Carlos Garayar
"La novela no nace de la realidad, es su rival"

Por José Gabriel Chueca
Fuente: Perú21, Lima 15/03/07

Carlos Garayar se ha dedicado fundamentalmente a la enseñanza de literatura. Durante un breve periodo participó en la revista de poesía Hipócrita Lector, que se publicó en San Marcos, en los años 70.

"Sin embargo, después de aquello pasó a la narrativa. En el 97 publicó los cuentos reunidos en Una noche, un sueño y, luego, comenzó una novela, "que abandoné a mitad de camino, pero que estoy próximo a concluir. Quizá
El cielo sobre nosotros salió como una excrecencia de aquella", cuenta.
 

¿Por qué dejó la poesía?
Fue una evolución natural. Descubrí que leía más narrativa. A mí me gustan los cuentos, pero cuando los escribía sentí que tenía algunas ideas para un trabajo de más largo aliento. Entré naturalmente a la novela. El material mismo me fue diciendo qué quería ser.

¿De qué trata El cielo sobre nosotros?
Es una historia de amor entre una enfermera y un tuberculoso desahuciado, un extranjero. Transcurre en un pueblo de la selva que no alude a un espacio real sino que es una suma de recuerdos y adecuaciones para la propia novela. No podría decir que pertenece a la selva de Pucallpa, de Iquitos o de San Martín. Esta historia es vista por un médico, en un extremo, y por un policía, en el otro.

¿Qué pensaba antes de hacerla?
Yo quería que fuera una relación amorosa un poco extraña: una enfermera que se enamora de un casi fantasma, de un hombre moribundo. Pero fueron surgiendo otros personajes, como el médico o el policía. Lógicamente, mis personajes están construidos sobre mi experiencia y conocimiento de la gente de la selva, porque prácticamente soy de allá -nací en Lima por accidente-.

¿Qué motivación tuvo?
El punto de partida que reconozco -puede haber otros inconscientes- es una historia que me contó mi madre sobre una chica tuberculosa, aislada en un pabellón, no sé si en Pucallpa o en Tarapoto, que conversaba con la gente desde su ventana. Solo la visitaban los médicos y las enfermeras. Me impresionó esa imagen de una chica joven condenada a muerte que llamaba a todas las personas que pasaban cerca del sitio en el que estaba recluida sin poder salir. Eso dio vueltas en mi cabeza y se traspuso al protagonista polaco y apareció una enfermera, como su contraparte.

Se habla mucho de los escritores andinos y costeños. Nadie habla de los selváticos.
Aunque la palabra no es exacta, mi inspiración -podría decirse- es la selva. Pero mi novela no pretende dar cuenta de una realidad. Creo que es una exploración que parte de la realidad y que construye un mundo propio con seres que después adquieren vida y que ya no tienen mucho que ver con el referente inicial. Eso de andinos y costeños, clasificación que me parece muy gaseosa, parte de los referentes sobre los que se escribe -Lima o un entorno rural-, pero eso no va conmigo.

¿En qué parte del panorama local ubicaría su obra?
Yo me sentiría más cómodo con los escritores jóvenes que surgen ahora y que, creo, comparten la idea de que la literatura no es un reflejo de la realidad sino que es una construcción coherente, simbólica, etc., que, más bien, rivaliza con la realidad. Cuando escribo, la gratificación que recibo es la de descubrir cosas que yo no veía en la realidad, pero que veo en la novela.

¿Qué está leyendo ahora?
A cierta edad preferimos releer. Estoy releyendo a Coetzee, el Premio Nobel. También leo cosas nuevas, como Soldados de Salamina, de Cercas, que me ha impresionado, y a autores peruanos, como Alonso Cueto. También a algunos jóvenes, como Effio, Iparraguirre y García Falcón. Posiblemente vayan a ser grandes novelistas.
 

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