Por Ricardo González Vigil
Fuente: El Comercio 28/07/05
Sólidamente reconocido como uno de los narradores peruanos de relieve, Oswaldo Reynoso (Arequipa, 1931) posee un mundo propio, con claras marcas de autor. Una prueba contundente la hallamos en su nueva novela corta "El goce de la piel", en tanto parece la prolongación de la búsqueda ética y estética (trasladando a lo humano lo que la experiencia religiosa torna divino) propuesta en su anterior "En busca de Aladino" (1993), la que termina así: "la soledad y la derrota de nunca poder alcanzar el júbilo de una limpia moral de la piel y con el espejo roto a mis pies y sin saber qué viento del desierto había apagado para siempre lo que debió ser la maravilla de mi adolescencia".
Precisamente en el centro de "El goce de la piel" palpita dicha "maravilla de la adolescencia", cuando rompió con el proyecto paterno de hacerlo sacerdote al presenciar la revelación de la "límpida moral de la piel" y dedicar su existencia en adelante (similar en ello a Dedalus, el artista adolescente de Joyce) a una sacralización del goce terreno, humano, que debería celebrar en su obra literaria, entrelazando la belleza del sexo con el culto a la vocación artística.
Y si en la anterior novela zarpó en busca de la figura de Aladino encarnada en espejos contemporáneos de bellos efebos, ahora en "El goce de la piel" el amado Malte reelabora varias referencias literarias y artísticas. Tenemos a Miguel Ángel (de conocidos gustos homosexuales): "los ojos de gato de mediodía de Malte se iluminaron y su rostro se embelleció de asombro señalándome a un muchacho desnudo en una artística postura varonil que aparecía en una de las cromolitografías; me dijo ese soy yo y de verdad que era él y volteamos la reproducción y leímos Capilla Sixtina" (p. 18).
El nombre de Malte, de otro lado, hace pensar en el protagonista de la novela "Los cuadernos de Malte Lurids Brigge" de Rilke, sin la orientación metafísica y religiosa del gran poeta. También son mencionados los "poemas de Cernuda" (p. 50), de inspiración claramente homosexual. Y, por cierto, la manera cómo Thomas Mann reelabora las ideas platónicas del amor y la belleza en "La montaña mágica" (recuérdese que Castor sueña con jóvenes dorados en una escena culminante de la novela) y, sobre todo, "La muerte en Venecia", cuyo final del joven andrógino chapoteando en el mar resuena en varios pasajes de "El goce de la piel".
En cuanto al esmero de la prosa límpida de Reynoso, su modelo literario peruano es "La casa de cartón" de Martín Adán (se dice que era un homosexual reprimido). De hecho el poeta aparece en un capítulo suscitando el recuerdo de sus versos ("¿Quieres saber de mi vida? Anda pregúntale al mar") y la convicción de su hermandad como creadores: "seguiré creando belleza con la palabra y mi vida también será bella en el pleno y gozoso disfrute de la piel. Al volver a la mesa, me encontré con Malte" (p. 40).
Título: "El goce de la piel"
Autor: Oswaldo Reynoso
Editorial: San Marcos
Calificación ****
Argumento: El descubrimiento de "la límpida moral de la piel", consagrada como una especie de religión erótica y estética: "la búsqueda de una divinidad concreta, humana y bella, que me enseñara el goce pleno de la libertad" (p. 50). Se entretejen escenas adolescentes en Tacna, Mollendo y Arequipa, con otras en Lima cuando ya es adulto el protagonista-narrador, un escritor y profesor con rasgos autobiográficos. La revelación de la belleza la encarna Malte, un ubicuo adolescente hermoso, que arremete contra lo prohibido (incluyendo personajes delictivos y una experiencia carcelaria) y que adquiere ribetes oníricos, cuando no míticos o arquetípicos: "A lo mejor, nunca existió ningún Malte. (...) Solo un espejo: delicioso infierno" (p. 50).