"No existe literatura femenina, sino literatura universal"
Por Sandro Bossio
Fuente: Ciudad Letrada Nº 9 - Julio 2001
http://www.geocities.com/ciudadletrada/9art07.html
Carmen Ollé (Lima, 1947) es una de las más notables respresentantes de la literatura peruana contemporánea. Autora de libros como Noches de adrenalina, Todo orgullo humea la noche, ¿Por qué hacen tanto ruido? y Las dos caras del deseo, Ollé brilló con luz propia en el Coloquio sobre poesía realizado en días pasados en Huancayo y se dio tiempo para conversar con nuestra revista.
- Carmen, empecemos con el tema de la literatura femenina, tan de moda en nuestros tiempos. Alberto Fuguet, el novelista chileno ha dicho que las mujeres "han caído en el vicio retórico de mirarse al espejo". ¿Qué piensas?
- Que hay una suerte de jerarquización que no le hace bien a la poesía, ni de hombres ni de mujeres. Todo esto desemboca en teorías y tesis como las del "canon occidental" que defiende el crítico más tradicionalista, Harold Bloom, para quien el punto eje que generalmente determina qué vale y qué no vale en literatura occidental es Shakespeare y no tiene para nada en cuenta la literatura oriental, tampoco considera a García Márquez porque le parece un autor repetitivo. Él mismo llama a las escritoras de los últimos tiempos "escuela de resentidas".
- Ante esta disyuntiva, hablar de la poesía escrita por mujeres como algo aislado, ¿es positivo como ideal feminista?
- Pues puede que sea así, pero creo que esto debe tener un plazo, no puede ser permanentemente separada de su tradición universal. Creo que, en el fondo, no existe una literatura propiamente femenina, sino una literatura universal con una variante: la femenina, que no es otra cosa que ver las cosas de diferente modo. Y en este campo, sostengo, existe una confrontación de dos poéticas muy claramente definidas: una de contexto confesional y vitalista, y la otra más bien abstracta, densa y de contención.
- ¿Quieres decir que la crítica es la responsable, por un lado, de separar la literatura femenina de la universal y, por otro, de categorizar los textos de las escritoras?
- La crítica ha creado peligrosas categorías, sí, como la literatura confesional, biográfica, erótica, light, programática, para darnos una visión generalmente sesgada sobre la producción literaria de las escritoras. En una mujer se ve siempre más lo privado, lo personal, lo subjetivo, y se confunde generalmente a la narradora con la autora, no se las emparenta con los escritores ni se las ubica en la tradición nacional, sino en un ghetto llamado feminismo. Cuando la crítica es paternalista, repara en lo anecdótico y no en la calidad literaria., y eso es peligroso.
- ¿A quién crees que se dirige la literatura escrita por mujeres?
- Ya lo dije, en realidad, a todos porque la literatura debe ser universal. Yo, personalmente, escribo para todos, desde una perspectiva femenina, por supuesto, pero para hombres y mujeres.
- ¿Entonces consideras sexista, algo contra lo que luchan las propias mujeres, hacer literatura estrictamente para mujeres?
-Desde el punto de vista literario no es aceptable, claro, es exclusivo, porque priva a la propia mujer del placer de la lectura libre. Sin embargo, desde el punto de vista social probablemente es justo, por el espíritu de compensación, de revancha, de reivindicación, que tiene la mujer, cuyos textos han sido rechazados, desvalorados, apartados durante siglos. Eso, aunque no lo comparta, es entendible.
-Susana Reisz, estudiosa de este fenómeno, dice que la literatura femenina tiene como característica estar escrita sólo por mujeres, para mujeres, y que es defensora de la ideología feminista. ¿No crees posible la existencia de un "escritor" que puede escribir en estas mismas condiciones?
-Mira, tu pregunta es muy interesante y hay que responderla con cuidado. Yo soy una atenta lectora de novelas y poesía de todos los géneros, desde muy pequeña, y han habido momentos en mi vida que he leído a escritores hombres que han escrito sobre mujeres y me he dicho "ahí está, esa es una literatura que debe difundirse más entre las mujeres". Tenemos ejemplos clásicos que vienen desde Flaubert o Tolstoi y alcanzan a Nabokov y García Márquez. Pero hay algo saltante: un hombre no tiene la percepción, las emociones, las sensaciones hormonales que tenemos las mujeres para poder escribir sobre temas que o bien fueron segregados a través del tiempo o escritos con buena intención pero erradamente. Desde el principio, el cuerpo está muy ligado a la escritura de mujeres, un tema muchas veces satanizado por la crítica, y la literatura de hombres casi no tiene ese registro. Y eso es justamente por las emociones que nos diferencian a los hombres y las mujeres.
- ¿Traduzco esto como que los hombres carecemos de emociones?
- No, desde luego; he dicho que las emociones de los hombres y las mujeres son completamente distintas.
- ¿Y no es verdad que la literatura femenina apunta demasiado a lo autobiográfico, a lo anecdótico y hasta al melodrama?
- Otra vez la crítica, ella le ha restado valor, el poder de la palabra, a la literatura de mujeres. Dice que éstas no tienen trabajo ficticio; pero ignoran que muchas veces la autobiografía es una empresa testimonial, denunciadora de los abusos e injusticias, rescatando las experiencias más privadas del relato, convirtiéndolo en un género subversivo y cuestionador. Es el caso de Mi vida de negro del norteamericano Richard Right o la resistencia mediante la palabra de los escritores árabes contemporáneos, que desafían el statu quo quebrando la reserva de los poetas clásicos.
- En tu caso, ¿por qué el erotismo y no la voz social?
- En primer lugar, debo decir que yo no escribo poesía erótica. Ese tipo de lírica la encontramos quizás en San Juan de la Cruz, en Sor Juana Inés de la Cruz, en El Cantar de los Cantares, pero no en lo mío; lo que yo hago es una poesía existencial a partir del cuerpo. En cuanto a la dicotomía erótico-social, debo aclarar que en esta época lo privado y lo público casi no tienen fronteras, de manera que en mi poesía refracto lo social a través del cuerno y el erotismo; la forma de amar de las personas es social, política; el modo cómo se ha negado a través de los tiempos el placer a la mujer es política pura, viene desde la era judeocristiana con la intención de reprimir su sexualidad, ni qué decir del mundo islámico donde hasta ahora se mutila el clítoris de la mujer. Por ello, creo que lo político, lo social, lo económico, lo erótico en este mundo globalizado está totalmente integrado.
- Muchos ven en tu primer libro un revanchismo, una provocación, hasta un ataque.
- Cuando escribí Noches de adrenalina no sentí que fuera provocador, no sentí que estaba rompiendo nada. Para mí fue lo más natural hablar de esas cosas.
- ¿Podemos referirnos a tus influencias?
- De eso prefiero no hablar. Eso se lo dejo a los críticos.
- Eres poeta, pero te desempeñas también como narradora. ¿En qué campo te quedas?
- Creo que uno de los defectos que la crítica más promueve en el lector, es pensar que en la literatura hay compartimientos estancos. El artista tiene toda la libertad para expresarse de mil maneras: Eielson es una muestra de ello, pues no sólo escribe poesía, sino que escribe novela y pinta. Así como él, creo que yo apunto a ser una escritora de amplio registro y dentro de mi poética, de mi obra, no cabe sólo la novela, sino también el ensayo, la novela larga. Enrique Verástegui dijo una vez, medio en serio y medio en broma, que también sueña con hacer ópera. A mí, la verdad, me atormenta que la crítica me trate como autora de un solo libro. Yo tengo tres novelas y me voy por la cuarta, pero no es que me haya pasado de la poesía a la novela, sino que tengo varios registros literarios en mi subconsciente y puedo requerir de ellos cuando lo creo oportuno.
- Finalmente, Carmen, ¿qué opinión tienes de la literatura actual?
- Mira, en este nuevo milenio, la literatura se expende por paquetes: juvenil para los menores de veinte años, étnica para los inmigrantes asiáticos, islámica para los islámicos, literatura de mujeres para mujeres y creo que también ha surgido un nuevo género, el de la literatura homosexual, que generalmente alimenta el escándalo como un excelente ingrediente para los comerciantes de libros. De ese modo asistimos a la muerte del lector ideal, que por estas razones se ha convertido en una especie de fetiche que explotan las grandes firmas comerciales; comercio puro.