Por Javier Agreda
Fuente: La República, Lima 08/04/06
La obra literaria de Edgardo Rivera Martínez es una de las más logradas expresiones de un mestizaje feliz, de la armoniosa conjunción entre las tradiciones culturales occidentales y andinas. Entre las características más distintivas de la narrativa del autor está el marcado aliento poético, tanto por lo trabajado del lenguaje como por el tipo de personajes y ambientes descritos. La crítica ya ha destacado las cualidades de la novela País de Jauja (1993), pero resultan aún más notorias en los cuentos de este autor, como se puede apreciar en Danzantes de la noche y de la muerte (Alfaguara, 2006).
La mayoría de los once relatos que integran el volumen nos presentan personajes solitarios, marginales al entorno en el que viven, y que encuentran -a veces sin buscarlo- un lugar más apropiado en algún tipo de mundo alternativo. En "Una diadema de luciérnagas", el primer cuento, Elías es un orfebre limeño ya retirado, quien pasea todas las tardes por las riberas del Rímac, cerca de la estación de Desamparados. Ahí descubre a un extraño personaje, al parecer un rey salido de un cuadro del siglo XVI, que usa la diadema del título y realiza incomprensibles rituales.
Entre los mayores aciertos del relato están el buen manejo del ritmo narrativo, el empleo de términos deliberadamente anacrónicos y el desarrollar las acciones en el gris y neblinoso Centro de Lima. Así se crea la atmósfera apropiada para el desenlace fantástico. Igual de irreales e indeterminados son los universos hacia los que buscan evadirse los protagonistas de los cuentos "Juan Simón" y "Ese joven que te habita". Una interesante variante se da cuando los protagonistas provienen de esos mundos irreales (y por lo tanto son más fantasmas que seres humanos) y están en Lima solo de paso, como en "Jezabel ante San Marcos" y "El enigma de los zapatos".
Los mejores cuentos son aquellos en que el escape de los protagonistas forma parte de una búsqueda personal, un retorno a esas raíces -identidad, mitos y tradiciones- que en la narrativa de Rivera Martínez suelen estar relacionadas con lo andino. Esto es precisamente lo que sucede en "El retorno de Eliseo" y también en "Danzantes de la noche", relato que remite al conocido y apreciado "Ángel de Acongate" (1986), pues cuenta la historia de un grupo de danzantes que recorre la sierra yendo de una fiesta patronal a otra. Pero en realidad se trata de un grupo de fantasmas que no puede dejar de preguntarse: "¿A qué se debe esta merced de la muerte que nos permite retornar a la vida para bailar esta danza?".
Prosa y oficio
En el extremo opuesto se encuentran los relatos en que los mundos alternos están marcados por el simple exotismo ("Ariadna", "Juan Simón"), por un idealismo demasiado esquemático y elemental ("Ese joven que te habita"), o ambos, como en "Mi amigo Odysseus".
Pero incluso en estos casos, la excelente prosa, el oficio y el riguroso trabajo literario logran que los cuentos mantengan su nivel de calidad y resulten de interés para los lectores. Danzantes de la noche es un buen libro que continúa la línea narrativa de Ciudad de fuego (2000) y reafirma a Edgardo Rivera Martínez como uno de los más importantes escritores peruanos de la actualidad.
El autor
Nació en Jauja, 1933. Ha publicado El unicornio (1963), Azurita (1978), Ángel de Acongate (1986), País de Jauja (1993), El libro del amor y de las profecías (1999), entre otras obras.