Por Pedro Escribano
Fuente: La República, Lima 07/09/04
-Cuando no estás cerca de los libros, ¿cerca de quién estás?
-Cuando no estoy con los libros, estoy con mi bicicleta "Kon-Tiki", por ejemplo. Suelo pasear por todo el malecón, a veces hasta La Herradura.
-¿Con qué frecuencia lo haces?
-En invierno mucho menos. En verano tres veces por semana. Es decir, cuando no ejercito la imaginación, ejercito las piernas.
-¿Y sueles ponerte ropa deportiva?
-Ah, no, zapatillas viejas, nomás. Pantalón jean y lo que tenga. Si hay viento solo una bufanda. No me pongo esas cosas horribles de lycra.
-¿La bici es tu deporte favorito?
-No, no lo hago por deporte, tampoco para adelgazar. Tomo mi bicicleta para ir a mirar el mar, correr paralelo a las olas, nada más.
-¿Y te gusta trotar?
-No, más bien salgo a caminar. Con Henry, mi esposo, lo hacemos de veinte minutos a media hora todos los días. Pero tampoco lo hacemos por deporte, sino por estar juntos, sobre todo por áreas verdes. Nuestra ruta frecuente es Miguel Dasso y de paso recalamos en la librería El Virrey. Como vez, al final, regreso a los libros.
-¿Y cómo te llevas con la cocina?
-Ahí no. Allí me van a encontrar muerta, pero nunca con un mandil. Ese es el lugar donde menos tiempo trato de estar. Como somos dos, cocino rápido cosas rápidas: zapallito italiano, bistec, milanesa. Cocino solo porque tengo que hacerlo.
-Tienes un jardín. ¿Le dedicas tiempo?
-Sí, como no tengo caño, lo riego con balde. Cuando llueve me alegro mucho, me siento una agricultora con una chacra de un metro cuadrado.
-¿Y cuánto tiempo te pasas frente al televisor?
-Solo en las noches, cuando ya no jalo, después de dictar clases, corregir pruebas y leer. Veo cine en el cable. Noticieros no, solo en periódicos.
-¿Te interesa la política ?
-Me desespera. Acabo de leer Ensayo sobre la lucidez de Saramago, en donde los políticos se mandan mudar y la gente empieza a vivir feliz. Me quedé fascinada. Si eso ocurriera en el Perú...
-¿Y cómo vas en los afectos?
-Muy bien, siempre menciono a Henry.
-¿Dónde lo encontraste?
-Me encontré con él el año 86. Vivimos juntos un par de años y después nos casamos. Compartimos muchas cosas.
-¿Y qué profesión tiene él?
-Es psicólogo. Yo soy su loca favorita (risas).
-¿Alguna vez te has planteado un poema pensando que él puede leerte, digamos, desde Freud?
-No, pero qué miedo, ¿no? Cuando escribo no tengo presente eso, espero no tenerlo nunca, me inhibiría mucho.
-¿Y Rosella fuma?
-Fumaba. Ahora no. Debo confesar que a veces lo hacía a escondidas. Asocié el cigarrillo con la escritura. O sea, en la medida que prendía un cigarro se me prendía una idea (risas). Ahora lo he reemplazado con café.
-¿Eres segura de ti misma?
-Ojalá fuera. Pero no. Soy segura en la literatura, que es mi planeta. Pero sacar un pie de allí, ya no sé. Me gusta vivir en mis libros, en el mundo de las imágenes. La vida práctica, las relaciones humanas, eso se me vienen encima.
-Hablando de personas, ¿estás segura de Henry?
-Ah, sí, de él sí.
-¿Celosa también?
-Sí... (risas).
-¿De verdad?
-Pero yo no me hago proble... no hay motivos.
-¿Y si los hubiera?
-Sí, claro...
-¿Allí sí entrarías a la cocina?
-Ah, sí, allí sí vuelan cubiertos, platos (risas).
-¿Reaccionarías así, no te creo?
-No me crees...Antes, alguna vez, he hecho volar platos (risas).