Por Gabriel Icochea Rodríguez
Fuente: El Peruano, Lima, 26/9/04 Gabriel Icochea Rodríguez
Ventura García Calderón (1887-1959) es tal vez el autor menos recuperado del 900. La posteridad ha reconocido una novela, La venganza del cóndor, y algunos ensayos que, a pesar de carecer de profundidad, poseen una enorme agudeza.
Como en muchos otros aspectos, la memoria es injusta. García Calderón posee virtudes expresivas que aún ahora resultan impresionantes. Una prosa agitada y soberbia lo acredita. Pocas veces un autor peruano ha tocado el buen gusto con tanta firmeza, pocas veces el dominio del lenguaje se ha traducido en tan aventurado uso de las palabras.
Luis Alberto Sánchez, quien para los efectos es una fuente ineludible, nos cuenta haber compartido con Ventura García Calderón una amistad que se prolongó por mucho tiempo. Era éste un hombre alto, delgado y pronunciadamente calvo desde su juventud. Asimismo, sinceramente fascinado por la literatura y con algunas apuestas un tanto extravagantes, como una marcada simpatía por el autoritarismo de cuño militar en el Perú. El apoyo al general Luis M. Sánchez Cerro y posteriormente al general Óscar R. Benavides demuestra que dicha actitud no era aislada ni excéntrica. Sin embargo, esto marcó una distancia inconmensurable con la generación de la reforma universitaria. Salvo Sánchez y probablemente Jorge Basadre, García Calderón no cultivó la amistad de otros peruanos de la generación posterior.
Entre los aspectos personales que menciona L.A. Sánchez, figura una afición apasionada por las mujeres. De tal inclinación tenemos constancia hasta por sus mismos textos. García Calderón cita con exaltación la visión de una mujer. La belleza femenina generaba una excitación misteriosa.
A pesar de ser un estilista perfecto y un interesante fraseólogo, es también un escritor frívolo. Precisamente, uno de sus primeros títulos es Frívolamente, libro que edita en París en 1908. El prólogo, elaborado por E. Gómez Carrillo, un escritor español, se ubica entre las fuentes o los textos pioneros del cinismo.
Desde esta publicación se vislumbraba el impresionante manejo del lenguaje. Sería mezquino dejar de reconocer un talento gigantesco que se tradujo en una producción en diversos géneros, aunque su manejo de ellos sea desigual. El Ensayo sobre la literatura peruana no ha merecido ningún interés especial, mientras que La venganza del cóndor sí ha suscitado varias interpretaciones favorables.
Bajo el clamor de las sirenas
Bajo el clamor de las sirenas es un libro que reúne varios artículos publicados tanto en El Comercio de Lima como en La Nación de Buenos Aires. Su publicación como volumen independiente se hizo en París en 1915. El libro contiene un conjunto de crónicas acerca de la Europa bélica y refleja a un autor viajero y cosmopolita, que, a pesar de hablar con soltura y buen gusto de Alemania o Bélgica, escribe desde París como un centro imaginario de la cultura occidental.
París asume en la obra del autor la apariencia de una nueva Atenas. Y en cierta medida, tiene todas las características que fascinan al autor: desde las más bellas mujeres hasta los atuendos más finos. El París de García Calderón está devastado por la guerra. Hay un desplazamiento de los centros culturales. Por un momento el autor comprueba en algunas páginas que París sufre un despoblamiento lamentable como consecuencia de la guerra. No es extraño encontrar más que una crónica, una memoria de lo que existió. Sucede con el mismo París. Si asumiéramos el libro de García Calderón como un enorme relato, la guerra ocuparía el lugar correspondiente a un personaje central.
Sin embargo, el libro está más allá de cualquier sedentarismo, de cualquier referencia fija, puesto que lo ha escrito un nómade. Estamos hablando de una Europa marcada por la influencia poética de Paul Verlaine y la prosa de Anatole France, por quien García Calderón no sentía mucha simpatía: “France fue el maestro de la ironía plácida. Iba a ser pronto y casi exclusivamente el pensador humanitario cuya conversión al socialismo escandalizaba y ofendía.”
Sin embargo, uno de los reportajes se halla dedicado a France. Más que en su calidad literaria, García Calderón incide en un socialismo incoherente. France es un pacifista; ¿cómo puede entenderse que sea al mismo tiempo socialista?
Este artículo parece reflejar como muchos otros la idea de que en los períodos de crisis se somete a prueba la moral de los artistas.
Pero la impresionante prosa de France se mantiene ilesa. Aunque ahora haya sido relegado al olvido, no deja de asombrar la importancia que tuvo en el período formativo de algunos escritores. Lo mismo puede señalarse de Henri Bergson y Víctor Hugo.
¿Este libro tiene la impronta latinoamericana en sus páginas? ¿Por qué al leerlo nos da la impresión de leer a un europeo de viaje por diversos lugares?
García Calderón nos escribe desde un lugar físico, es decir, poseemos una referencia práctica, pero él parece inhallable en estas páginas donde españoles, suizos, belgas o alemanes nos muestran complacientes su cultura. Esta Europa, pese a la guerra, no ha perdido la fascinación por su frivolidad, sus espectáculos y sus mujeres hermosas. En este escenario, los españoles continúan profesando un conservadurismo católico y los liberales siguen reclamando una ampliación mayor de la libertad.
Por lo demás, García Calderón puede parecer de cualquier nacionalidad, porque él y su generación no aceptarán el proyecto del mestizaje.