Fernando Iwasaki
Iwasaki: “Lo nuevo está en la ficcionalización de la violencia”
Por Pedro Escribano
Fuente: La República, Lima 19/11/06
Por Pedro Escribano
Fuente: La República, Lima 19/11/06
Toma un sorbo de café. Fernando Iwasaki rumia sus respuestas sobre su novela Libro de mal amor (Ed. Alfaguara) en el café ‘El Carbone’ en el centro de Lima (no es el que aparece en la foto). Llegó de la Feria de Libro de Santiago, Chile, enrumbará hacia Ecuador y después a Miami. Pero no solo habla de su novela de amores desdichados, sino también sobre la narrativa peruana actual.
Iwasaki saltó de los predios de la historia –es historiador de profesión– hacia los campos de la ficción. Pero saltó con todo, con la disciplina de investigador y con el prurito por la historia a tal punto de hacer de ella en muchos casos materia prima de sus fabulaciones.
Libro de mal amor sin embargo está en otro margen, en el plano de la mirada íntima. Escrito con prosa rápida, la historia, salpicada de humor, narra las cuitas de un adolescente enamorado, pero la narración, paradójico, no traduce una pizca de aflicción.
–¿El protagonista casi no cosecha frutos del amor?
–No cosecha nada. Yo creo que es lo más normal. Yo creo que en la historia sentimental de todos nosotros hay más fracasos que éxitos. Es más, si un hombre presume de haber tenido mucho éxito con las mujeres, seguro que ese es su punto de vista y que había que preguntarle a las mujeres que él menciona si lo recuerdan como un éxito en sus vidas también. A lo mejor te dicen que no, y ni quieren que les hables de él. Los fracasos, en cambio, son más normales, pero la gente no quiere hablar de ellos.
–Has querido reírte de ti. ¿Tiene mucho de autobiografía?
–Mucho. Quizá yo he contribuido a que alguno de esos momentos sea todavía más divertido a pesar de ese mal amor.
–Pero ese mal amor se convierte en buen humor.
Sí, porque mira, ninguno que tenga un mínimo de madurez puede vivir amargado por el perro que le tiraron cuando tenía 14 años. Hoy en día te puedes reír de eso. De cualquier cosa te puedes reír. Los problemas graves en la vida son dos o tres, el resto todo es superable y debería ser superable.
–La historia recuerda al cuento "Las notas que duermen en las cuerdas" de Alfredo Bryce.
–Sí, además te voy a citar otro cuento de Bryce, "Baby Schiaffino". Cuando lo leí dije rápidamente, "lo que pasa a ese cuento de Bryce me ha pasado a mí", solo que al personaje de Bryce le ocurre con una sola mujer y en mi historia con diez mujeres. Ese cuento es extraordinario y está leído por mí en la página web que el Instituto Cervantes le ha hecho a Alfredo.
–Recurres a paradojas y juegos de palabras.
–Muchos de estos juegos de palabras no son simples aliteraciones, son verdaderos juegos de pensamientos, yo busco jugar con los significados. Eso lo he aprendido leyendo, conversando y queriendo a Guillermo Cabrera Infante, que fue un gran amigo, un escritor que también ha influido en todo lo que yo hago y me parece que es un mundo de posibilidades infinitas el de los juegos de pensamientos a través de las palabras.
–Tu novela tiene diez capítulos que parecen cuentos. ¿Es un libro de frontera entre géneros?
–Como tú bien sabes existe la novela decimonónica. A mí me gusta jugar con los géneros y estará siempre en mi escritura. Así es el Ulises, Habana para un Infante difunto. Yo no he inventado nada.
–¿Tu narrativa se nutre de la historia y de la dimensión íntima?
–Así es. Por ejemplo el próximo proyecto de novela en el que trabajo va a ser una mezcla de los dos. Va a ser una mezcla de los dos porque el protagonista va a ser una especie de historiador o una especie de persona que construye las investigaciones de un historiador muerto, que investigaba el s. XIX peruano. Va a ser una especie de reconstrucción irónica de nuestro siglo XIX, esa etapa de caudillaje militar.
–Tú que estás fuera, ¿cómo se ve la narrativa peruana de hoy?
–Se está viendo con mucho interés porque creo que tenemos dos nombres: Mario Vargas Llosa y Alfredo Bryce, son las mejores cartas de presentación. Tras ellos vienen otros nombres que durante años han sido poco conocidos. Si no fuera por el Herralde, Alonso Cueto no habría dado el salto que yo creo que es bueno que lo haya dado. Edgardo Rivera Martínez es un extraordinario escritor, pero su conocimiento y reconocimiento internacional no es todavía el que debiera ser.
–Las generaciones se suceden...
–De la edad de Cueto está Ampuero, que también se le está conociendo cada vez más, pero también está Abelardo Sánchez León, que para mí es espléndido. También está Guillermo Niño de Guzmán y Lucho Nieto Degregori, que no son tan conocidos como merecen serlo. Si pasamos a la generación del 60 como podría ser mi caso, yo creo que el más conocido es Jaime Bayly y luego a distancia venimos todos los demás, Jorge Eduardo Benavides.
Podemos mejorar
–¿Y Santiago Roncagliolo?
–Santiago es más chico, es nacido en los setenta. Yo me lo guardo para ese momento. Pero volvamos, todavía no son conocidos o reconocidos Enrique Prochazka, Peter Elmore, Ricardo Sumalavia, Enrique Planas o Sandro Bossio, pues a mí me gustaría que se les conozca. Fíjate que en el Perú no tenemos grandes nombres que están internacionalmente circulando, tenemos que bajar hasta los nacidos en los 70 donde Santiago Roncagliolo ha alcanzado una notoriedad que yo creo que vuelve a poner a la literatura peruana en el primer plano. Los nacidos en los años 60 y 50 pues no hemos alcanzado el reconocimiento y el prestigio que otros escritores latinoamericanos coetáneos sí tienen. Entonces ahí se mira como peor no podemos estar, pero se puede mejorar.
–¿Qué de nuevo ofrece la narrativa peruana de hoy?
–Yo creo que hay dos cosas que llaman la atención como nuevas, porque corrupción hay en todos lados. En la narrativa peruana la ficcionalización de la violencia, del narcotráfico, de los años de Sendero, podría aportar algo nuevo. Yo creo que además es lo que se está haciendo en Colombia desde hace unos años. Las novelas de Vallejo, o las novelas de Jorge Franco han ficcionalizado esa violencia que sobrecoge Colombia. Entonces yo creo que con las novelas de Roncagliolo, Cueto y Miguel Gutiérrez que yo creo que debería conocérsele más, hay esa importancia de la violencia. Lo otro que llama la atención de la narrativa peruana podría ser la literalización del desarraigo, que es otra cosa que los argentinos, los chilenos y los colombinos vienen haciendo hace tiempo, porque han tenido dictaduras que han obligado a exiliarse a gente que ha escrito desde afuera, que hay como una especie de asimilación del desarraigo y del exilio. Ahí podríamos hacer algo.
Algo para casa
–A propósito de los premios internacionales de la narrativa peruana, Mirko Lauer ha comentado que los libros "no están mal, pero no dejan nada para llevarse a casa".
–A mí, para hablar de un libro, La hora azul, de Cueto, me ha gustado mucho. Es su mejor novela. Además de la violencia, Cueto habla de una cosa que en la literatura peruana se habla muy poco porque está muy mal visto: el tema de la ternura. Pienso que sí hay cosas para llevarse a casa de la misma manera que creo también que muchos libros de Mirko están para llevarse a casa.
Perfil
Nacimiento. En Lima, 1961.
Trayectoria. Estudió Historia en la PUCP, se doctoró en la U. de Sevilla. Vive en Sevilla desde 1989, dirige la revista Renacimiento y dirige la Fundación Cristina Heeren de Arte Flamenco. Ganó el Cope de Cuentos 1985. Ha publicado, entre otros libros, Nación peruana: Entelequia o utopía (Hist), Inquisiciones, Un milagro informal, Ajuar funerario, Neguijón y Libro de mal amor.