Por Gonzalo Pajares Cruzado
Fuente: Peru21, Lima 11/07/07
http://www.peru21.com/P21Impreso/Html/2007-07-11/ImP2Cultura0752545.html
Hace dos años, Luis Hernán Castañeda sorprendió a nuestro medio literario con las bondades de Hotel Europa, su segunda novela. ¿Las razones? Su calidad y los pocos años del autor: apenas 23. Ahora ofrece Fotografías de sala, relatos opresivos que están en el límite entre lo real y lo fantástico.
Los narradores suelen empezar publicando cuentos y, luego, novelas. Usted ha hecho el camino inverso.
No tiene sentido esa falsa jerarquización que pone al cuento como primer peldaño y a la novela como meta. Creo que escribir un buen cuento es tan difícil como escribir una buena novela. Son géneros distintos, pero cada uno muy exigente. El orden es indiferente.
¿Usted empezó haciendo cuento?
Sí. Primero eran muy cortos, como viñetas o estampas. Luego se fueron haciendo más complejos. Sin embargo, me embarqué muy pronto en Casa de Islandia, que es una novela que tiene intercalados algunos cuentos. Hotel Europa tiene una estructura más clásica, con un principio y un fin.
¿Por qué sus primeros cuentos no fueron publicados?
Algunos fueron transformados y están en Casa de Islandia. Otros se convirtieron en fragmentos de Hotel Europa. Pero, más que textos, quedó su esencia, porque tienen que ver con el espíritu de mis novelas. Me caracteriza el reciclaje: utilizar lo desechado para hacer cosas nuevas. Trato de ver qué elementos de mis ejercicios de escritura son aprovechables para nuevas historias: un personaje o una anécdota.
¿Qué tan autobiográfico es?
Trabajo con elementos de mi vida, pero les doy un giro para darles sentido. En mi literatura hay invención y autobiografía.
Muchos afirman que, por su amplitud, es inevitable ser autobiográfico en la novela. En cambio, la brevedad del cuento permite crear sin canibalizarse a sí mismo.
La idea me parece lógica. En el cuento, por ser corto, uno no necesita apoyarse en una narrativa mayor. Sin embargo, mi experiencia es inversa: en mis cuentos soy más autobiográfico que en mis novelas, que son pura invención.
Siento opresión y hastío en sus personajes.
Claustrofobia, encierro, asfixia y opresión son los rasgos que los distinguen y que quiero transmitir al lector. Quizás esta sensación se refuerce porque todas las historias son domésticas y, al desarrollarse en el espacio cerrado de una casa, exploran los mecanismos de exclusión e inclusión que se dan en una familia. Además, pretendo reflexionar sobre la ficción, la escritura y la tarea del escritor. Por ello, mis relatos son más de atmósfera que de acción y se preguntan ¿qué es la ficción frente a la biografía? La respuesta que he hallado es que la escritura es el espacio intermedio entre el adentro y el afuera.
¿Por qué opta por los relatos de atmósfera?
(Piensa). Mis libros están centrados en lugares, en la creación de espacios. Más que darle al lector una trama, una intriga que lo atrape, me interesa producirle sensaciones, impactarlo con imágenes y experiencias. Son historias de atmósfera porque reflejan un clima, unas calles, un cielo, una presencia del mar: un escenario cargado de afecto. Las tramas individuales están subordinadas a la creación de este gran espacio que es, en realidad, el verdadero protagonista de las historias.
¿Cuáles son sus referentes literarios?
Me atrae esa ambigüedad entre lo real y lo fantástico. Siento su influencia, de forma indirecta, en este libro. Por ejemplo, entre los escritores latinoamericanos están Julio Cortázar y Jorge Luis Borges. Chéjov también resuena; dentro de los peruanos, Luis Loayza y Julio Ramón Ribeyro.