“Vallejo me ayuda a rechazar esta realidad"

Por Pedro Escribano
Fuente: La República, Lima 29/09/07

Para la literatura nada es imposible. Luis Freire Sarria echa mano a esa licencia y, sin más, resucita a César Vallejo de su tumba de Mont- parnasse, en París. Y no solo eso, el vate viene al Perú y se encuentra con una realidad –política, cultural– de muerte que, sin remedio, se vuelve a morir.

La novela se titula César Vallejo se aburrió de seguir muerto en París (Ed. San Marcos) y, viniendo de la pluma de Freire, naturalmente está escrita "también en clave de humor"

–Paseas a Vallejo por la realidad de nuestros días.
–Sí, lo cual me ayuda de paso para volcar mi rechazo a parte de esa realidad. Un rechazo a lo que yo llamo "cultura nacional", creo que es el mayor mal que tiene el Perú. Es decir, nuestra forma de ver el mundo, de vivir la vida. Nosotros somos lo que somos por nuestro "bagaje cultural". Yo le decía a una persona que todo peruano promedio tiene un chofer de combi en el corazón. Subes a un peruano cualquiera y se convierte en un típico chofer de combi. Somos hijos de nuestra cultura. Y nuestra cultura nos ha convertido en lo que somos. Para mal o para bien. Y Vallejo choca contra esa cultura, con esa Lima desordenada, sucia donde cada quien hace lo que le da su gana.

–La novela se convierte en una de sátira corrosiva.
-Claro, Vallejo es un poco una razón para agredir las cosas que yo veo de Lima. Más que reírme, agredir. Sobre todo de herir a toda esa cultura política tan mediocre, tan ineficaz que no ha podido conducir el Perú en más de cien años de vida republicana. Todos nos metemos cabe. A mí me daba mucha rabia cuando veía ese Parlamento de porquería que teníamos, bueno, como el que tenemos ahora, aunque, por supuesto, con algunas excepciones. Me da rabia toda esa degradación del animal político que gobierna el Perú o que pretende gobernar el Perú. Siempre ha sido un animal político de poca capacidad, pero se ha degradado este último decenio a niveles que no tienen nombre. Por ejemplo, Fujimori en complicidad con la "cultura peruana", porque él quizá no habría podido hacer lo que hizo en otro lugar.

–En la novela hay una comisión parlamentaria para investigar la desaparición del cuerpo de Vallejo que tiene muchas señales de este Parlamento.
–Sí, el Parlamento de Toledo, que era lamentable. El de hoy tiene un grado más de nivel, pero igual, es lamentable. Yo creo que dan asco, son una bolsa de populistas en buena medida, que figuretean.

–Eso del ex presidente de proponerle a Vallejo la vicepresidencia, es la banalidad criolla y aduladora.
–Aduladora, utilizadora, lo quiere manipular. Fíjate cómo el ex presidente lo propone como vicepresidente –no presidente– para levantar su propia imagen. Entonces es una manera de utilizarlo. Yo le pregunto al lector, ¿a quién no le gustaría a Vallejo como presidente? Me temo que Vallejo fracasaría terriblemente porque no creo que pudiera lidiar con esta cultura política nacional.

Un país para matarse

-¿Tu novela hay que leerla en clave de humor?
-También en clave de humor.

-Vallejo resucita, regresa al Perú y vuelve a morirse…
-Creo que se muere porque se dio cuenta de que no tenía sentido vivir acá. Vallejo, que había cifrado todas sus esperanzas en el comunismo que nacía por esa época, que tenía más de quince años de concretado en la URSS, ha desaparecido.

La actual izquierda no le puede ofrecer una salida acorde a sus principios, una izquierda dividida, entrampada en sus propias contradicciones e incapacidades. Siente que no tiene razón de estar en este Perú. En la novela no quiere transigir y decide morirse. Imagino que si Vallejo hubiera vivido en la década del 70, hubiera sido izquierdista, ¿hubiera transigido?, no lo sé.

Perfil

Luis Freire. Nació en Lima, en 1945. En 1999 ganó El cuento de las dos mil palabras con "Se comienza con la mantequilla", el 2005 el Premio de Novela Corta del BCR con El sol salía en un Chevrolet amarillo. Tiene inéditas dos novelas, El simio mefistofélico y Asalto a Jehová.