José Carlos Mariátegui
Mariátegui y el cine
Por Violeta Núñez Gorritti
Fuente: Abril 2009
Por Violeta Núñez Gorritti
Fuente: Abril 2009
Debemos dar gracias que acerca del ilustre periodista, pensador y político José Carlos Mariátegui (1894-1930), existan textos que dan cuenta del interés que el Amauta prodigó por el cine. [1] Por estos textos sabemos que fue un gran aficionado y fiel seguidor del acontecer cinematográfico limeño y mundial; afición que al parecer se inició a temprana edad. El presente artículo no pretende el análisis de los textos cinematográficos del Amauta; sólo nos proponemos hacer un recorrido por la vida del gran pensador peruano rescatando detalles y casualidades en relación al cine para de esta manera ayudar a comprender cómo nació la afición, hecho que también ocurrió en los participantes de la generación del Centenario.
La generación del Centenario, aquellos nacidos entre 1892 y 1906[2], será la que dejará constancia por medio de artículos, crónicas, poemas, cuentos, caricaturas del quehacer cinematográfico limeño, del impacto e influencia del cine en nuestra sociedad. Xavier Abril, Martín Adán seudónimo de Rafael de La Fuente Benavides, Rosa Arciniega, Ezequiel Balarezo Pinillos Gastón Roger, Jorge Basadre, Óscar Bolaños Julián Petrovich, José Chioino Juan de Ega, José Diez Canseco, Esmeralda Gonzáles Castro Serafina Quintera, Alberto Hidalgo, José Carlos Mariátegui Juan Croniqueur, Carlos Oquendo de Amat, Enrique Peña Barrenechea, Magda Portal, Catalina Recavarren, Luis Alberto Sánchez, Ángela Ramos, César Vallejo, María Wiesse, Hernán Velarde, entre otros, conforman esta generación cuyas vidas corren paralelas al desarrollo del cine en Lima: fueron los hijos del cine. Fue la generación que creció y se forjó bajo la influencia de la irrupción Colónida, la decadencia del civilismo, la experiencia del gobierno billingurista y, el advenimiento de nuevas corrientes estéticas entre ellas, el cine. Sus textos aparecieron en periódicos como El Comercio, La Crónica, La Prensa, El Tiempo y revistas como Amauta, Colónida, Variedades y Mundial en donde escribieron lúcidos y agudos comentarios e ilustraron con caricaturas los sucesos cinematográficos en la ciudad de Lima.
Poco sabemos de la infancia y los primeros años juveniles del Amauta pero si seguimos “entre líneas” los estudios publicados en referencia a estos años formativos encontraremos más de una “coincidencia” que nos ayudará a entender la afición hacia el cine, su admiración y predilección por el arte de Charles Chaplin y el desprecio por Francesca Bertini presencia constante en sus textos de la llamada “Edad de Piedra” y a quien dedica uno de sus ensayos más conocidos.
Mariátegui no consigna en ninguno de sus textos sus primeros recuerdos del cine. Sabemos que desarrolla una fuerte afición por el circo, las carreras de caballos y los toros (aunque en el transcurso de los años redefina sus gustos), que se remontan a su más temprana edad transcurrida entre las ciudades de Lima y Huacho. Pese a que aún no contamos con trabajos de investigación en historia del cine en otras ciudades fuera de Lima, no debe sorprendernos que el cine en Huacho llegara en forma temprana. Su cercanía a Lima, su calidad de puerto, el contar con un público creciente producto de las actividades portuarias la hacían atractiva para las troupe artísticas que luego de finalizar sus temporadas en la metrópoli organizaban giras al interior del país. Las temporadas de cine en Huacho se fueron sucediendo en forma constante desde 1900 y a partir de 1909 cuenta con una sala de cine permanente, el Cinema Teatro. Es en esta ciudad en donde posiblemente Mariátegui tuvo su primer contacto con el cine, en aquellas temporadas ofrecidas por medio de distintos aparatos de proyección de imágenes que llegaron al Perú[3].
La enfermedad de la pierna derecha obliga el traslado hacia Lima[4], en 1902, donde deberá permanecer hospitalizado por varios meses. Al salir del hospital se traslada a una “vetusta casona” ubicada en la calle León de Andrade 548 (hoy jr. Moquegua cdra. 5)[5]. En esta casa (que fue destruida en la década del cincuenta para edificar el local del cine “Lido”), guarda reposo por espacio de dos años. En este período las temporadas de cine aumentan en forma creciente en Lima. Ninguno de sus biógrafos anota si asiste a estas funciones pero no dudamos que debió tener noticias de ellas por medio de las publicaciones diarios y revistas que leía ávidamente que lo mantenían informado del acontecer citadino y mundial. Uno de estos diarios fue El Comercio, al cual estaba suscrito, el mismo que registraba este tipo de actividades.
En 1908 en la Plazuela de San Juan de Dios (hoy Plaza San Martín), fue inaugurada una carpa que inicia las exhibición permanente de cine en Lima. La carpa debió ser un lugar atractivo para él no sólo por las películas exhibidas sino, también, por la actuación de bailarinas espectáculo que la carpa implementa. En 1909, a los 15 años de edad, debido a las necesidades económicas familiares ingresa a trabajar de “alcanza rejones” en el diario La Prensa ubicado en la calle Baquíjano del Jirón de la Unión. Esa calle en el transcurso de pocos años se convertirá en el termómetro de la ciudad al surgir el Palais Concert (Febrero 1913) y el Cine Teatro Excélsior (Julio 1914) espacios donde será asiduo concurrente. En estos primeros años de aprendizaje del oficio de periodista la “plana mayor” del diario premiaba al “cojito” con entradas para el teatro y el cine en retribución a la dedicada labor de este[6]. Por otro lado, hacia 1911 cuando mejora su situación económica al convertirse en cronista del diario se traslada a una nueva y mejor vivienda ubicada en el 264 altos de la calle de La Palma[7]. En julio del mismo año se abre una sala de cine popular que toma el nombre de la calle, Cine de la Palma, también en un segundo piso; los barrios limeños empiezan a poblarse de salas de cine. La calle La Merced, contigua a Baquíjano, alberga desde 1913 al Cinema Teatro y en las cuadras siguientes, hacia la plaza mayor, encontramos la confitería Marrón que ofrece funciones de Té - cinema al igual que la confitería Gigi Cristini de la calle Boza contigua a la Plaza San Martín. En todos estos espacios del llamado “centro” Mariátegui y su generación fueron asiduos concurrentes así como a las otras salas de cine de los barrios, la formación cinematográfica debió adquirirla en ellas.
Una nota curiosa ocurre en el Cinema Teatro en julio 17 de 1914 que llamó la atención de José Carlos Mariátegui. En la segunda tanda de la noche un grupo de indígenas de la tribu campa con su cacique (que hoy tienen restituida su denominación étnica: asháninca), de apellidos Zárate y López, traídos a Lima por la Peruvian Corporation, ingresaron a la sala y ocuparon cuatro palcos: “(…) era curioso ver a los indios con sus trajes rarísimos, adornados con plumas, collares y demás indumentarias manifestando su admiración por el espectáculo que veían por primera vez”[8]. Al respecto publicó el siguiente comentario: «El cinematógrafo ha llamado mucho la atención del jefe campa (se refiere a Zárate) y es seguramente algo de lo que más le ha maravillado. No concibe como se pueda alcanzar la reproducción en un simple lienzo de tantas y tan extraordinarias escenas. Zárate encontraría diabólico y sobrenatural este invento, si no fuese, como ya es, cristiano sincero y convencido, y prestase en consecuencia poca fe a cosas de sortilegio y hechicería»[9].
En 1919 parte hacia Europa. En el viejo continente aparte de desposar “una mujer y algunas ideas” se mantuvo en contacto con todos los istmos artísticos en voga. La asistencia al cine debió formar parte de su agenda. Tras su regreso de Europa, en 1923, pese a la recargada agenda contraída y la precaria salud su afición no decayó: “José Carlos acudía al cinema durante las funciones vespertinas (...) para ver: “En pos del oro”, “El Circo”, “El inmigrante”, “El peregrino”, etc. de retorno a la casa en su silla de ruedas (...) comentaba con entusiasmo los argumentos y el arte personal de Chaplin”[10].
En la relación Mariátegui-cine debemos distinguir dos etapas. La primera, muy poco conocida y estudiada, corresponde a los artículos, poemas, cuentos y comentarios con referencias cinematográficas publicados entre 1911-1919 firmados, en su mayoría, bajo el pseudónimo de Juan Croniqueur. Entre 1911 - 1919 aparte de sus crónicas en La Prensa colabora constantemente en El Turf, Lulú, Mundo Limeño, El Tiempo, La Razón y Nuestra Época. En La Prensa sus crónicas aparecieron en las columnas “Cartas a X: Glosario de las cosas cotidianas”; “De teatros”; los artículos “La muerte de Max Linder”, “Entre Salvajes”; y el primer cuento publicado en el Perú que da cuenta de la fuerte influencia del cine en el imaginario colectivo: “El hombre que se enamoró de Lilly Grant”. Hacia 1917, cuando el periódico da un giro hacia la derecha; ingresa a trabajar en forma permanente en el diario El Tiempo donde desempeña la labor de cronista político y escribe en las secciones “Ecos Sociales” y “Voces” en donde apela a la metáfora cinematográfica para criticar la escena política y la vida cotidiana además publica el poema “Vermouth”. Corresponden también a este período los sonetos de la serie “Emociones del hipódromo: Films de la tarde”, “Emociones del hipódromo” VI publicados en la revista El Turf; y la novela “auténtica” “Epistolario Frívolo” publicada en Alma Latina. En todos estos textos existe una presencia notoria y crítica hacia la figura de Francesca Bertini.
Una segunda etapa la encontramos en los ensayos escritos desde 1920 hasta 1930, año de su muerte, todos ellos firmados con su nombre. Un hecho anecdótico antecede la aparición del artículo “La última película de Francesca Bertini”. En 1921, Mariátegui desposa a Anna Chiappe en Génova, Italia. Poco después los recién casados se dirigen a Roma: “Fuimos a Villa Pía - dirá Anna. Arturo Osores la había alquilado como local para la legación del Perú. Era la casa en que había vivido la famosa Francesca Bertini”[11]; le seguirán “Esquema para una explicación de Chaplin” ambos en diario El Tiempo y “Teatro cine y literatura en Rusia” publicado en la revista Mundial.
En Amauta (1926-1930), revista dirigida por José Carlos Mariátegui surgirá un espacio dedicado al cine. La periodista y poeta limeña María Wiesse (1894-1964) publicó “Señales de nuestro tiempo”, “Los problemas del cinema” y el relato “El hombre que se parecía a Adolfo Menjou”; además, será la encargada de dar cuenta de los estrenos de películas a partir del número 18. El poeta Xavier Abril (1905-1990) publicó el texto “Difícil trabajo”, una aproximación al arte de Chaplin. También se incluye el ensayo “Retrato de Charlie Chaplin” del poeta norteamericano Waldo Frank (1889-1967). Mariátegui, tras unas modificaciones, publicó nuevamente “Esquema de una explicación de Chaplin”. La revista da cuenta del libro del poeta Enrique Peña Barrenechea (1905), Cinema de los sentidos puros.
En el periódico Labor, también dirigido por Mariátegui, aparecieron los artículos “Las falsificaciones sistemáticas de los films yankees” y, “El ’circo’ de Charlot” firmado por Humberto Mendoza. También encontramos en esa revista, dirigida a los proletarios de todo el país, constante publicidad del estreno de películas.
Hasta aquí la biografía cinematográfica del Amauta efectuada a partir de una recopilación de los textos publicados. Una biografía cinematográfica que nos muestra las influencias que el nuevo arte aportó en un joven y brillante pensador que, efectivamente, fue testigo de su época y se dejó seducir por un lenguaje: el mundo de las imágenes en movimiento, el cual supo introducir en sus crónicas de la “Edad de Piedra” y, tras superar esta etapa, nos ofreció ensayos que nos permiten ingresar a conocer un espíritu sensible y crítico.
[1] El presente artículo forma parte del libro El cine en Lima 1897-1929 que debe aparecer próximamente.
[2] En este sentido seguimos la demarcación efectuada por Jorge Pacheco Vélez (1993). La generación del Centenario la conforman aquellos nacidos entre 1892 - 1906 sin embargo, incluimos los nombres de Martín Adán y Rosa Arciniega que, aunque nacidos unos años después, publicaron libros que causaron fuerte impacto y cuyos temas se refieren a la época estudiada. A esta generación también pertenecen los músicos Felipe Pinglo Alva, Filomeno Ormeño, Elías Azcue, Pedro Espinel quienes desde muy jóvenes trabajaron en las salas de cine limeñas formando parte de las orquestas que acompañaban las películas. La relación e influencia entre el cine y la música criolla es un universo por estudiar.
[3] Humberto Rodríguez Pastor anota:”Entre la importante información del Archivo Provincial Huaral-Huacho cuyo principal fondo documental fue el archivo del Consejo Provincial de Chancay, hemos hallado que para el año 1901, cuando José Carlos residía en Huacho y ya iba a una escuelita, el Consejo otorgó autorizaciones a una serie de espectáculos, que quedaron como imágenes base de los recuerdos posteriores de José Carlos. Estas diversas autorizaciones fueron: para peleas de gallos en el coliseo, para una función diurna de la Compañía Infantil Acrobacia que se iba a realizar en la plaza de toros (calle Cocharcas), para levantar toldos de picaroneras con motivo del Corpus Christi; para una serie de funciones de cinematógrafo en el teatro de esa localidad (Huacho), y una función de Moros y Cristianos, también tres corridas de toros en la plaza y, por supuesto, funciones de títeres en La Campiña de la ciudad”. En Mariátegui: familia e infancia Pág. Pág. 106. El subrayado es nuestro.
[4] En Octubre de 1902 jugando con un compañero de la escuela “a las carreras y los empujones” ruedan ambos por el suelo produciéndose en José Carlos “una hematoma en la pierna izquierda (a la altura de la rodilla) y con ello un dolor agudo, y, después, la cojera que la ha de padecer de por vida”. En Guillermo Rouillón La creación heroica de José Carlos Mariátegui. La edad de piedra 1894-1917. p.p. 47, 48.
[5] Ibid. Pág. 65
[6] Ibid. Pág. 100
[7] Ibid. Pág. 102
[8] El Comercio: 18/07/1914
[9] “Entre salvajes”. En: La Prensa, Lima: 19 de julio de 1914.
[10] En Guillermo Rouillón La creación heroica de José Carlos Mariátegui. La edad revolucionaria. p.p. 442, 443
[11] “La vida que me diste”. Entrevista a Anna Chiappe Vda. de Mariátegui realizada por César Lévano en Caretas Nº 393 Pág. 26. Ver también la carta dirigida a José Carlos por Arturo Osores desde París fechada el 11 de septiembre de 1921 en donde le da instrucciones para el alquiler de la vivienda y hace mención a la artista. En Correspondencia Tomo I p.p. 29-30.