Mario Florián
Mario Florián, poeta del nuevo mundo Mario Florián, poeta del nuevo mundo

Por Danilo Sánchez Lihon
Fuente: 5 de octubre de 2006.

"¡Humanidad, como alba,
infantil, transparente!"
Mario Florián

 



1. Proeza vital

Contemplemos el siguiente escenario: una choza humilde en la cordillera abrupta y helada del norte del Perú, en las alturas de la provincia de Contumazá, en el poblado de Nanshá, departamento de Cajamarca. Es madrugada y el hielo se resquebraja bajo los pies de un niño de ojotas gastadas, apenas defendido del viento por ropas míseras, algunas parchadas de retazos diversos, los pies rajados por el frío y las manos curtidas por la tierra negra, con los ojos ya brillantes y profundos de mirar lejanías.

Es el alba y abre el redil; cuenta el ganado de su majada identificando a ovejas y cabritos. En el patio lluvioso desata vacas y pollinos que han dormido bajo una enramada de rastrojo y paja brava. Silba a sus perros y los llama por su nombre, recibe de su madre su fiambre y se despide con cálida ternura. El ambiente es gélido pero su corazón es fervoroso y vibrante.

De ese pasaje remontémonos en el tiempo varias décadas después y veamos ahora otro escenario: una casona colonial de corredores en arco, escalera de abanico de mármol de un suave tono rosa, balcones galantes y vigas labradas en cedro de Nicaragua, con medallones y ornamentos en las paredes, ubicada en el centro de la tres veces coronada ciudad de los reyes y capital del Perú, Lima. Allí un jurado calificador, solemne y erudito, discute el otorgamiento del Premio Nacional de Cultura en el área de la Literatura correspondiente al año 1977. La disputa es entre Mario Florián, aquel niño desarrapado de las punas de Cajamarca, disputando la presea palmo a palmo con el tres veces Rector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y adalid de la clase intelectual limeña de mayor abolengo, don Luis Alberto Sánchez.

Después de varios días de debates ardorosos, acompañados de polémicas en los medios de comunicación, adhesiones apasionadas y adhesiones enconadas de una y otra parte, se anuncia que el premio de aquel año era compartido entre ambos hombres de letras. Uno representa lo hondo, o cimero, pero invisible del Perú; el otro encaramado sobre lo visible junto al orden establecido que es lo que queremos y tenemos que cambiar. Precisamente en aquella ocasión Alejandro Romualdo dejó constancia de su posición escribiendo lo siguiente:
 



    "La productividad creadora de Florián evidencia la constancia ejemplar de un trabajo realizado en condiciones adversas, sin aliento, ni promociones oficiales. Pero, sobre todo, demuestra palmariamente la continuidad y el enriquecimiento de una tradición que no se agota, que tiene ilustres antecedentes en nuestros haravicus ancestrales, y, más cercanamente, en las fuentes de Mariano Melgar y César Vallejo, cuyas aguas Florián acrecienta con cristalina pureza"... "Como genuino creador, no representa grupos ni partidos. Representa una cultura: la andina; forma parte de un mundo más que de una escuela literaria; pertenece al mundo de la pobreza, de las culturas dominadas, en cuya área latinoamericana no existe un tono rural de inspiración indígena tan pura, como el del notable poeta nuestro, ni una adhesión tan fraternal hacia su prójimo campesino. Es la razón histórica de su compromiso, la que dignifica y eleva su obra".


 
José María Arguedas expresó: "Ha realizado la especie de milagro de crear poesía en la que se siente el tono de la canción popular india". Y Washington Delgado: "Mario Florián es uno de los más altos poetas del Perú contemporáneo". Antes, el mismo Luis Alberto Sánchez había afirmado: "Me atrevería a mencionar como 'hombres de letras' inobjetables al Inca Garcilaso... el Lunarejo... Clorinda Matto... Vallejo... Arguedas... Florián". Después de recibir dicho premio él continuó viviendo humilde. Murió pobre e incólume, sin cargos públicos que ostentar, como simple maestro de escuela. Eso sí laborioso y digno, luchando a favor de las causas nobles de la vida. Era de la estirpe de los héroes populares.
 

2. Poeta de la naturaleza

Quienes viven en chozas en lugares solitarios, en comunión con el viento, los cerros, las nubes y la lejanía, aprecian la naturaleza con su rica flora y fauna. Es ella la que sobresale intensamente en la obra poética de Mario Florián; uno de cuyos primeros méritos es haberse identificado y consustanciado con su mundo circundante; porque ocurre frecuentemente -y la mayoría de veces entre los intelectuales que nacen, crecen, viven y mueren- que no se identifican ni comulgan con su medio sino al contrario, buscan ambientes artificiales por el prejuicio de que consideran que nacieron para ser otros y no aquello que signa su origen y procedencia:
 



    Yo soy un pastorcito

    En este campo verde,
    donde retoza el sol,
    pastoreo mis lindas
    ovejas de blancor.

    Yo soy un pastorcito,
    yo soy un buen pastor.
    Hago salir de mi honda
    pedrusco volador.

    Al pie de mi rebaño,
    silbando una canción,
    a la majada vuelvo
    con poncho bicolor.

    Y a la majada llego
    cuando declina el sol,
    silbando, modulando
    mi pastoril canción:

    -Yo soy un pastorcito,
    pero, con mi honda, yo
    hago correr al puma,
    al zorro y al halcón...!

 


Es raro entonces, y hasta excepcional, que un poeta reivindique y se ocupe de su geografía, se posesione y goce con ella; porque nos olvidamos concientemente del entorno que nos rodea, lo rechazamos encandilándonos por mundos que especulamos como superiores, o nos sumimos en miedos y frustraciones. Volvemos las espaldas al paisaje, a su don de vida, de ofrecer y servir. Florián en cambio es un poeta de la naturaleza, la revive y anima, la recrea a su manera, está en comunión con ella, en consubstanciación con el fruto y la flor:
 


    Canción vegetal

    De las espigas,
    la más soñante
    te traeré,
    y en la kantuta
    de tus dos trenzas
    la prenderé.

    Y, ante los ojos
    de cielo y aire,
    palomitay,
    fingirás una
    planta de trigo
    florida ya.

    Sumaq espiga,
    de aroma de oro
    inundará
    tu cabellera
    y tu sonrisa
    y tu soñar.

    Espiga que habla,
    musicalmente,
    te contará
    cómo sollozo,
    y, entonces, tú
    sollozarás...
 

 
Hace de los animales su propia Arca de Noé, un zoológico de ternura, donde sus metáforas, imágenes, como los más presentes referentes son la paloma, la perdiz, el venado, el conejo, la vizcacha; como también el rocío, la lluvia, los celajes; y, en suma, el mundo telúrico, como el sentimiento y la virtud de los hombres y mujeres de consustanciarse con la tierra:
 


    Sembré la chacra
    del trigal mío
    por cosechar
    sólo una espiga
    que te perfume
    y que te adorne
    hasta expirar.

    Y ya elegida
    la espiga de oro,
    nada de nada
    me importa ya
    que sobre todos
    los llenos trigos
    caiga el helar...

    Espiga dulce,
    la dulce espiga
    de tu cantar,
    espiga dulce
    la de tu paso,
    espiga dulce
    la del trigal...

    Serás, paloma,
    la chakra de oro,
    la azul cosecha
    que tendré yo,
    cuando te sieguen
    mis puras hoces
    de corazón...

 

Y es que solo el ande puede mostrar esas flores tan leves y tenues en su hermosura que crecen al borde de los abismos, puras e inalcanzables sobre caídas de espanto, con sus colores azules, naranjas y amarillos suaves, de dos o tres pétalos, que se yerguen y sobreviven entre los abrojos y las tempestades. Esta y otras tantas presencias entona y modula Florián en su canto. Hay, por ejemplo, una hermosura bravía y hasta oscura y tenebrosa del ande que Mario Florián ha sabido captar y mostrar en sus poemas.
 


    Niebla

    ¿Por qué enamorada
    de la hermosura del cerro...?
    Trasciende a música de arpa
    tu sueño.

    Ya llegas, flor de quebradas.
    Ya subes. Ya das al cerro
    una afección incendiada
    de invierno.


Él mismo ha expresado: "Hombres y mujeres trabajaban (en el ande) al son de cantos. El don de la poesía lo he recibido de la clase ágrafa rural. Y mis poemas iniciales pretendían ser la voz de la naturaleza misma".
 

3. Poeta del amor andino

Un elemento nítido y en estado puro que transparenta la obra de Mario Florián es el amor andino, transido, sublime y níveo; que alcanza a elevarse y coronar las montañas y se hace nieve por su pureza y excelsitud:
 



    Pastorala

    Pastorala.
    Más hermosa que la luz de la nieve,
    más que la luz del agua enamorada,
    más que la luz danzando en los arco iris...
    Pastorala.
    Pastorala.

    ¿Qué labio de kukuli es más dulce,
    qué lágrima de quena más mielada
    que tu canto que cae como lluvia
    pequeña, pequeñita, sobre flores?
    Pastorala.
    Pastorala.

    ¿Qué acento de trilla-taki tan sentido,
    qué gozo de wifala tan directo
    que muden en cenizas las entrañas,
    como quema a mi pecho tu recuerdo?
    Pastorala.
    Pastorala.

    Al gavilán le dije que te quiera,
    y a zorro y a puma que amen tus ovejas.
    Y puma y gavilán y zorro, desde
    entonces, son palomas que te cercan.
    Pastorala.
    Pastorala.

    Por mirar los jardines de tu manta,
    por sostener el hilo de tu ovillo,
    por oler las manzanas de tu cara,
    por derretir tu olvido: ¡mis suspiros!
    Pastorala.
    Pastorala.

    Por amansar tus ojos, tu sonrisa,
    perdido entre la luz de tu manada,
    está mi corazón en forma de alqo,
    cuidándote, lamiéndote, llorándote...
    Pastorala.
    Pastorala.
 


¿Cómo es que el ande abrupto y marmóreo, ciclópeo y abismal produce una presencia tan dulce, tenue y frágil como es la mujer andina? ¿Cómo es que exista una nota tan sutil y tierna entre tanta fragosidad, desolación y miedo? Y de voz dulce y cristalina, "mielada" lo dice él, comparable al rocío o al pétalo de una flor nacido en un océano de rocas. Mujer que es fiel entre las fieles.

Pero es prodigioso también cómo el ande ha podido urdir y cincelar un animal de figura tan grácil y etérea que crece entre pedruscos como la vicuña, fresca, liviana y volátil, de una estampa tan distinguida, desenvuelta e incorpórea en los abruptos roquedales y en los vientos frígidos de las punas. He allí el misterio de espanto y el amor sublime de nuestras serranías. Amor tierno que hace entregar toda el alma, sin reticencias, menoscabos ni mezquindades, sin cálculos ordinarios ni pequeños. Amor panal de miel, flor del alelí, torcaza herida.
 



    ¿Tienes costumbres de ave, mi pastora...?
    Con la luz de tu edad estremecida,
    con tus ojos de luz horadadora,

    -delante de una grey balando flores-,
    has abierto un nidal, cárdena herida,
    en el maguey en flor de mis amores.

 


Es poesía de devoción, de adoración y sacrificio infinitos, de veneración consumada al ser amado. Y no hay imágenes más excelsas para describirlo que todo aquello que entraña pureza y excelsitud: la nieve y la flor para la amada, el lucero y el sol para el amado. En toda su obra está viva esa transparencia y fulge aquel resplandor de piedra preciosa. Se vivencia aquel amor completamente arrojado y que se rinde sin condiciones al otro ser; amor de renuncia plena, indefenso, dependiente y sumiso.

O se convierte viento en el ala prodigiosa de la torcaza en el paisaje sideral. Amor de la renuncia infinita, que se confunde con el destino. Amor que se evoca en los plenilunios y en las noches estrelladas. Este es el amor de toda una cultura, de todo un universo como es el mundo andino. De allí que no podemos decir la ternura en la poesía de Florián sino la ternura de la poesía andina, quechua o del ande peruano. Ternura que hace una poesía rítmica, musical, acompasada, de baile suave, de cadencia del lenguaje:
 


    Luna de poesía enamorada

    Suspendido dulzor. Elixir rubio.
    ¡Oh, panal verdadero en la enramada!

    Me sentaré a mirarte hasta que llegue
    la niña de las fuentes y el efluvio
    de los campos en flor, y tu miel pruebe.

    (Una flauta tiernísima yo tengo
    para alabar su gracia montañesa:
    melodía que trae el abolengo
    de un jarawiq antiguo de tristeza).

    Amándote con ella, como en nido
    de candela -panal- y de fragancia,
    llégate por el aire, sin ruido,
    con suavidad de pluma, y derretido,
    escancia tu dulzor en mi ansia y en tu ansia.

 

El amor andino es tal amor que también junta su arco de pasión con el nidal de la muerte; se hunde y sumerge en la pena y en la despedida. Amor que por ser tanto es casi un imposible, una herida mortal para la cual no hay cura, donde cuando se niega todo es noche y es olvido:
 



    Es una pena la mía

    pastor andando, pastor
    que modula, en su andarilla,
    no sé que acento de amor.

    Y desciende la montaña,
    y sube, pronto, el alcor:
    bufanda al cuello, y, al fondo
    del corazón, un amor...

    ¡Qué te importa la majada,
    si eres la pena, pastor,
    que anda buscando sólo una
    muerta andarilla de amor...!

 

Debe estar presente aquí, al fondo de este sentimiento muchos dolores y desgarramientos históricos que hacen que el corazón sienta así y de ese modo. Desde los mitimaes incaicos que tenían que abandonar familia y no establecer raíces, hasta el despojo de nuestra raza por el conquistador extranjero que Mario Florián ha fustigado tanto a través de su poesía.

Amor que la cultura criolla no comprende y, al contrario, maltrata y hasta zahiere, haciendo de ello membretes y clichés. Amor del mundo humilde, pobre, amenazado por el puma, donde hay una dicotomía: lo favorable que es la oveja, la majada, el rebaño, o la pazña que es la mujer andina. Y hay, del otro lado, el mundo amenazante del zorro, del puma, del atoq, del político y la autoridad oficial. Eso sí, no hay poesía erótica andina. No hay allí el amor sensual, material, devorador; aquel que hace del otro una presa, un botín o una prebenda. Aprendamos esta sabiduría del amor del sentimiento andino y de la poesía de Mario Florián que lo ha expresado con autenticidad.
 

4. El poeta de los niños

Hay otra filiación de Mario Florián y es su vocación pedagógica y didáctica o de pupitre de aula de clases, que lleva tan clavada en el alma y en las venas Mario Florián, tanto que lo canta, lo celebra y le rinde pleitesía, levantando su pecho de emoción por todo lo que es educación:
 



    Canción de la O

    Ayer, mi maestro,
    ayer, me enseñó
    a trazar la O.

    Y, anoche, temprano,
    cual pájaro ufano
    al cielo voló.

    Es para admirarse...
    Tan pícara O,
    desde mi cuaderno,
    al cielo fugó...

    -¡No es luna! ¡Es mi O!
 


 Este magisterio de Mario Florián ahora se lo desestima, y hasta se lo desprecia y denosta, cual es la ligazón que él hace de la poesía con la educación. Porque hay quienes desde posiciones esteticistas abominan esta relación. Pero cuidémonos de estas serpientes sibilinas y veamos quienes sostienen esto: son aquellos que desprecian valores, que les es muy cómodo vivir sin ellos, porque su condición no soporta que se hable de principios, de consecuencia ni coraje con los cuales hay que vivir la vida.

Asumen esa posición de descalificar la relación de poesía y educación quienes tienen como elemento vital la amoralidad, el vivir de acuerdo a sus gustos y caprichos. Asumen que basta que la poesía pretenda educar y tenga cualquier viso de relación con la virtud para motejarla de mediocre. Se olvidan de los poetas clásicos, quienes a propósito educaron con sus versos. O, en nuestro país, se olvidan de César Vallejo, quien trabajó en las aulas, educó con su poesía y lo fue esencialmente maestro. Dice Mario Florián:
 



    Venadito de los montes

    Venadito de los montes,
    por la puna correremos;
    ¡tú me lamerás la cara!
    ¡yo te acariciaré el lomo!

    Te daré agüita de mis manos,
    yuyo verde de los ríos
    -acopiado por mis manos-,
    venadito de los montes.

    Si algún día me dejaras,
    si te diera por perdido:
    ¡cómo, cuándo pastoreara
    tu memoria, venadito!

 

Incluso, desde la literatura infantil se descalifica cualquier relación de la literatura con la escuela y la educación. Es hora de salirle al paso a dicha posición, tendencia o claudicación, sosteniendo que este vínculo es fecundo y fructífero, que hay que estimar con todo énfasis una manifestación artística que hasta ahora nadie defiende como es la poesía o la literatura escolar, la poesía didáctica para niños, aquel toque infantil de pureza, de esperanza, de relación fecunda adulto-niño o de maestro-niño:
 



    El libro

    El libro es mi amigo,
    mi amigo leal.
    Siempre va conmigo;
    ¡sabe conversar!

    Me invita al descanso.
    Me invita a estudiar.
    Me lleva de la mano
    como mi papá.

    Yo adoro mi libro,
    mi libro escolar.
    Siempre va conmigo:
    ¡sabe conversar!

 

5. Ser maestro es una dimensión del ser poeta

Mario Florián ha exaltado, como es justo y necesario, el ser maestro de niños y jóvenes, porque quizá no haya enaltecimiento mayor en la vida y en la historia que el serlo de a verdad. En esa acción modesta y fecunda, que es educar, en esa consagración de poner sensibilidad, conciencia y valor para orientar la gracia de la vida, como es formar para abrazar un destino superior, está toda la grandeza del ser superior del hombre sobre la faz de la tierra.

Mario Florián estudió para ser maestro de escuela y lo fue toda su vida. Siempre tuvo muy en el centro de su ideario y de su lucha ese compromiso con el destino del hombre. Fue un docente consagrado a los niños pero también un maestro militante y combativo cuando se trataba de defender a los humillados y ofendidos. En su actuación no solo aflora el poeta y el niño sino también el ser guía y conductor de su pueblo, de ser un abanderado y profeta, como cuando exalta la labor magisterial y sus luchas:
 



    El preceptor de escuela y el mentor secundario,
    día a día, libertan -¡su rol es libertar! -
    inmensas multitudes, millones de educandos;
    les dan la libertad.

    Porque se vuelve libre quien el saber cultiva,
    porque huye de la noche y la esclavitud.
    ¡Tu palabra, Maestro, tu voz caritativa
    lo oye la Juventud

    y la Infancia! ¡Y el pueblo! Y lo escucha la Historia
    como palabra que hace nacer la perfección...
    ¡Tu palabra es divina! ¡Tu palabra es victoria
    de Civilización!

 

Él ha estado siempre ligado tanto a la poesía como a ser pedagogo, como a ser un luchador social. Se graduó de doctor en educación en la especialidad de historia en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y ha trabajado en diversas escuelas y colegios, pero en donde más labor ha realizado es en la Gran Unidad Escolar Bartolomé Herrera, a quien llama su hogar y a la cual dedicó su libro Niño del nuevo mundo, poema pedagógico, editado por esa misma casa de estudios en el año 1956, en donde exalta la hazaña y eleva el cántico de júbilo que es el acto de educar, evocando a los amautas y a todos los forjadores de la educación y de la escuela en el mundo. Oigámosle:
 



    El humilde maestro, el maestro de escuela,
    a veces en las punas, bajo la tempestad;
    a veces en los llanos y a veces en las selvas
    de verde inmensidad.

    A veces en los pueblos y a veces en los campos,
    en las riberas donde se oye mugir el mar;
    en las hondas quebradas, en los oasis anchos
    de costa ecuatorial...

 

Alguna vez asistí a una presentación del poeta Mario Florián. Fue en la Casa de la Cultura del Perú, que tenía su sede en el Jr. Ancash, en el centro de Lima. Me conmovió en aquella oportunidad la manera que tenía de leer los poemas, como lo hace un profesor de aldea, con entonación didáctica, con una modulación primaria, con un tono y mímica escolar. Muy auténtico y muy puro. Para nada había cambiado ni adulterado su alma provinciana. Quizá incluso la cultivaba a propósito, para de ese modo ofender a los acicalados intelectuales ostentosos de ser refinados.

Pero, en Mario Florián es donde brota otro ser providencial, puesto que además de cantor de la belleza y prodigalidad de la naturaleza y de la mujer amada, del niño y del maestro, en él se siente la encarnación de un representante del estado inca para trasmitir el mensaje de su reivindicación, como si los apus lo eligieran para ser educador de su pueblo. Para ello se dedicó a la antropología, a la arqueología y a la historia y produjo obras macizas como La épica incaica. Pero de este tema no hablaremos ahora.

La filiación de Mario Florián con la educación no sólo es didáctica sino social y política, lo cual le costó su puesto de profesor al ser subrogado en la huelga magisterial del año 1978. La revista Amauta informó del hecho de este modo: "Como es de dominio público, el año pasado (Mario Florián) fue merecedor del Premio Nacional de Cultura, en el área de Literatura, y como es también de conocimiento público el mes pasado junto con miles de maestros del Sutep, fue arrojado de su pupitre de profesor por la Dictadura Militar".

Alfredo Rodríguez, Miembro del Comité Nacional de Lucha del Sindicato Unitario de Trabajadores de la Educación Peruana, Sutep, dio este testimonio: "Nunca pestañó ante una responsabilidad. Siempre fue puntual en su compromiso sindical. Ya corriendo entre las bombas y las balas de la represión. Ya gritando nuestros slogans, acaso poco poéticos. Exacto en el lugar de reunión. Siempre en la primera fila del combate. Hoy, desde la prisión, me siento orgulloso de haber sido su dirigente sindical, de haber conocido a un poeta que no solo piensa y escribe sobre las luchas del pueblo, sino que es también parte de esas luchas."

Y Horacio Zevallos Gámez, el dirigente legendario del Sutep escribió: "Pareciera que los maestros hubiéramos encontrado recientemente al hermano mayor, a quien habíamos perdido hace mucho tiempo. Y digo recientemente porque el grueso de maestros sólo hoy acaba de conocer la obra y el testimonio personal del más grande de los maestros peruanos: Mario Florián..."
 

6. Poeta del pueblo y de nuestro destino

Es poesía de lucha la de Mario Florián, de compromiso social e histórico, en donde su voz se vuelve áspera, bronca y tajante. Poesía de protesta y combativa, de proclama ardorosa por defender los principios populares, la identidad nacional, lo propio y humilde, aquello que no tiene voz, ni presencia ni reconocimiento. Poesía viril, fuerte, colosal; de arenga, para ser recitada en plazas públicas, tronante, guerrera, cual si fuera pastor de truenos y tempestades.
 



    Arenga al peruano

    No te sientas pequeño, hombre común peruano,
    peruano de estos días: publica tu grandeza,
    delante de tu huésped, delante del foráneo
    que llegó, de muy lejos, a comer en tu mesa;

    que llegó, de muy lejos, a vivir en tu espacio,
    y a hablarte de su origen y a hablarte de su fuerza...
    Tú desciendes del puma. Tú desciendes del rayo.
    Y en tus músculos duerme colosal fortaleza...

    ¡No te humilles! ¡Despierta! ¡Elévate peruano!
    ¡Erígete! ¡Ya es hora...! ¡Revive tu ejercicio
    de Amansador de Mundos, de Continentes Bravos,
    de Forjador de Imperios sobre los precipicios!

    ¡Levántate, peruano! ¡Pisa, otra vez, tu tierra...!
    ¡Que el horizonte vea tu figura broncínea
    de semidiós, de cóndor...! ¡Despliega tu mirada
    y el poder de tus alas y tu aptitud antigua!

    ¡Vindícate en tu tierra...! ¡Porque estás en tu tierra
    desde hace eternidades! ¡Y tu tierra te adora!
    ¡Exprésate de nuevo! ¡Exprésate, peruano!
    ¡Sé heroicidad, destino...! ¡Levántate! ¡Ya es hora!

 

Revive en su voz lo mejor de nuestras tradiciones, esencias y valores, los grandes fastos y hechos históricos, en coherencia con lo mejor de nuestra identidad: sus mitos, sus leyendas, la vida cotidiana de los pueblos entrañables, donde él es guía, amauta y mensajero de un tiempo nuevo, donde resaltan los intereses colectivos sobre los individuales, de aquellos hombres puentes, arcos, caminos hacia la utopía, que conectan con nuestros ancestros t tierras vírgenes.

Su verso deviene y conecta con el sentir popular, sintoniza con nuestro ancestro y origen. Formó parte del movimiento de "Poetas del pueblo", del movimiento literario que asumía el nativismo poético, absolutamente conciente y decidido en lo que hacía. Nativismo que como su nombre lo indica significa en su más prístino sentido volver a nacer, ser del lugar, estar pegado a la tierra, como es el caso de don Mario Florián, aquella tierra que como ha declarado: "hizo llaga en mí".
 

7. El poeta épico

En él encarna el legendario "haravic" del incario, aquel juglar sensitivo que canta las ternezas del amor, con finura y galanura propias del espíritu indígena peruano, de una pureza y diafanidad como fueron la vida y los principios en aquella época de nuestra historia que no está perdida sino sólo enterrada y que él hace aflorar. Pero así como Florián tiene una lírica excelsa, es a la vez el adalid de una poesía épica que lo erige como un conductor y un profeta de su pueblo, al que arenga, exalta, insufla de valor; al que convoca a emprender grandes hazañas. Sin dejar de ser el haravic, el poeta de la endecha amorosa, es a su vez el poeta épico, en quien se hace carne el coraje, el valor y el heroísmo; pero mejor aún, aquel esfuerzo y afán que acontece en el plano de lo cotidiano:
 



    La humanidad en la cuesta

    ¡Oh, cuesta material...!
    Se quiebra
    el valor de las piernas
    al ganarla;
    jadea la vida
    en la garganta ...

    Debe ser sangre desvaída
    este pluvial sudor que nos empapa...

    Por esta estoica,
    por esta dura cuesta
    cuántas veces -¡látigo, destino!-,
    andaría mi padre, andaría
    mi abuelo, el padre de mi abuelo,
    -¡todo el río de mi raza! -
    hiriéndose, cayendo, quejándose...
    ¡Los árboles más viejos lo recuerda!
    ¡Los árboles más viejos lo refieren!

    -¡Pega con fuerza,
    tala,
    incendia,
    hacha mía!,
    ¡derriba,
    como árboles,
    Triunfa...!
    Así, mañana,
    no habrá árbol,
    no habrá lengua,
    que le digan a mi descendencia:
    si he caído o no he caído,
    si he llorado o no he llorado,
    si he abolido a Dios
    en esta cuesta...!

    ¡Doblados por qué pesos,
    con ojotas,
    cuán diferentes hombres,
    -mañana,
    eternamente-,

    la cuesta ascenderán...!

 

Mario Florián es volcánico y telúrico; como la naturaleza andina, que pone una pincelada sutil en una flor y exhala la huella secreta e indeleble de un aroma inencontrable, pero que azota con el estruendo, la eclosión y la vorágine de una tempestad en que rayos, truenos y oscuridad tenebrosa asolan el universo como en una conflagración cósmica:
 



    La tempestad desea sangre

    Esta noche, sin ojos, de tempestad andina,
    esta noche de cópula de relámpago y trueno,
    esta noche en que silba el granizal y llora,
    esta noche en que lanza su warak'a el estrépito,
    esta noche en que el viento atenaza a la sombra,
    esta noche de lluvia cual potro encabritado,
    ......................
    esta noche en que caen los cimientos del mundo,
    esta noche en que el grito de tierra y cielo impetra:
    -¡Hombre, víctimas quiero! ¡Quiero homenajes, sangre ...!
    ¡Es un presente el hombre muerto para la tierra ...!

 

Es vasta la producción poética de Mario Florián en donde recrea fastos guerreros, hace ingresar coros de voces, recrea las obras de los incas, la gesta civilizadora de nuestros antepasados, a tal punto que ensambladas todas sus composiciones y textos épicos sin duda tendríamos el gran canto nacional a modo de los cantos homéricos, referidos en el caso de él al imperio incaico. Al respecto, Ricardo Gonzáles Vigil expresa: "Las dos líneas del proyecto creador de Florián resultan convergentes: el pueblo peruano es, en gran proporción, la masa campesina; su pasado glorioso no es otro que el de las culturas autóctonas".
 

8. Es el Perú un país tan hermoso

-¡Duele el Perú, don Mario! ¿no?

Eso dije para disimular la amargura días antes de que él muriera y luego de reponerse, ya en su lecho, de uno de los tantos procesos de diálisis que le hacían en el Hospital del Empleado, para lo cual ayudaban algunos vecinos que envuelto en una frazada lo llevaban y traían en un taxi, pues su magra pensión de maestro no alcanzaba para pagar una ambulancia que evitara esa incomodidad y ese maltrato. Su respuesta a mi pregunta fue una larga y honda interjección que a la vez era un suspiro:

- ¡Caaaaaraaaaaajo!

Dijo, ya con el celofán de la muerte brilloso y empañando su mirada que se posó unos instantes en mí, diciendo esa expresión honda y extendiendo las aes del vocablo cuanto más pudo. Esa expresión rijosa era reconocer cuanto hay de abismo e infinito pegados a nuestros pasos. Pero luego, buscándome otra vez con la mirada, sentenció como un claro mensaje:

-¡Oye Danilo! ¡Y siendo el Perú un país tan hermoso!

Cabe con todo ello hacernos la pregunta: ¿Qué será perdurable en don Mario Florián? ¿Su lírica o su épica? ¿Su literatura para niños? ¿Su poesía de lucha por la redención del hombre? ¿Todo ello dejará de tener significado cuando el Perú alcance a solucionar sus problemas, y sea un país digno, honesto, auténtico? Al leer a Mario Florián las nuevas generaciones quizá no entiendan y se pregunten: ¿De qué hablaba este hombre? ¿Cuál será su vigencia? ¿Por qué no olvidarlo? ¿Por qué tomarlo como un ejemplo?

Porque él es un maestro de nuestra identidad, de nuestros valores primigenios, de nuestro ancestro, hasta el extremo de haber expresado y sostenido: "Yo no soy feliz / soy la eternidad de la tristeza". Hasta en esto hay valor de decirlo, porque el sistema nos ha endilgado, por todos los medios y sentidos, bajo todas las maneras y estrategias de decirnos que quien no es feliz es un fracasado, un inmoral o hasta un lastre para la sociedad.

Pero, ¿se puede ser feliz con los problemas pendientes por solucionar? ¿Con el hambre, la desocupación, la pobreza? Es importante, por eso, volver a los poetas que además de un compromiso con la belleza tienen una misión que cumplir con la verdad. No es una vergüenza declarar que no se es feliz. En verdad se postula un ideario al decir: "Soy la eternidad de la tristeza". Él se resistió siempre a recibir cualquier prebenda del exterior, e incluso a realizar cualquier viaje que significara claudicación hacia otros países. Sus viajes siempre fueron hacia lo hondo de nuestra raíz.

Tenemos en él a un hombre profundamente insertado con su origen y su ancestro. Su vida fue de una consecuencia consumada a todo lo que es nuestra raíz cultural grandiosa, noble y digna. Es un maestro adalid y paladín de peruanidad, un soldado en ese morro sagrado que es Arica, o en las faldas del cerro en la batalla de Huamachuco, porque allí como la de él se sacrificaron vidas humanas íntegras y fervorosas del Perú. Porque fue un maestro auténtico y hasta las consecuencias finales del mayor sacrificio que supone el serlo.

Quizá las palabras más conmovedoras que escuchó Mario Florián en vida fueron las que dijera Ricardo Dolorier, al ser descubierto por el público entre el numeroso contingente de maestros que se congregaron el viernes 31 de agosto del año 1979 e instado a hablar para rendir el homenaje debido al amauta en la Casona de la UNMSM del Parque Universitario. En esa oportunidad el autor del huayno "Amarillito, amarilleando", dijo estas palabras improvisadas pero que valdría esculpirlas en todos los corazones nobles y generosos de los maestros de todos los tiempos y lugares: "Poeta Mario Florián: Vivir como maestro en el Perú es un peligro, morir como maestro en el Perú es un honor".
 

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