Por Pedro Escribano
Fuente: La República, Lima 22/06/07
http://www.larepublica.com.pe/content/view/163279/28/
Se acomoda en una silla frente a nosotros. Estamos en una mesa en el hall de la librería Commentarios, en el Centro de Lima. José Miguel Oviedo confiesa que hace mucho tiempo no pisaba el corazón de Lima. Su visita a nuestra ciudad se debe a que el próximo lunes presentará en la U. San Marcos Dossier Vargas Llosa (Ed. Taurus, Santillana), una selección de textos –uno inédito– sobre el novelista peruano, en los últimos diez años. En uno de ellos, dedicado a La ciudad y los perros. El crítico hace una insólita revelación: el de haber sido él quien le puso el título a la novela de Mario Vargas Llosa.
–¿Cómo así le diste el título de La ciudad y los perros a Mario Vargas Llosa?
–Mario estaba en Lima mucho antes de la publicación de La ciudad y los perros, y me encontré con él por casualidad. Hablamos un rato sobre su novela, que habíamos leído un grupo muy pequeño de amigos quienes estábamos muy seguros de que iba a ser un gran éxito, pero Mario no estaba contento con el título, que ya le había cambiado más de una vez: La morada del héroe y Los impostores. Pero no estaba convencido. Entonces le dije que me deje pensar por si se me ocurría un título. Ahí quedó la cosa. Días después, cuando me volví a encontrar con él, yo tenía pensado tres opciones, de las cuales sólo recuerdo dos. La primera: La ciudad y la niebla, en alusión a la niebla que siempre rodea La Perla, donde está el colegio Leoncio Prado y que es, también, un detalle frecuente que aparece en la novela; los cadetes están envueltos en la niebla. La otra opción, le dije, es La ciudad y los perros. "Ese es el título", me dijo Vargas Llosa. Como se entusiasmó con ese título, yo ya olvidé el tercer título. Y así quedó bautizado el libro.
–¿Dossier Vargas Llosa intenta un perfil del escritor?
–No trata de ser una visión exhaustiva, coherente de su obra, cosa que me hubiera gustado hacer si tuviese más tiempo. El Dossier... es un conjunto de textos, un archivo personal mío, como crítico de Mario. Textos que han sido publicados en diferentes oportunidades y que ahora presento revisados, corregidos, algunos cambiados drásticamente.
Tras el crítico
–¿Quién te guió hacia la crítica periodística o académica?
–Yo no me considero exactamente un crítico académico. Soy algo más o algo menos que un crítico académico. Pero lo académico para mí es una parte entre otras. En mis inicios, te diré, lo que más me impulsó a convertirme en crítico fue el azar, o tal vez un vacío. O el vacío convertido en azar. La crítica no es un género muy popular. Yo leía bastante y descubrí que el mejor modo de entender un libro es escribir sobre él.
–En tu libro recuerdas la figura de Sebastián Salazar Bondy. ¿Su amistad te marcó?
–Sebastián fue decisivo para mí. Era mayor que yo, compartíamos muchas cosas, como si tuviésemos la misma edad. Primero, el amor por el teatro. Era el único con quien podía hablar de teatro, eso nos acercó. Sebastián era en ese momento, ahora un poco olvidado, una figura fundamental. Era el escritor más popular que podía haber en Lima. Recuerdo que cuando íbamos caminando de El Comercio a la plaza San Martín, Sebastián se paraba a saludar o era saludado por muchísimas personas que lo reconocían, desde políticos, gente muy importante, escritores, por cierto, hasta policías, porteros, mozos de café, todo el mundo lo conocía.
–Cuentas que también te peleabas con él...
–Sí, pero peleábamos como hermanos, como si fuésemos miembros de la misma familia. Yo tenía a veces algunos paréntesis en que no veía a Sebastián y extrañaba su presencia, pero no sabía cómo reconciliarme (risas). Era mi vecino en Santa Beatriz. Yo no era nadie, era un aprendiz de escritor, pero Sebastián era quien quebraba el hielo, venía a mi casa y me preguntaba cosas como si nada hubiera pasado. Yo feliz. Yo era incapaz, por timidez no por soberbia, de dar el paso para reconciliarnos. Nos olvidábamos de la pelea, pero luego venía otra (risas). Éramos cercanos y distintos, por diferentes razones. Sebastián lamentaba en mí que fuera formal, que no tuviera el sentido de la aventura. Él tenía gusto por la bohemia. Él nació aventurero.
De lo fáctico a la ficción
–Como crítico, ¿acaso buscas hacer un crítica de ensayo?
–Ojalá no te equivoques. La crítica llamada ensayística es para mí la forma o fórmula que conjuga las dos anteriores, una forma superior de la crítica, en la cual la persona que escribe se expresa de manera personal a través de una obra literaria. El ensayo es una expresión de imaginación, de rigor, de ciencia e intuición.
–Sabemos los méritos de la narrativa de Vargas Llosa, ¿cuáles serían sus limitaciones?
–Me haces una pregunta muy complicada que no puede ser respondida en un minuto. Mario es un escritor que tiene una profunda conexión con el mundo real, entonces él refleja ese mundo con sus virtudes, defectos y limitaciones, y eso incorpora en el plano ficticio, de tal modo que incluye aspectos que son negativos, hasta repulsivos y profundamente criticables. Si es que cabe una limitación en sus novelas, esas limitaciones provienen del mundo real en el cual él se inscribe. Refleja la imperfección de la realidad. Para Vargas Llosa como escritor no hay forma de imaginar sin partir de una base concreta, lo fáctico es su base para la ficción.
Perfil
El autor. José Miguel Oviedo. (Lima, 1934). Fue director del INC. Entre sus obras se cuenta: Genio y figura de Ricardo Palma, La última fiesta, Mario Vargas Llosa: la invención de una realidad. Está escribiendo sus memorias y una antología de la poesía peruana del S. XX para la editorial Visor.