Por Arturo Corcuera
Fuente: Peru21, Lima 22/08/07
http://www.peru21.com/p21impreso/Html/2007-08-22/imp2cultura0773654.html
Andrea Cabel lleva la herencia poética en la sangre, su padre es un conocido escritor y poeta, y varios de sus tíos están entregados a la música y a otras expresiones del arte.
Desde pequeña ha tenido acceso a los libros y contacto con la vida cultural.
Acompañaba a su madre, que es sicóloga, cuando acudía a la universidad, matriculada todavía en algunos cursos. Canta, pinta, toca guitarra y, durante un tiempo, estudió piano. Es bastante tímida, incapaz de cantar y tocar guitarra fuera de su habitación, aunque ha cantado en el coro de la iglesia. Es atleta también y ha ganado medallas en carreras de los 100 metros planos, hasta que se le reventaron los meniscos. Ha lanzado bala, jabalina y disco. Pone pasión en todos los actos de su vida. No sé si así son todos los Escorpio. "Mi cuerpo -suele decir- es muy importante, es mi fortaleza y mi alma.
No creo que el alma sea algo disgregado de mis ojos y de mi saliva. Creo que el alma es energía y necesita de la materia y se rehace constantemente". Cuando nació, sus familiares cuentan que parecía una salamandra. Se ha criado rodeada de sus cinco tías, dos tíos y su abuelo, además de su madre. Ese es todo su núcleo familiar. "A mi padre -dice- lo llegué a conocer muy tarde, a los 19 años. Sé que fui un accidente y que le causo problemas".
Muchas horas pasa Andrea sola en su casa. En una de las islas de Amanatí, en el Titicaca, pasó una temporada haciendo la vida de los lugareños, alimentándose todos los días de papas y de los pescados que ofrece el lago. Allí se sintió feliz. La primera vez que vio la lluvia sin cesar temió por la noche que pudieran las aguas rebalsar e inundar las débiles viviendas. Lee de manera compulsiva. Tiene una hermana a la que se siente ligada por la sangre y el desamparo. Recuerda sus amores de infancia, tuvo varios cuando tendría unos 13 años.
El amor fue el primer detonante del alumbramiento de su primer poema y el amor constituye una constante en su poesía doliente, llena de desgarros y soledades. Gravita la poesía en su vida y en su obra. Nada hay en la vida que se le parezca tanto a ella como su poesía. Tiene la misma mirada y la misma tristeza. Andrea señala: "A veces las letras me miran y yo les sostengo la mirada". A pesar de la transparencia de su lenguaje su poesía posee secretos celosamente guardados, con claves difíciles de descifrar. Prevalecen las palabras, sombras, gemidos, tristeza, noche, portazos, vacío, muertos, abandono, destrucción, palideces, cansancio, humo, llanto, polvo, solitario, voces que denotan pesares, niebla, infortunio.
La lectura de su poemario Las falsas actitudes del agua nos deja esa sensación de oír voces que se desvanecen, diálogos inconclusos, personajes de diluidos perfiles. "Las palabras son criaturas vivas", nos dice. Voz expectante la de Andrea, en la continuidad y en la felicidad de la poesía peruana. El poeta chileno Raúl Zurita ha dicho: "Andrea Cabel viene a confirmar, y de manera sobresaliente, el hecho de que la poesía en nuestros países, pobres, marginados, arrasados de injusticias, continúa siendo un arte profundamente vivo y la vanguardia de todas las escrituras". Yo no dudo en apostar por el porvenir poético de Andrea. Estoy seguro de que sus medallas deportivas continuarán convirtiéndose en galardones literarios.