La genealogía del Inca Garcilaso
Por Edgar Montiel
Fuente: Identidades Nº 94, Lima 03/10/05
Las utopías políticas europeas se forjaron a partir de la lectura de La Florida del Inca y los Comentarios Reales de los Incas. En ese sentido, reconstruir la manera en que se leyó al Inca Garcilaso de la Vega en Occidente hace posible apuntalar una mirada distinta para el futuro de América.
A los 21 años, el hijo del capitán Garcilaso de la Vega y la princesa inca Isabel Chimpu Ocllo viaja a Madrid para reclamar tierras. La gestión no resulta en las cortes de Madrid y se dedica al estudio. Aprende latín, francés, italiano; se enrola en las fuerzas de Felipe II; participa en las campañas de Italia; traduce y se convierte en el primer traductor americano.
Traduce "del latín al indio" la obra de uno de los más grandes poetas del Renacimiento, Léon Hebreo, autor de los Diálogos de amor.
Los Diálogos de amor comenzaron a popularizar a Garcilaso en Europa, pero él seguía recibiendo, en Montilla (Andalucía) información de los llamados peruleros, aquellos que habían combatido en las campañas del Perú, en las guerras civiles, los conquistadores vencedores o vencidos que regresaban a España. Así conoce a Gonzalo Silvestre, quien había participado en la campaña del Perú, del Caribe y en la conquista de la Florida. Escribe entonces una obra que será célebre: La Florida, mejor conocida como La Florida del Inca, que es la versión que recoge de Gonzalo Silvestre y Hernando de Soto sobre la conquista de ese territorio.
De La Florida aparece una primera edición en 1604. A partir de ahí, se inician las traducciones al francés, italiano, inglés, alemán y holandés.
En los siglos XVII y XVIII se puede contabilizar una veintena de ediciones, algo absolutamente inédito para un autor americano.
A finales del siglo XVI, Garcilaso comienza a escribir los Comentarios Reales, su obra más afamada, en dos partes: la conocida como Comentarios Reales, la historia de los Incas; y la segunda, más conocida como La historia general del Perú, que trata de la Conquista, las guerras civiles y de cómo los españoles ocuparon al antiguo Perú, concluyendo con la derrota del último foco de resistencia inca, encabezado por Túpac Amaru (1576), 44 años después de la captura de Atahualpa.
¿Por qué escribe Garcilaso esta historia? ¿Qué lo lleva a convertirse en historiador? ¿Tenía alguna necesidad compulsiva de contar su versión de los hechos? Existe una razón ética y otra política. Garcilaso se informa que, hacia 1560, el virrey Toledo -una suerte de tecnócrata enviado al Perú por la Corona para instaurar el nuevo orden colonial- condena a muerte al último inca, Túpac Amaru, que era primo de Garcilaso por lado de su madre Isabel Chimpu Ocllo. El inca resistente había sido derrotado cuando reinaba en un territorio amplio, que había logrado preservar en Vilcabamba, al sur del Cusco. El padre De las Casas, consultado en Madrid, aconsejó que se reconociera este territorio como un Estado autónomo en el inmenso Virreinato del Perú. Sin embargo, Toledo utilizó una justificación política para argumentar que los herederos de los incas -hablamos de 44 años después de la conquista- no tenían derecho a la propiedad ni a la libertad individual, hecho grave porque justamente se planteaba a los incas sobrevivientes el derecho de restitución.
Comienza entonces un debate jurídico-moral que debía demostrar que los incas eran "opresores" y los españoles "liberadores". Se necesitaba una justificación histórica y Toledo encontrará dos historiadores que le harán el trabajo: uno es Diego Fernández, el Palestino; y el otro un historiador de moda en Europa, Francisco de Gómara.
De allí nace para Garcilaso la necesidad de hacer sus propios "comentarios de la realidad". Estima que se necesita explicar a España, América y Europa que los incas no pertenecían a reinos de bárbaros, sino de gentiles; que no se trataba de pueblos carentes de desarrollo, sino que tenían una civilización. A Garcilaso no le quedaba otra opción que recurrir a la cultura y la historia para vencer la política de la espada y el arcabuz. Decide escribir los Comentarios Reales, no por lo de monárquicos, sino por lo de veraces, para rectificar a los historiadores a sueldo que habían comenzado ya a profesar en Europa la versión de una América caníbal, idólatra, déspota y opresiva.
Acicateado por una inquietud ética y política, Garcilaso asume el nombre de Inca Garcilaso de la Vega, recuperando así un título de la tradición materna y un nombre de lustre literario perteneciente a su ancestro paterno.
Como ocurrió con La Florida, nuevamente se produce un rosario de traducciones. En la Biblioteca Nacional de París, una de las bibliografías americanas más completas, el Catálogo Razonado sobre América y las Filipinas, elaborado en 1867, enumera una veintena de versiones al francés, inglés, alemán, italiano, holandés e incluso en latín. La influencia de Garcilaso es excepcional, especialmente en una lectoría ávida de reforma, de modernización, de nuevos modelos.
Garcilaso habla de las comunidades agrarias, de cómo se domesticó la papa, cómo se hacían las aleaciones de metales; de las construcciones ciclópeas, del tendido de rutas y puentes. Pero lo que más impacta en el imaginario político de Europa alude a la organización colectivista de la sociedad. La organización decimal (un jefe cada diez, cien o mil familias), la repartición de la tierra como propiedad colectiva, la repartición de los excedentes -que ahora llamamos redistribución-, el control de la natalidad.
Todas esas cosas dan la medida, en Europa, de que existen otras maneras de concebir la relación del hombre con la política, la naturaleza y el poder. Es decir, Garcilaso de pronto encarna la alteridad, lo diferente. Esta otredad propiciará la influencia de su obra en los pensadores europeos.
Garcilaso traducido
Las ediciones y traducciones circulan ampliamente. En 1744 se publica en francés, en dos pequeños volúmenes, que leen Voltaire, Diderot, D'Alembert y el barón de Holbach, entre otros. Viene anotada con pies de páginas firmados por Godin, Feuillée, Pifon, Frezier, Margrave, Gage, La Condamine, es decir, los filósofos viajeros del siglo XVIII.
También dejó huella en el libro de Campanella, La Ciudad del Sol, publicado en 1623. Para entonces ya se había publicado los Comentarios Reales y La Florida. Campanella no los leía en traducciones, sino en español. La Ciudad del Sol tiene analogías con la trama urbana del Cusco, aunque no lo menciona explícitamente.
Hay dos personajes que suscitan el interés de los escritores de esa época: Pachacutek (sonaba raro el exotismo del nombre), "el reformador del mundo", como lo nombraba Garcilaso; y el inca Yupanqui, organizador de la natalidad. Para los europeos del siglo XVI, esto era una cosa impensable. Por cierto, este interés por la natalidad, por la regulación social, se encuentra en casi todos los textos del género utópico.
Utopías racionalistas
Garcilaso dejó marcas en otro gran pensador, Francis Bacon. ¿Cómo funciona esta influencia en el autor de La Nueva Atlántida, publicada en 1627? ¿Qué es la Nueva Atlántida? El océano Pacífico. Es interesante en Bacon todo lo que significa la revolución epistemológica con la aparición de América. Conocer una nueva geografía constituye conocer otra humanidad, nuevas plantas, nuevos animales, nuevos fenómenos; había que repensar el mundo.
Otro lector importante es Morelly, el primer ecologista, fundador del llamado socialismo utópico: fue líder intelectual de pensadores, al que digo de la Naturaleza. Lee los dos volúmenes de 1744 y asimila las ideas de Garcilaso. Su propósito era hacer un primer tratado sobre el Estado, la sociedad y el medio ambiente: una tesis sobre cómo el hombre debe relacionarse con la naturaleza, ayudarla a reproducirse y no luchar contra ella.
Otro autor, en cuyos escritos se advierte la presencia del Inca, es Louis Mercier, quien publica en Londres en 1772 el libro de anticipación El año 2440. El pasado colectivista de América servía de referente para la utopía que se proponía alcanzar.
Los ilustrados
Montesquieu, por su parte, en su tratado sobre El espíritu de las leyes, se sirve del Inca para referirse al derecho de gentes y argumentar su tesis sobre el desarrollo desigual: no todos los pueblos poseen un desarrollo lineal, progresivo; cada pueblo tiene su estilo y ritmo propios. Diderot lee al Inca para escribir con el abate Raynal el tomo III de la Historia Filosófica y Moral de las Indias. En esos años escribe también una biografía del peruano Pablo de Olavide (1) para La Enciclopedia.
En un caso muy simbólico, Voltaire lee al Inca y La Araucana de Alonso de Ercilla. Su información americana es muy grande y él, que frecuentaba los salones de las damas distinguidas de Francia, les hace leer los Comentarios. Tuve la oportunidad de visitar la biblioteca de Voltaire, en el pueblito de Ferney, en la frontera entre Francia y Suiza. Cerca se encuentra Ginebra (Voltaire vivía ahí por razones prácticas: si lo perseguían pasaba a Ginebra, un Estado independiente y laico, y luego regresaba). En su biblioteca pude leer sus anotaciones, en las que mencionaba a quienes daba a leer cada libro, y luego uno comprueba cómo aparecen estos libros en las obras de los visitantes recibidos por Voltaire.
Entre ellos, la ilustre madame de Grafigny. Ella sabía que tan apasionante era la filosofía como los filósofos. Leía mucho y escribió una novela: Les lettres d'une péruvienne. Se relata una historia de galanterías que se escuda en el pretexto americano para filtrar una filosofía liberal. Otra autora con mucha influencia de Voltaire, y a quien él hace leer los Comentarios, es madame Olimpe de Gouges, quien publica La Colombiada, una obra de teatro sobre Colón. En ambos casos, las autoras mencionan al Inca al pie de página, reconociendo su vínculo.
La novela filosófica o histórica de Marmontel, Las Incas o la destrucción del Imperio del Perú, se basa en fuentes de dos autores: Bartolomé de las Casas y el Inca Garcilaso. Narra una historia sobre el cacique azteca Orozimbo, que viene huyendo de México después de la Conquista, y llega a Cajamarca para contarle a Atahualpa la caída del imperio azteca y pedirle ayuda de urgencia. Junto a sus emisarios le cuenta cómo mataron a sus mujeres y quemaron la ciudad de Tenochtitlán. Dicen que Atahualpa lloró de rabia esa noche. La obra de Marmontel -una novela de sesgo histórico- tuvo mucho éxito y mereció numerosas ediciones.
Debates de la modernidad
Garcilaso también influyó en los debates de la Revolución Francesa. En el 22 Floreal (año 8 de la Revolución), el abate Gregorio realiza un homenaje a Bartolomé de las Casas y allí se evoca al Inca Garcilaso. Así se introduce al Inca en el debate de la Revolución. ¿Qué tenía que hacer el Inca en la Revolución Francesa? El asunto era muy sencillo: había una corriente que era partidaria de la colectivización de la tierra, la posición más vanguardista, y tomó como modelo el colectivismo agrario expuesto por el Inca Garcilaso, la que invocó Moro en 1516. La otra posición, burguesa moderna, defendía la propiedad privada, hablaba de la productividad, de "cada uno para lo suyo". Uno de los grupos que más se aferró a los planteos del Inca aludió al derecho de todos a la propiedad de la tierra, la madre común, es decir, retomó la idea de la madre tierra, la pachamama.
La Academia de Lyon convocó en plena revolución a un concurso. El certamen tenía el título significativo de "la contribución de América a la felicidad del género humano". Es muy importante ver en este continuum desde Tomás Moro y Mártir de Anglería hasta la Revolución Francesa, pasando por el Inca Garcilaso, cómo América encarnó las utopías de libertad y experimentar el mejoramiento de la condición humana. Una imagen desde fuera que cautivó a Europa. Pero tampoco esta imagen está totalmente desfasada de su objeto de origen. En su historia y tradición, en América late una alteridad política y cultural: un campo abierto a la innovación y la experimentación social y política, plenamente vigente hoy en día, si se mira con atención cómo surgen en diferentes países vías alternativas para hacer frente a las trampas de la dominación.
Notas
[1] Escritor peruano que había sido expulsado de Perú hacia 1760. En España despliega sus dotes de administrador, pero lo vuelven a expulsar años después por causa de su liberalismo ilustrado y se refugia en Francia. Amigo de Diderot, Voltaire (con quien mantuvo correspondencia), Marmontel, Raynal, Olavide era uno de los grandes lectores del Inca Garcilaso. Cada vez que le preguntaban sobre Perú, decía: "Lean al Inca Garcilaso".