Por Carlos M. Sotomayor
Fuente: Correo, Lima 19/06/06
De manera simultánea con la reedición de su primer libro, Cuadernos de Horacio Morell -publicado por Estruendomudo-, Eduardo Chirinos acaba de presentar en España No tengo ruiseñores en el dedo (Pretextos, 2006), su nuevo trabajo poético en el que vuelven a convivir lo reflexivo con lo lúdico.
Correo: Hay en tu poesía una impronta lúdica que la caracteriza...
Eduardo Chirinos: La poesía es el único espacio donde las reglas no están impuestas para ejercer un poder ni para lidiar con ninguna autoridad, sino para divertirse. Ahora, esta diversión ocurre en la poesía en unos términos también un poco paradójicos de soledad y solidaridad. Pero incluso cuando estás solo pactas contigo mismo; todo acto de escritura es un trato con el lenguaje. Y el lenguaje poético impone ciertas reglas con las que tú te vas a divertir, pero esa diversión ocurre en términos de una diversificación de uno mismo. Y una de esas personas, en las que te desdoblas, es un lector muy exigente.
C: Otra peculiaridad es el juego de máscaras que impones...
ECH: Lo has dicho muy bien. Un "juego de máscaras". Pero, contra lo que suele pensarse, la invención de la máscara no se produce sólo para ocultarse. Una máscara también es lo que te revela. En este doble juego que oscila entre la revelación y el ocultamiento se da la poesía.
C: En No tengo ruiseñores en el dedo se percibe, además de una reflexión sobre la existencia, una reflexión por la creación.
ECH: Sí, tal vez todo el libro pueda ser entendido como un gran arte poética. Pero el arte poética es algo que varía con el tiempo y que nos cuestiona. Entonces llega un momento después de 30 años de escribir poemas que uno se da cuenta de que pensando qué es la poesía terminas pensando quién eres tú en relación con eso.
C: Hay en este libro un diálogo con tus libros anteriores.
ECH: Bueno, tal vez tenga que ver, como en la lectura que hiciste, de preguntarse por la propia existencia y el arte poética. Para mí fue muy curioso terminar de escribir este libro al tiempo que me reconciliaba con mi primer libro (Cuadernos de Horacio Morell). El hecho de que el primer libro y el último sean simultáneos te hace mirar atrás para poder seguir adelante. Y es que a los 46 años sientes un poco de nostalgia por todas las personas que fuiste mientras escribías los distintos libros que te han ido escribiendo a ti y que han hecho que tú seas quien eres en este momento.
Reconciliación
C: Acaban de reeditar tu primer libro...
CH: Durante muchos años me negué a releer ese libro. No sé explicar por qué, pero creo que tenía que ver con el hecho de que lo sentía muy lejano. Pero lo cierto es que de alguna manera, revisando esos textos, corrigiendo las erratas, algunas palabras que durante mucho tiempo fueron como una piedrita en el zapato, y descubriendo quién era yo a los 18 años, me demostraron que tenían la cara limpia y que podían salir de nuevo a ser leídos. La gente hablaba de ese libro pero pocos lo conocían. Y mi esposa, diez años menor que yo, pertenece a esa generación que nunca había visto el libro en librerías y que conocía el libro, como tú, por fotografías.