Por Ismael Pinto
Fuente: Diario Expreso, Lima, 29/5/05
Una publicación que pocos, muy pocos historiadores peruanos tendrán al alcance de las manos es el esperado e ilustrado Códice Murúa: Libro Segundo / De los Príncipes y Capitanes del Gran Reino del Perú, compuesto por el P. Fray Martín de Murúa, del Orden de la Merced.
El trabajo introductorio es de Juan Ossio, que incluye la transcripción de los textos y leyendas que acompañan a la colorida iconografía. Mil euros -vale decir dos mil dólares, puesta en Europa la edición- la aleja tanto de los franciscanos bolsillos de los estudiosos tercermundistas, cuanto de nuestras bibliotecas con sus miserables presupuestos.
500 ejemplares numerados, en edición facsimilar, para solaz y regodeo de bibliófilos y coleccionistas, de un libro que abre nuevas perspectivas para la historia de la civilización andina, es contraproducente, por decir lo menos.
Este es un documento que, ahora, ya publicado, ha dejado de ser inédito. Y lo que cabe es que sea puesto en internet. Tal como lo está la Nueva Corónica de Guamán Poma de Ayala. Al alcance y uso de sus desaforados hagiógrafos, estudiosos y curiosos. Por cierto allí, en esa página web, Ossio cuenta parte de sus correrías para completar la feliz pesquisa del ayer hasta elusivo Códice Murúa, que ha rebautizado como Códice Galvin.
Por si acaso, no estamos pidiendo que el trabajo introductorio de Ossio corra igual suerte. Él tiene todo el derecho del mundo de preservar sus derechos de autor. Consideramos que no es el caso del señor Sean Galvin, multimillonario irlandés, propietario del Códice, que no puede aducir propiedad intelectual sobre un manuscrito trabajado, en el Perú, a fines del XVI y comienzos del XVII.
Las tentaciones de la carne
Fray Martín de Murúa es un cronista de quien no se tiene muchos datos. Vasco, se presume que nació en Azpetia; alguien lo hace paisano de San Ignacio de Loyola. Lo que sabemos de él en tierras peruanas es que fue comendador del pueblo de Yanaca, de la provincia de Angaraes. Que fue fraile doctrinero de Guamán Poma de Ayala, quien lo acusa de haber tratado de birlarle la mujer. Que su ministerio lo llevó por tierras de Puno y del Lago: fue cura vicario de Capachica y Aymaraes. Que gran parte de su crónica la escribió en el convento de La Merced, del Cusco. Que la terminó entre temblores, cenizas y oscuridades, en Arequipa, cuando la reventazón del Huaynaputina, el año de 1600. En 1614 se hallaba en Córdoba del Tucumán y Buenos Aires. Y, finalmente, en 1616, lo encontramos muy atareado en Madrid.
Otra acotación que debe hacerse a la escueta biografía de Murúa es su inocultable y desmedido entusiasmo, amén de democrática falta de prejuicios por el bello sexo nativo. Se ayuntaba con doncellas, anota indignado Poma de Ayala. Y para su uso, nos dice, tenía, en la cocina, a la hija de un indio tributario.
Aún hay algo más del buen Murúa. Registra con minuciosos detalles las cualidades, calidades y exigencias corporales de las que debían estar dotadas las vírgenes del sol; como los cuidados para preservarlas de miradas que despertaran apetitos plebeyos. Se preocupa también el cronista por los hechizos y filtros de amor para revitalizar "la potencia del varón". Como igualmente se solaza describiendo muslos, pechos y desnudeces femeninas reales: todos andaban desnudos, tanto mujeres como hombres, cuenta engolosinado. Aunque, luego, olvidándose, acota que las ñustas no se desnudaban para dormir. Datos calenturientos de una libido en ebullición que, por cierto, ningún otro cronista registra. Y que Raúl Porras Barrenechea, en ese insuperable trabajo que es Los cronistas del Perú, destaca con sorna, y buen humor no exento de malicia.
Ediciones y misterios por develar
La obra de Murúa que se titula Historia de los Incas, Reyes del Perú ha merecido diversas ediciones. Las de Horacio H. Urteaga (1922-25); Constantino Bayle S. J.(1946), Francisco A. Loayza, prologada por Raúl Porras Barrenechea; y de Mendizabal Losack (1963); además, del denominado manuscrito Wellington -tomado como trofeo de guerra en España, por el susodicho duque-, publicado por Manuel Ballesteros Gabrois (1962).
Pero aquí viene lo bueno. Murúa llegó a Madrid en 1616, donde pidió licencia para publicar su "crónica, que traía dibujos groseramente pintados de los Incas y Coyas y de las armas y costumbres," obra cuyo título era Historia General de los Quipus de los Indios y otras antigüedades del Perú, se dice, muy distinta de su Historia de los Incas.
Lo cierto es que aquí hay un batiburrillo de fechas, citas, manuscritos perdidos y encontrados y vueltos a perder. Hipótesis, donde los nombres de los hagiógrafos de Guamán Poma especulan y pontifican. Acusaciones a Murúa de conocer la Nueva Corónica y "de haberse aprovechado impunemente de sus dibujos, datos folclóricos y por lo menos del plan de la obra". En fin, divertido nudo gordiano que quizá podrá cortarse cuando se publique el aún inédito Códice Getty, que con el Galvin/Ossio y el de Wellington, ya publicados, permitirán realizar trabajos de eurística y de hermenéutica que darán luces y derroteros en esa hasta ahora azarosa senda.
Lo cierto es que esta edición facsimilar del Libro Segundo / De los Príncipes y Capitanes del Gran Reino del Perú, compuesto por el P. Fray Martín de Murúa, del Orden de la Merced, nos plantea muchas interrogantes que, debemos suponer, serán develadas, en algún momento, por investigadores y estudiosos.
Lo primero que salta a primera vista al comparar Murúa con Poma de Ayala son las ilustraciones. Las 113, a colores, de Murúa frente a las 399 en blanco y negro de Poma de Ayala. Ilustraciones que parecen provenir en la mayoría de los casos de una misma mano. Y en otros de mano distinta pero dentro del mismo patrón. Ni más ni menos que los dibujos que ornan a Trujillo del Perú, del ilustre obispo don Jaime Martínez Compañón. Este prelado, del siglo XVII, quien en su largo periplo de visita a su diócesis norteña llevó en su numeroso cortejo un equipo de dibujantes -acuarelistas- que registraron admirablemente en imágenes, personas, fauna, flora, costumbres, vestidos, juegos, música, villas, etc. En el tiempo, ni más ni menos que lo que registran tanto Pomas de Ayala cuanto Murúa.
Ahora bien, las ilustraciones tanto de Murúa como las de Poma de Ayala, por su -diríamos- factura, asombroso parecido, bien podrían haber procedido de un taller de ilustradores. Lo que nos haría pensar dos veces sobre la infusa genialidad del autor de Nueva Corónica, a quien cada día le descubren nuevas y desconcertantes virtudes que, francamente, nos dejan perplejos.
Y volviendo a esto de las imágenes, y de comparar textos, bien podemos preguntarnos con todo derecho: ¿quién copió a quién? Si bien hay ya por allí una estudiosa italiana que dice tener pruebas irrefutables, amenazando con hacerlas públicas, de que Poma de Ayala no sería el autor de la Nueva Corónica. Y sí lo sería el padre Murúa. Lo que provoca el enojo e indignación de los incondicionales y genuflexos adoradores del cronista indio.
Si el asunto se quiere complicar más, por allí aparece una carta del padre de Guamán Poma, recomendado al susodicho Murúa, verdugo que maltraba a su hijo, para que reciba mercedes de la corte. ¿El mismo Murúa la escribió y se la adjudicó al progenitor del cronista indio? ¿El padre de Poma de Ayala también era poseedor de la ciencia infusa al igual que su letradísimo hijo? Cómo será, pues.
Lo que sí debemos anotar es que la publicación del Libro Segundo / De los Príncipes y Capitanes del Gran Reino del Perú, compuesto por el P. Fray Martín de Murúa, del Orden de la Merced, acompañado por el estudio de Juan Ossio, es una valiosa contribución al estudio de nuestra abierta historia andina. Y es también, un espacio histórico que plantea atractivos y desconcertantes enigmas.