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Fuente: El Comercio, Lima 07/04/07
"Los helados enredos de Ana" encabezó la semana pasada el ranking de Crisol y encanta a los pequeños lectores. Ahora Su creadora nos abre su corazón.
Muchos creen que la maternidad es el fin de la carrera profesional, pero en tu caso ha sido lo opuesto...
Me había alejado de la ficción; cuando di a luz empezó mi proceso creativo literario. Empecé a escribir cuentos para adultos, quedé finalista del premio Copé. Lo de la literatura infantil ha sido circunstancial, a mí lo que me mueve es escribir para adultos. Pero lo he disfrutado mucho, porque lo hice con mi hijo Baltazar. Él ha dibujado a la protagonista en la guarda de los libros.
¿Leías mucho de niña?
Sí, mi padre ha estado siempre muy interesado en la literatura. Su influencia ha sido fuerte. Todas las noches se sentaba en el sillón y nosotras en el suelo y nos leía versiones infantiles de "La Ilíada" y "La Odisea".
Recuerdo su biblioteca, un paraíso. ¿Tenías permiso para entrar?
Teníamos que sacar los libros con tarjeta y firmar (risas).
Uno de los ejes en tus relatos para adultos es el sentimiento de no pertenencia. ¿Tener tu propia familia lo ha atenuado?
Sí y no. En mi familia nuclear me puedo ubicar, pero nunca me siento a gusto en ningún lado. Y últimamente la vida me ha llevado por caminos inesperados, ligados a la vida y la muerte, que están separadas por una línea difícil de dibujar.
¿Tener hijos acrecienta esa sensación de precariedad?
La maternidad intensifica todos esos sentimientos.
Tus cuentos infantiles proponen una visión no idealizada de los niños. Ana, la protagonista, tiene serios problemas para controlarse...
En la literatura moderna no caben las moralejas universales. Cada niño tiene un entorno distinto. Las enseñanzas no deben estar dadas en el libro, sino los instrumentos para solucionar los problemas. En mis libros los niños, más allá del chocolate o los helados, se identifican con la debilidad de Ana, con su falta de control.
Son emociones más crudas...
Los adultos también nos descontrolamos, pero sabemos que es normal. La idea es transmitirles que no deben sentir culpa, que ya la vida les enseñará por dónde ir...
¿Crees que la vida es mejor cuando uno asume que todo es difícil y que no importa?
En los últimos años la vida me ha mostrado una cara bien fea; no espero nada. Creo que uno debe tomar los problemas como vienen, sin quejas, sin reproches. Me he convertido en una fiel creyente de que uno tiene que vivir el momento.
¿Tienes una personalidad tan adictiva como la de Ana?
No tengo muchos vicios, pero soy bastante intensa. Soy controladora, potencialmente podría ser adictiva. Con el chocolate soy totalmente adictiva. Pero he aprendido a autocontrolarme. El adulto, desgraciadamente quizás, con los años tiene que reprimirse para vivir en sociedad.
¿Escribir para niños te ha ayudado a recuperar esa libertad creadora?
Claro. Aunque es siempre un reto meterte en la estructura mental de un niño.
¿Tu esposo te apoya?
Es mi 'fan' número uno y mi crítico más acucioso. Lee tanto como yo y sabe de literatura un montón. Está en un rubro totalmente distinto, es banquero, pero siempre me empuja para que escriba, para que cree. Estamos casados desde hace ocho años.
¿Cómo ha sido el camino?
Han sido circunstancias extremas, pero hacemos una buena dupla. Todo lo que he vivido en los últimos años no lo podría haber vivido con otro. Suso es un gran compañero. Saca lo mejor de mí.
¿Qué te han enseñado tus hijos?
Me han transformado intrínsecamente. He aprendido a valorar otras cosas, a sentir de una manera distinta. Me han enseñado la capacidad inmensa que tengo para el amor, y que la vida te puede ofrecer dos caras completamente diferentes. Que en los momentos más difíciles siempre hay espacio para una sonrisa. Los niños nunca se apagan. Siempre están brillando.
El perfil
"Todo por el chocolate" fue publicado a fines del 2006 por Planeta, que acaba de lanzar "Los helados enredos de Ana". Ambos tienen encantadoras ilustraciones de Andrea Paz.
Este último libro ha sido auspiciado por Lamborgini, como parte de su campaña para promover la cultura.
Los libros son el homenaje de Julie a sus hijos Baltazar y Nicolás, quien murió el año pasado. "Todo por el chocolate" es un cuento que Julie improvisó para Baltazar.