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El tema que me propongo desarrollar* en esta comunicación es el de la nominación del espacio o tierra americana en la lengua general de Perú - quechua - y la defensa explícita que hace el Inca Garcilaso de la Vega de esta estrategia en los Comentarios Reales. Se trata de un avance de la investigación que inicié con el apoyo de la beca para hispanistas extranjeros otorgada por el Ministerio de Asuntos Exteriores de España. El trabajo resultante de la investigación se titula : Los hilos de la tierra . El Inca Garcilaso de la Vega : relaciones interculturales y escritura, y el tema de la nominación del espacio es uno de sus capítulos.
La aproximación a los textos del escritor cuzqueño y su estrategia nominativa es un registro instrumental con una función más amplia : el conocimiento de las relaciones interculturales desde conceptos de escritura disímiles e incompatibles. Reconocer sistemas de escritura no occidentales implica un verdadero ejercicio de alteridad, que afecta a distintos procesos de pensamiento. También involucra concepciones del hombre y el mundo variadas, y sistemas filosóficos, religiosos, sociales, políticos y aún económicos. Porque la escritura, en tanto que movimiento de la conciencia humana, se aprehende desde y para ella, como sistema de comunicación de significados, que permanecen por encima del tiempo, construyendo y sosteniendo un modelo de cultura, que a su vez lo produce y descifra.
Propongo la utilización de un concepto instrumental al cual llamo provisoriamente Nominalismo americano y que no debe confundirse con el Nominalismo filosófico de ascendencia inglesa, con el que presenta semejanzas pero también divergencias insalvables. En este sentido, el primero conecta con modelos de escritura prehispánicos y luego recorre el resto de la literatura hispanoamericana, constituyendo un verdadero hilo de continuidad, que desde mi punto de vista aporta a la cuestión debatida e insatisfactoria de la necesidad de una teoría literaria específica para las letras de nuestro continente.
La obra del Inca Garcilaso conforma un ciclo de relaciones interculturales, cuya finalidad es la legitimación del Imperio Inca, como corpus colectivo y personal. Para rescatar el legado de este imperio, y por ende la propia identidad, el autor emprende su reconstrucción histórica a través de la escritura occidental. Los Comentarios Reales como centro del ciclo revelan el sustrato ideológico y las estrategias de la comunicación intercultural. Y más allá de sus propios límites y de los de su especie textual, anticipa características y líneas de dirección profundas de la Literatura Hispanoamericana posterior. Es así que la crónica del Inca Garcilaso puede ser relacionada con la novela histórica, que alcanza un momento de apogeo, en la instancia de constitución de las independencias del continente, durante el siglo XIX. Porque en ambas tipologías textuales el escritor da vida al pasado del colectivo desde la escritura, desde el poder genésico del nombrar, con la intención de construir o rescatar futuras naciones . Se trata de un pensamiento integrador, coherente con la intención del Inca de ingresar al diálogo universal, ingreso que sólo es posible a partir de la existencia viva y reconocida de una identidad.
El trabajo de la escritura que reconstruye el pasado del Imperio Inca tiene en el caso del Inca Garcilaso y los Comentarios Reales el sentido del acceso a la vida, es una suerte de chaca o chacana, puente o escala, en el lenguaje general del Perú, que hace posible el traslado o pasaje desde un mundo, que ha dejado de existir a otro, que en principio no reconoce a los recién llegados, quienes solo podrán empezar a existir a partir de la palabra escrita en el código occidental pero en el respeto de los nombres quechuas del espacio americano, que según afirma el autor no han de ser traducidos ni sustituidos por los españoles.
El mundo prehispánico construye el mundo desde la relación lenguaje- naturaleza. La nominación del espacio o tierra americana responde a una necesidad de unidad, que se remonta a sociedades arcaicas que poblaron el continente, durante siglos antes de la llegada de los españoles. Cuando estos irrumpen y tiene lugar la conquista, el sistema se desintegra, tiene lugar la pérdida de los significados, la ruptura epistemológica, plasmada una y otra vez, por el Inca Garcilaso en sus escritos. Frente a ella esgrime los nombres antiguos, de la lengua general del Perú, como lazo de unión con la tierra, de la que se fue a los veinte años. Su obra está escrita en el mejor castellano de los siglos de oro, pero los lugares de su país nativo, son una y otra vez nombrados en la lengua que extendió el Inca Pachacutec por todo su Imperio. Ningún discurso puede resultar más elocuente, de esta relación de unión con la tierra, que uno de los propios mitos que trasmite Garcilaso, a través de la voz de su tío, en los Comentarios Reales, sobre el origen del Imperio Inca:
Nuestro Padre el Sol, viendo los hombres tales como te he dicho, se apiadó y huvo lástima dellos y embió del cielo a la tierra un hijo y una hija de los suyos para que los doctrinassen en el conoscimiento de Nuestro Padre el Sol, para que lo adorassen y tuviessen por su Dios y para que les diessen preceptos y leyes en que viviessen como hombres en razón y urbanidad, para que habitassen en casas y pueblos poblados, supiessen labrar las tierras, cultivar las plantas y miesses, criar los ganados y gozar dellos y de los frutos de la tierra como hombres racionales y no como bestias. Con esta orden y mandato puso Nuestro Padre el Sol estos dos hijos suyos en la laguna Titicaca, que está ochenta leguas de aquí, y les dixo que fuessen por do quisiessen y, por doquiera que parassen a comer o a dormir, procurassen hincar en el suelo una barrilla de oro de media vara en largo y dos dedos en gruesso que les dio para señal y muestra, que, donde aquella barra se les hundiesse con solo un golpe que con ella diessen en tierra, allí quería el Sol Nuestro Padre que parassen y hiziessen su assiento y corte.(...)Ellos salieron de Titicaca y caminaron al setentrión, y por todo el camino, doquiera que paravan, tentavan hincar la barra de oro y nunca se les hundió. Assí entraron en una venta o dormitorio pequeño, que está siete u ocho leguas al mediodía desta ciudad, que hoy llaman Pacárec Tampu, que quiere dezir venta o dormida que amanezce. Púsole este nombre el Inca porque salió de aquella dormida al tiempo que amanescía. Es uno de los pueblos que este Príncipe mandó poblar después, y sus moradores se jatan hoy grandemente del nombre, porque lo impuso nuestro Inca. De allí llegaron él y su mujer, nuestra Reina, a este valle del Cozco, que entonces todo él estava hecho montaña brava.
- La fundación del Cozco, ciudad imperial.
- La primera parada que en este valle hizieron - dixo el Inca - fue en el cerro llamado Huanacauri, al mediodía desta ciudad. Allí procuró hincar en tierra la barra de oro, la cual con mucha facilidad se hundió al primer golpe que dieron con ella, que no la vieron más.(1)
El Inca Garcilaso recupera de la tradición inca, a través de su tío, el mito fundacional del Imperio, cuyo centro sagrado es la ciudad de Cuzco. La barra de oro que hundió en su valle el primer Inca representa el lazo sagrado con la tierra, una unión que pudo caer en el olvido, pero fue rescatada desde la tradición andina. En la memoria del hombre americano sigue brillando en la profundidad del valle, la unión es ¨sólida¨ e ¨indestructible¨.
La palabra del mito, ¨la barra de oro¨ se funde y confunde con la tierra americana. A este principio de unidad responde el uso nominal del lenguaje en la obra del Inca y en la Literatura Hispanoamericana que le sucede. También el pasaje mítico aludido registra nombres autóctonos : Titicaca, Pacárec Tampu, Cuzco, Huanacauri. Y algo más: el primigenio acto de nominación realizado por el primer Inca sobre Pacárec Tampu cuyo significado de venta o dormida que amanece marca el momento del inicio del Imperio Inca. De modo que espacio y tiempo quedan ligados, el nombre revela el lugar del comienzo. Ante la instancia genésica de la nominación los moradores sienten orgullo y forjan su identidad andina.
Sin embargo, si se intenta precisar este uso nominal del lenguaje en Hispanoamérica, con respecto al concepto de Nominalismo filosófico, tal cual se entiende desde la Escolástica medieval de línea inglesa, se advierte una diferencia esencial. La semejanza entre el concepto europeo y el uso americano radica en la mutua negación de los universales, recordemos que a través del último se intenta afirmar la propia existencia e identidad. Pero mientras que para los filósofos ingleses el símbolo lingüístico difiere de la cosa nombrada, a tal punto que conduce al escepticismo, en América, por el contrario, el símbolo se propone como lazo de unión con su referente : el elemento natural -valle de Rucma o puma o jaguar-. La diferencia y originalidad de este uso surge a partir de la intensificación de la unión entre el lenguaje y la tierra americana, y de la necesidad de atenuar, consecuentemente, las fronteras entre arte o discurso histórico y la vida. Desde este espacio relacionante entre el orden natural y el orden lingüístico, se reconstruye en los Comentarios Reales, el hilo de los significados perdidos.
El Inca Garcilaso desde el diálogo que inicia a partir de sus cartas-prólogos con los representantes del poder de la cultura dominante, emprende la tarea de construir la relación intercultural, que le permita a él y sus semejantes, encontrar un espacio y tiempo de vida, en la nueva edad mundo. El principio de unidad que desarrolla no se detiene allí, ordena también la articulación de procesos de pensamiento procedentes de los dos sistemas culturales en conflicto, y sus escrituras y notaciones -quipus-. Y estructura la convergencia de instrumentos conceptuales como el mito de la Edad de Oro, la Utopía y el Nuevo Mundo.(2) Pero el núcleo de esta relación unitaria, se centra en la imagen mítica de la barra de oro unida indisolublemente a la tierra cuzqueña, es decir, en la relación de la palabra y su tierra.
Un claro exponente de la relación de la escritura y la naturaleza en el marco de las relaciones interculturales europeas y americanas, se presenta en Los Comentarios Reales, a través del cuento de la carta y los melones. Se ubica en el capítulo ¨ De la hortaliza y yervas, y de la grandeza dellas ¨ El cuento se presenta como relato intercalado, en medio de sucesivos marcos, cuyo desciframiento según la lógica posicional, derivada del sistema de pensamiento andino, no es posible desarrollar aquí por un problema de tiempo. Lo mínimo que podemos decir es que el relato breve surge en medio de un discurso que detalla las riquezas naturales autóctonas del Perú, y las que procedían de España, separadamente. El cuidado por discriminar la procedencia de los productos de las tierras se complementa con la preocupación por asignar a cada elemento natural su nombre original y verdadero.
El argumento del cuento presenta una situación en que un capataz español envía diez melones y una carta con dos indios al dueño de las tierras en que trabaja. Son advertidos de la prohibición de comer la fruta y de que la carta revelará la falta. Los indios no resisten la tentación, comen dos melones, pero ubican la carta detrás de un paredón para no ser vistos por ella. Cuando finalmente son descubiertos no comprenden el poder de la escritura occidental y esto les lleva a un error de desciframiento mayor cuando confunden hombres con dioses.
Martin Lienhard amplifica el concepto de escritura, pone en tela de juicio la idea de que las sociedades prehispánicas carecieron de ella, y discrepa desde una lectura occidental con el planteo del cuento de la carta del Inca Garcilaso:
Todas las sociedades autóctonas conocidas elaboraron antes de la irrupción de los europeos, algún sistema gráfico o de notación que correspondiera a sus necesidades concretas. Ellas no fueron, contrariamente a lo que insinuaron a través de sendas anécdotas Garcilaso o, en fechas más recientes, Lévi-Strauss, sociedades ¨sin escritura¨. Y concretamente sobre el cuento de la carta, escribe: Anécdota inverosímil: en el país de los kipu, instrumentos perfeccionados para la conservación de datos numéricos, los indios podían perfectamente imaginarse la capacidad delatora de un escrito.(3).
El Inca Garcilaso recuerda haber descifrado el código de los quipus incas, que traían los indios para rendir cuentas de la producción de las tierras de su padre, en Cuzco, cuando también oficiaba de amanuense para éste, haciéndose cargo de su correspondencia oficial. Fue practicante de dos códigos de registro escritural diferente -el occidental y el andino- que habilitaban procesos de pensamiento también diversos.
El cuento de la carta puede ser leído también desde una lógica no occidental, lectura que encuentra sustento teórico entre otros, en los procesos de pensamiento, que pone en marcha un sistema de notación como el quipus andino y en las claves secretas y sagradas de las tradiciones orales que articulan con éste.
El quipus es un sistema de notación o escritura diversa, construido con hilos de color y nudos, con una función mnemotécnica compleja, que pone en juego el número y las relaciones de y entre los objetos, que no se nombran. De manera, que se descifran en relación con tradiciones orales, que poseían especialistas llamados kipukamayoq, encargados de los archivos de la memoria colectiva inca. Los nombres surgían entonces de la articulación con el lenguaje oral. En el Imperio Inca los españoles destruyeron bibliotecas enteras de quipus, de diferentes tipos : de guerra, gobierno, tributos, ceremonias, tierras, de cuentas de negocios, de leyes y de historia. El padre Joseph Acosta, cronista jesuita, citado por el Inca Garcilaso, en varias oportunidades, compara el quipus andino con la escritura occidental:
...había diversos quipus o ramales, y en cada manojo de estos ñudos y ñudicos y hilillos atados, unos colorados, otros verdes, otros azules, otros blancos, y finalmente tantas diferencias, que así como nosotros de veinti y cuatro letras, guisándolas en diferentes maneras, sacamos tanta infinidad de vocablos, así como éstos de sus ñudos y colores sacaban innumerables significaciones de cosas.(4).
Sin embargo, la escritura del quipus no nombra los objetos, los numera y registra en relaciones clasificatorias y temporales, por lo cual responde a un código numérico y posicional, visual y táctil.
Cuando el Inca Garcilaso decide construir el puente entre el legado de la historia del Imperio Inca y la cultura hispana dominante, introduce un cambio esencial en el circuito andino, decide nombrar, desarrollar por escrito, un mundo para que no muera y se pierda en el olvido. La variable de la nominación procede de la memoria oral, hasta el momento silenciada, por las voces de la élite detentadora del antiguo poder; el tránsito de la oralidad sustentada por el quipus - y otros sistemas, aún inciertos, en la exactitud de sus funcionalidades, probablemente complementarios como vasijas, tejidos, arquitecturas y pallares, etc - acontece por obra de un traductor cultural, que escribe desde una intención salvadora y legitimadora, recreando un mundo pasado, para que viva en el futuro. Los rastros del pensamiento andino, de sus historias y de sus proceso cognitivos, configuradores de su visión y construcción del mundo, no son fáciles de reconocer y aislar, en medio de un discurso que cumple con todas las reglas de la mejor prosa de los siglos de oro, en España, y los silencios a que ella obliga.
En la escritura occidental de la carta de los melones falta la articulación con la oralidad, los indios no detectan al mensajero que nomina y esto tiene que ver con el tema de la ausencia que rige la escritura alfabética de occidente.
Según Titu Cusi la escritura occidental permite: ¨ nombrar a algunos de nosotros por nuestros nombres syn se lo dezir naidie ¨, cosa que en el sistema inca sólo era posible a través de la articulación con el lenguaje oral. Las observaciones del historiador inca Titu Cusi Yupanqui conectan con la preocupación de los personajes indios del cuento, en torno al ver o no ver de la carta. Y es que el orden natural se percibe a través de los sentidos, y los indios no advertían , no podían ver o sentir representaciones concretas de nada en esos paños blancos, con trazos inentendibles.
El pasaje por la representación arbitraria alfabética imponía tanta distancia con el orden natural, sobre el que se construía la sociedad inca, como ese dios invisible que imponían los vencedores. Los hilos de la tierra que unían todos los elementos del sistema inca, como los de las culturas prehispánicas que les precedieron, parecían haberse roto, los coloridos y anudados de los quipus, pero también los que les unían a sus dioses, la confusión de los dos indios, en el final del cuento, representa, entonces, la crisis de los significados. Es aquí cuando la imagen con que el Inca Garcilaso abre la historia del Imperio Inca, cobra toda su significación, una vez rotos los hilos que conducen por los viejos caminos del sentido perdido:
Y pues estamos a la puerta de este gran labirinto, será bien passemos adelante a dar noticia de lo que en él havía. (5).
Reencontrar los hilos para llegar al centro del laberinto significa religar la comunicación humana, tender el puente, entre dos culturas que no se comprenden.
El alejamiento de la escritura alfabética del orden natural, puede ser explicado desde diferentes perspectivas. Chevalier-Gheerbrant reúnen la reflexión simbólica y la lingüística cuando escriben :
Un antiguo documento representa a Thot extrayendo los caracteres de la escritura del retrato de los Dioses. Simboliza una pérdida de presencia: la escritura llega cuando la palabra se retira. Es un esfuerzo para encajar el espíritu y la inspiración: queda como un símbolo de la palabra ausente. El fundador de la lingüística moderna, De Saussure, ha señalado muy bien que ¨ lenguaje y escritura son dos sistemas de signos distintos : la única razón de ser del segundo es la de representar el primero ¨. Materializa la revelación, corta la relación humana y la reemplaza por un universo de signos. Para reactivar la revelación se necesita una presencia hablante. ¨No se escribe en las almas con una pluma¨, decía Joseph de Maistre. Jean Lacroix resume bien este valor simbólico de la escritura, por oposición al lenguaje : ¨un esfuerzo secundario y peligroso por reapropiarse simbólicamente la presencia¨. (6)
La pérdida de la presencia que conlleva la escritura alfabética occidental, alude a la falta de significados positivos, a que hace referencia Derrida, y a la confusión de los dos indios del cuento. También a una fractura con la oralidad andina, trasmisora de la lógica nominativa, que se articulaba con sistemas de notación, hechos de hilos, que una vez rotos justifican la imagen del ¨gran labirinto¨.
El desajuste procede de ese ver y no ver de los indios y de la carta, que representan sistemas culturales con escrituras y religiones que se inscriben, la una dentro del orden natural y la otra dentro del orden de lo sobrenatural. Los hilos que atan la escritura occidental a la tierra son invisibles e intangibles, no así los hilos de los quipus andinos, con sus colores y sus nudos y sus kipukamayoc, que remiten a un mundo de referentes que se ubican dentro del espacio-tiempo : la Pacha. No existe un vínculo tangible entre la carta y los melones.
El cuento puede ser leído como representación de la diferencia de códigos escriturales y culturales. La escritura occidental no sostiene ninguna unión con la tierra y los indios no advierten su manera de conexión con los melones. Por contrapartida, los españoles no descifran la clave sagrada de los frutos de la tierra, siendo que los melones proceden del valle sagrado de Pachacámac, consagrado al dios que lleva el nombre del lugar. De manera que coexisten también dos lecturas posibles en relación a este relato, que el lector desarrollaría según su origen andino u europeo.
En 1931, Fortunado Herrera publica en Cuzco, desde su Cátedra de Fitografía, el artículo titulado El Inca Garcilaso de la Vega : primer botanista cuzqueño. ( El mismo se puede leer en la Biblioteca Bartolomé de las Casas de la ciudad de Cuzco ) y afirma:
Su valiosa contribución al conocimiento de las plantas usuales entre los Incas; su previsión al señalar las plantas aborígenes de aquellas que fueron introducidas por los españoles y mas que todo su interés al anotar los nombres vulgares vernaculares y los de procedencia extranjera, le dan derecho a considerarlo entre los hombres que han contribuido al progreso de las ciencias naturales en Perú.
Y luego:
Sostiene que en la época del Imperio se adoptó el monoteísmo, siendo la única divinidad el Sol, padre y creador de todas las cosas; pero se costradice al afirmar que los indios daban el nombre de huaca ( objeto sagrado) a los árboles o frutas que por su hermosura se aventajaban a otras de su misma especie y cuando asegura que el mismo vio una forma peculiar de adoración que se rendía ¨a los ídolos o árboles¨.(7).
El artículo no avanza más por los caminos de la interpretación, luego se dedica a catalogar las distintas especies recuperadas por la memoria del Inca, en el lenguaje original quechua y su equivalente hispano. Y sorprende la amplitud del registro, de modo que parece totalmente fundamentada la calificación de primer botanista cuzqueño. Pero tampoco deja de sorprender la mirada precisa del científico al descubrir con tanta claridad la relación de la naturaleza con la lengua quechua, y el carácter sagrado de ambas. Porque es de tal importancia esta tríada conceptual, que a partir de ella se comprende el vínculo indisoluble que para el hombre andino tiene el nombre y la tierra nombrada, que por sagrado es verdadero e incambiable.
El plan del Inca Garcilaso queda planteado con claridad : para conservar los antiguos significados del Imperio andino los escribirá en una traducción que respetará fielmente lo particular : los nombres antiguos. Aquellos que los quipus no registraban en nudos ni colores y que surgían en articulación con ellos, a través de la tradición oral. A esto se suma la relación esbozada entre la antigua nominación y la función religiosa, cuando precisa: ¨después acá se han trocado algunos nombres de aquellos, por las iglesias parroquiales que en algunos barrios se han labrado¨. (8). Y es verdad que sobre las antiguas bases de piedra de los palacios y templos incas, se construyeron las iglesias cristianas, como los antiguos nombres quechuas fueron sustituidos por los españoles. El proceso de pensamiento andino ha quedado incorporado en este plan : un pensamiento conservador de las antiguas tradiciones, donde lenguaje, naturaleza y religiosidad funcionan en un sistema de significados unitario. La escritura occidental, con sus propios procesos de pensamiento, será el vehículo e instrumento necesario, para conservar la memoria de la civilización inca y con ella su identidad personal y colectiva. Su particularidad se salvará de la muerte o extinción a través de la nominación original, cuyo significado mítico religioso se hace presente, en las palabras que evocan su ausencia, provocada por la construcción sustituyente de las iglesias parroquiales en el Cuzco colonial. La diferencia nominal es la clave de la existencia personal y colectiva, en la tesis del Inca Garcilaso, y esta tesis tendrá profundas repercusiones en el futuro de la literatura y aún de la historia hispanoamericana. La escritura occidental y la lengua castellana harán posible la comunicación con el mundo todo.
Notas
1 - Vega, G. De la (Inca), Comentarios Reales, Ministerio de Instrucción Social, Montevideo, 453 p.,1963.
2 - Romiti, Elena, Literatura Comparada. Don Quijote de la Mancha. Comentarios Reales de los Incas, Trilce, Montevideo, 91 p., 1990.
3 - Lienhard, Martin, La voz y su huella : Escritura y conflicto étnico-social en América Latina ( 1492-1988), Casa de las Américas, La Habana, 407 p., 1985.
4 - Acosta, José de, 1954, Obras del Padre José de Acosta, citado por Lienhard, Marín, op.cit.
5 - Vega, G. De la (Inca), 1963, Comentarios Reales, op. cit.
6 - Chevalier, Jean-Gheerbrant, Alain, Diccionario de Símbolos, Herder, Barcelona, 1107 p., 1995.
7 - Herrera, Fortunato, 1931, El Inca Garcilaso de la Vega : primer botanista cuzqueño, Revista Universitaria, Cuzco, V.20, n.60, pp.5-42.
8 - Vega, G. De la (Inca), 1963, Comentarios Reales, op. cit.
* Elena Romiti Vinelli, Instituto de Profesores Artigas- Montevideo