Por Danilo Sánchez Lihon
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En aquel tiempo no conocía personalmente al maestro Luis Jaime Cisneros, pero el invitarlo por teléfono a presentar un libro mío aceptó de inmediato, gustoso y agradecido. Me dejó un sentimiento de orgullo, de gratitud y una sensación de admiración y asombro respecto al personaje con quien acababa de hablar.
Pese a la celebridad de que gozaba era llano, asequible y bondadoso. Y así fue otras veces en que concurría a diferentes actividades a las cuales le invité realizadas en locales diferentes, sea a presentar obras mías o a adherirse a algún homenaje que estábamos organizado, el último y el único al cual no llegó fue el dedicado hace pocas semanas a Georgette de Vallejo al cual no llegó pero hizo llegar una nota de adhesión escrita con su puño y letra, y la cual leímos.
Llegaba temprano, y ya sentados en la mesa de expositores, esperando al público a que llegara, mirando al principio las vigas y la bóveda de la sala siempre hacía comentarios sobre el orden de la casa, de cómo estaba hecha, de la ubicación y la amplitud de la puerta de entrada, de la estructura de su construcción, paseando sus ojos sabios por uno y otro aspecto no exterior sino interior de dicha edificación.
En la casona del ICPNA de Miraflores incluso me contó de la familia que allí había vivido, de los padres, abuelos, y de las últimas generaciones de hijos y nietos que allí se habían formado. Me di cuenta que él no vivía encerrado en los libros o textos, ni solo en las palabras dada su condición de Presidente de la Academia Peruana de la Lengua, sino inmerso en la vida; y como buen limeño en el linaje y las tradiciones, y en el registro de las familias y de las casas donde estas vivían.
Y tenía muy en los labios el recuerdo de su padre, al cual inmediatamente evocaba. La primera vez que nos conocimos lo consideré un recurso del gran comunicador que era para entrar en confianza, puesto que si alguien nos habla de su padre uno considera que esa persona ya es tu amigo. Pero después comprobé que la figura de su padre estaba en todos sus diálogos y lo acompañaba en cada paso que daba.
A este humanista conspicuo e insigne de nuestro tiempo le hice una entrevista, en octubre del año 2004, para la revista AQUÍ dirigida por Eudoro Terrones Negrete, breve por el siempre restringido espacio de las revistas. He aquí las preguntas y respuestas desarrolladas en aquella oportunidad:
Luis Jaime Cisneros, convicción de país y vocación de maestro
Entrevista de: Danilo Sánchez Lihón
Luis Jaime Cisneros, maestro egregio y venerable, viene desempeñando una labor rectora en nuestro país. Se ha consagrado a la docencia en la Pontificia Universidad Católica del Perú y es profesor invitado anualmente a desarrollar una cátedra en la Universidad de La Sorbona de París. Preside la Academia Peruana de la Lengua y ha dirigido importantes instituciones e, incluso, medios de comunicación de gran impacto y cobertura en el ámbito nacional, como el diario “El Observador”. La siguiente entrevista versa sobre el tema, siempre actual, importante y nunca suficiente, de la educación.
Luis Jaime, la crisis de la educación actual, ¿a qué factores cree usted que se debe?
A múltiples motivos. Uno de ellos a que los objetivos de la escuela ahora son competencias en el campo de las ciencias y en el área de las técnicas, ya no en el de las humanidades ni en el de las artes, como debiera de ser.
¿Esto difiere de los fines de la educación que había antes?
Los objetivos de antes eran formar ciudadanos y preparar para la vida. Actualmente el propósito es preparar candidatos para la universidad, siendo así que se entuba a toda una población para que postule a dichas instituciones con el agravante de que sólo ingresa una minoría. ¿Qué ocurre con la inmensa proporción que no logra ingresar? Sufre un desencanto, un arrasamiento y una frustración.
Y esto es muy grave.
Gravísimo. Procediendo de este modo, y en la medida en que nos hemos ido sometiendo a las tecnologías, nos hemos ido empobreciendo y pauperizando en lo que es una verdadera y genuina educación, cual es ser verdaderos y auténticos seres humanos.
Y con los maestros, ¿qué ocurre? ¿Están a la altura de sus responsabilidades para corregir esta situación?
Se ha menoscabado mucho la carrera magisterial. Ya no se es maestro por convicción y vocación, como tampoco se es policía por altruismo, abnegación y servicio, como cabe esperar. Estas actividades humanas se han masificado y deformado, las mismas que tenemos que volver a enaltecer.
Señálenos, Luis Jaime, un vicio invisible y solapado de la educación actual.
Programar la educación, hacer informes, llenar papeles. La educación no se programa, no está en un programa, se vive, se comparte, se goza o se sufre. Por ejemplo, esa cosa ingenua e ininteligible que es el currículo, los sílabos. ¿Para qué sirven? Ahora se da importancia a esas cosas triviales y efímeras. Al maestro hay que dejarlo ser maestro.
Es parte de la pretendida modernidad y tecnicismo que se quiere dar a la educación.
Y la sumisión a las convenciones. Mucho daño nos hace los alegatos de los técnicos, las modas y los prejuicios. Por ejemplo, todos quisieran seguir una carrera universitaria, tanto que si el hijo no es médico, abogado o ingeniero, hay el concepto que se ha fracasado en la vida, de que otros desempeños no tienen representatividad. Y esto alentado, incluso, desde la política oficial del Estado.
¿De qué modo estos errores se transparentan en las políticas de Estado?
Por ejemplo, las autoridades públicas convirtieron a las escuelas de ingenieros, agrónomos y normalistas, en universidades, lo cual es un desatino y un craso error. Y se siguen convirtiendo las escuelas en universidades. En las escuelas se enseña a hacer algo. Ahora se pretende hacer una Universidad de las Artes, lo cual es una aberración.
Y a nivel social, ¿qué es lo que, para usted, falla en relación a la educación?
La solvencia del hogar. Mire, hogar y escuela tienen que ser complementarios. Antes la escuela complementaba lo que se ofrecía en el hogar y viceversa. ¿En qué se ha convertido el hogar en los últimos tiempos? En el predominio de la televisión, ahora ya en todas las habitaciones de una casa. De ahí parte la crisis.
Y esto es tocar políticas generales de país. ¿Encuentra alguna contradicción entre política y educación?
Ninguna, al contrario. Desde los griegos, Sócrates para ser más preciso, fundamenta que el primer objetivo de la política es la educación; el segundo la educación, y el tercero la educación.
¿No le parece que estamos atosigados de política, Luis Jaime?
Lo que vemos ahora no es política, son negocios o comercio. La verdadera y auténtica política se preocupa por el gobierno, no por el poder. Entonces, nada más vinculado que la educación y el gobierno de un país. Pero hagamos política para gobernar y no, como ocurre ahora, para detentar, mal usar y pervertir el poder. Y para lucrar.
¿Esa deformación tiene que ver mucho también con los medios de comunicación?
En los medios es donde se refleja nuestra situación. Las únicas veces que dedican algún espacio a la educación es en las páginas policiales, cuando presentan noticias de acoso sexual, de huelgas, de toma de locales, que ahora no sólo es de parte de los estudiantes en los centros de educación superior sino en las escuelas y colegios, y también de parte los padres de familia. Los medios se devanean cuando hay un escándalo o un hecho luctuoso. Y nada para lo serio.
Sin embargo, como pueblo tenemos algunas fortalezas.
¡Cómo no! ¡Muchísimas, oiga usted!
Señale solo una, por el espacio siempre limitado en una revista impresa.
Hay muchas y valiosas. Solo por mencionar una, como muestra: somos los peruanos muy afectivos, nos apasionamos rápidamente por algo. Mi padre, por ejemplo, se entusiasmaba hasta por cosas insignificantes y, aparentemente, ridículas. ¿Y eso –le decíamos sus hijos– te entusiasma, papá? ¿Cómo te va a gustar algo así? Sí, nos respondía con plena convicción, ¡cómo no me va a gustar! ¿Acaso no les parece lindo? Ser cariñosos es una gran capacidad de nuestra gente.
Esto vale a nivel individual, pero ¿también históricamente?
Claro: esa disposición para el no rencor, que en otros pueblos es motivo de grandes tragedias. De allí que el Perú sea un pueblo sin rencores, donde no odiamos y, más bien, todo lo disculpamos, incluso a los que nos han hecho mucho daño, y nos han herido en lo más profundo. Les tratamos con cariño sincero. ¿Eso no le parece inmenso? Sino, mire también usted entre los políticos, sus rencores son hasta ingenuos. Más bien somos amigueros, fáciles para el sentimiento, lo cual es un valor extraordinario.
Y ¿llorar, por ejemplo?
Sí, llorar. Ahí tiene usted. Esto que, a veces, no se lo entiende y respecto a lo cual se es muy duro. Hasta crueles con este rasgo que es tan hondo y tan bello, cuál es la capacidad que tenemos para dejar aflorar nuestras lágrimas. César Vallejo lo hacía. No hay poeta que llore tanto en la literatura universal. Hacer escarnio de ello sería no tener alma.
¿A esto lo considera una fortaleza?
Por su puesto. ¡Cómo no! El llanto es una confesión y es más frecuente y propio de nuestra cultura, que es honda, pero a la vez tierna, suave y afectiva.
Hay, siguiendo esta vena que hemos tocado, una gran capacidad de resistencia en nuestra gente, ¿no?
¡Increíble! Sorprendente. Porque además de las tristezas y miserias que aquí se vive, se responde luego a todos los llamados de afirmación. Y el pueblo lo hace con transparencia y generosidad. Es tremendo. Es una gente linda la nuestra.
Luis Jaime, la docencia universitaria, ¿qué le ha deparado?
Muchas satisfacciones y a cada instante. Son lecciones que uno recoge cada día y en silencio. Por ejemplo, yo aprendo que en el lugar más inesperado voy a encontrar a alumnos que son mejores que yo. Totalmente. Así de cierto. Y esto reconforta el alma, nos llena de una gran fe en la vida.
Y, ¿cuál es para usted la principal virtud de los jóvenes?
Muchas. Pero para mencionar solo una muy específica: la capacidad que tienen para auto corregirse.
Relacionado a este asunto y desde su punto de vista, ¿a qué se debe que no hay líderes jóvenes?
A que la gente joven ha perdido confianza en los políticos. Y también a que se están gestando fórmulas nuevas.
Por lo que nos dice: no elegiría vivir en otro país.
Ya lo hubiera hecho. El Perú es un país que se hace querer y amar. Por decirte un rasgo: esa integridad de la gente para afrontar los problemas... es tremenda y sobrehumana...
¿Cree que el Perú superará pronto sus dificultades?
Por supuesto. Yo soy muy optimista. El Perú es un país precioso, un país muy fuerte y de muchas raíces.
¿Y en qué basa esa esperanza?
En que más del 56% de la población en el Perú son jóvenes, y ellos constituyen una fuerza arrolladora, pujante e impredecible. En cualquier momento su presencia transformará el Perú. Los grandes cambios siempre han estado vinculados a estudiantes y ellos todavía no se han manifestado con el potencial increíble que guardan.
Sin embargo, frecuentemente manifiestan mucho desencanto.
Lo cual quiere decir que sienten y piensan y esta situación no les gusta. Lo peor sería que estén conformes, que estén a gusto. Ellos están angustiados y eso indica que no les satisface nada de lo que pasa. Ellos muy pronto serán padres de familia y profesionales y van a tener que tomar decisiones.
Luis Jaime: Para terminar con algo inolvidable, ¿para usted qué es lo más valioso que tiene el Perú?
No soy amigo de las frases hechas; pero, a ver, lo más valioso aquí es la gente y, más específicamente, la creatividad de la gente. Y, al decirlo, no me refiero al ingenio que aduce tener la clase intelectual, sino a la creatividad de la gente sencilla.
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