Por Javier Agreda
Fuente: Domingo, La República, Lima 4/08/2002
Dentro del renovado interés de los escritores latinoamericanos por la novela histórica que ha sido analizado en libros de Seymour Menton y Peter Elmore ha surgido en nuestro medio una serie de nuevos narradores que han elegido ambientar sus primeras novelas en nuestro poco conocido período colonial. Así lo hicieron Fietta Jarque y Lucía Charún Illescas con Yo me perdono y Malambo, respectivamente y a ellas se suma ahora el joven escritor huancaíno Sandro Bossio (1970), quien obtuvo el primer premio del último concurso de Novela Corta del BCR por El llanto en las tinieblas (BCRP, 2002), interesante novela ambientada en el Callao de hace 300 años.
El llanto en las tinieblas es un ameno y detallado retrato de época, pero antes que nada es una historia de amor: la del solitario músico Balmes y la bella Ligia María, inteligente y culta a pesar de su condición de prostituta. El libro se estructura a partir de esta pareja, del relato de sus azarosas vidas. Balmes ha sufrido un accidente que le deformó el rostro y mantiene una estrecha amistad con un sabio bibliotecario aficionado a las teorías ocultistas. Ligia María procede de una noble familia europea, pero queda huérfana a causa de la peste, y en su desamparo llega hasta el Perú, a un instituto que no pasaba de una tercería donde doncellas y esclavas aprendían lo necesario para desempeñarse en lenocinios. Solo en el tercer y cuarto capítulo se narra el encuentro de la pareja, el amor que surge entre ellos y el breve tiempo de felicidad compartida.
El mayor logro de Bossio está en el trabajo con el lenguaje. Luis Jaime Cisneros, presidente del jurado que premió la novela, ha afirmado que en ella se recrea con pasmosa espontaneidad y con seguridad extrema, léxico y giros expresivos de los siglos XVI y XVII. A partir de ese lenguaje antiguo, se crea un cierto ritmo narrativo sumamente versátil, con elementos clásicos pero también modernos, que le otorga al autor la libertad de cambiar constantemente de temas y de registros. Así puede narrar, manteniendo la unidad y armonía del texto, tanto hechos insólitos y terribles como los episodios más íntimos y personales de las vidas de los protagonistas, incluyendo pasajes de intenso erotismo.
En las novelas de Jarque y Charún Illescas el retorno a la colonia obedecía a la búsqueda de un ambiente más propicio para sus narraciones, aún deudoras del realismo mágico. No es esa la intención de Bossio, quien ha declarado remontarse a precedentes literarios más tradicionales, como las novelas de Alejandro Dumas. A esa influencia se puede deber la presencia, en las apenas 100 páginas del libro, de una inusual cantidad de historias secundarias, con sus personajes y escenarios respectivos, las que el autor ha sabido insertar, en forma oportuna y dosificada, a lo largo de la historia principal. Así desfilan tapadas, libros prohibidos, instrumentos musicales y métodos curativos antiguos. Y hasta la Inquisición.
Tratándose de una novela primeriza, resultan inevitables ciertos problemas y defectos. En primer lugar la excesiva acumulación de sucesos extraordinarios terremotos, saqueos de piratas, persecuciones religiosas, matanzas de apestados hace que el libro en su conjunto esté en el límite de lo verosímil. A ello hay que sumar una cierta superficialidad dumasiana en el manejo de los sucesos históricos, los referentes librescos y la psicología de los personajes. Pero estos problemas de fondo son superados por los más que evidentes logros formales: la calidad de la prosa, la precisión y versatilidad en el manejo de las técnicas narrativas. Por eso El llanto en las tinieblas representa un significativo primer paso en la obra literaria de Sandro Bossio, autor joven y con largo camino por recorrer.