John Murra
John V. Murra, artífice del mundo andino John V. Murra, artífice del mundo andino

Por Carlos Contreras
Fuente: La República, Lima 30/10/06

El fallecimiento de John Víctor Murra, el 17 de octubre, significa la partida de uno de los más brillantes investigadores de la historia y la cultura de la región andina. Su nacionalidad de origen fue la rumana, pero había radicado desde joven en los EEUU, donde se hizo antropólogo. Como autor, profesor y conferencista resaltó permanentemente la invención y capacidad de los pobladores andinos para crear recursos, y aun riqueza, en un medio geográfico complejo, en el que la opinión ilustrada de hoy solo ve pobreza y gentes de quienes sería necesario recordar que "también son peruanos". (*)

John Murra estaba retirado desde algunos años, en su casa de Ithaca. Su precaria salud, resultado de sus 90 años y de una vida intensa pero llena también de sobresaltos, le impedía ya viajar e investigar, como lo había hecho a lo largo de más de medio siglo. Nacido en Odessa en 1916, vivió su infancia en Bucarest, hasta que, siendo un adolescente, se embarcó a los EEUU, siguiendo a un tío medio gitano que tocaba el contrabajo. En Chicago entró a la universidad, pero poco después marchó a la guerra civil española como soldado, donde, como él mismo lo destacara tiempo después, su dominio del ruso, inglés, francés y castellano fue una combinación excepcionalmente útil. La derrota republicana lo hizo volver a EEUU, donde terminó los estudios de antropología. Tras una fase en la que se orientó a los estudios sobre África, apuntó su interés hacia el área andina. Eran los años en los que en EEUU se popularizaron los estudios sobre "áreas culturales". La región andina fue identificada como una de estas, y Murra, que ya había estado en Ecuador en los años 40, se alistó entre sus investigadores.

Entre los años 50 y 80, publicó un conjunto de innovadores trabajos sobre la organización social de las poblaciones andinas, entre los que se recuerda, sobre todo, sus estudios sobre la función social del tejido, la organización económica y social basada en el control vertical de pisos ecológicos, el papel de los curacas o autoridades étnicas en la organización política prehispánica y colonial, así como sus semblanzas sobre una serie de personajes (Fray Domingo de Santo Tomás, o Huamán Poma) que, proviniendo del mundo occidental o del indígena, funcionaron como intérpretes o interlocutores de la cultura andina. Tal vez porque él mismo se reconocía en ellos.

Sus obras más celebradas fueron su tesis doctoral presentada en 1955 y solo más tarde publicada en castellano (antes que en inglés) con el título de La organización económica del estado Inca (Lima/México: IEP y Siglo XXI Editores, 1978), y Formaciones económicas y políticas del mundo andino (Lima: IEP, 1975). De este último libro, el IEP, conjuntamente con la Universidad Católica, hicieron en el 2002 una reedición ampliada y corregida con el título de El mundo andino. Población, medio ambiente y ecología, a la que se incorporó una docena de nuevos artículos publicados por Murra hasta el 2000.

Un elemento novedoso de sus estudios fue la interdisciplinariedad. Bajo el nombre de Etnohistoria, creó un enfoque en el que se integraban los métodos del historiador, el antropólogo y el arqueólogo. Uno de sus méritos fue, así, leer con ojos de antropólogo los documentos y la correspondencia dejados por los funcionarios de la administración virreinal. No se trataba de "crónicas" históricas hechas para ser leídas por la posteridad, como en las que habían trabajado los antiguos historiadores de los Incas, sino de informes económicos y políticos, o de "encuestas", que el Estado colonial aplicaba a los indígenas para su mejor gobierno. Una de sus fuentes favoritas fueron, por ejemplo, los reportes de Juan Polo de Ondegardo, asesor del virrey Toledo, y gran conocedor de la cultura y el derecho indígenas.

El 2000 fue la última vez que John Murra visitó el Perú. Vino a despedirse de los muchos amigos, alumnos y colegas que había reunido aquí alrededor de su larga vida. También, de una realidad social con la que había desarrollado un íntimo compromiso. En este sentido fue asimismo un hombre ejemplar. No se limitó a investigar, en el sentido corriente de contratar asistentes que recolectasen datos que luego él analizaría en su despacho, sino que se preocupó de formar discípulos en las regiones de estudio y crear las instituciones donde pudieran desarrollar luego su quehacer. Quizás por haber sido un inmigrante a quien le costó hacerse un sitio en la academia norteamericana, sabía de la importancia de crear espacios abiertos en los que los investigadores pudiesen vivir de su trabajo. En países como Perú y Bolivia debió batallar muchísimo para que el Estado o las empresas privadas invirtiesen en el estudio del pasado y la realidad rural. Le gustaba porfiar en esas batallas, y disfrutaba mucho con las pequeñas victorias que significaron, por ejemplo, llevar la primera fotocopiadora a Huánuco, o que la universidad de esa ciudad publicara una de las largas encuestas hechas en el siglo XVI a los campesinos de la región.

Generoso con su tiempo y su saber, Murra dictó cursos en San Marcos a finales de los años 50 y, poco después, en 1964, fundó junto a varios de sus ex alumnos y colegas sanmarquinos el Instituto de Estudios Peruanos, bajo la idea de que este centro fuera una sede que concentrase a estudiosos de la historia y la cultura andina. Ahora que su presencia ya no será física, nos quedan sus trabajos y su ejemplo para aprender a valorar lo original y lo propio que hay en la cultura de los hombres andinos, con quienes nos enseñó a tener un diálogo respetuoso y de iguales.
 

(*) Carlos Contreras es profesor de la PUCP y miembro del IEP.

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