tan celebrada en otras partes del país, ahora con el lindo nombre de "marinera".
 

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