Sandro Bossio
Las influencias literarias en El nombre de la rosa Las influencias literarias en El nombre de la rosa

Por Sandro Bossio
Fuente: Ciudad Letrada Nº 8 - Junio 2001
http://www.geocities.com/ciudadletrada/8art04.html

La primera edición de El nombre de la rosa (Editoriale Fabri, Milán, 1980) logró lo que pocas novelas: aglutinar favorablemente a la crítica y los lectores. Su autor, Umberto Eco (Alessandria, 1932), conocido hasta entonces sólo en los círculos académicos por sus importantes contribuciones al estudio de la semiótica, saltó repentinamente a la fama y su novela empezó a ser disputada por editoriales de todo el mundo en pos de los derechos de venta y traducción. El mismo éxito tuvo la película basada en el libro, estrenada en 1986 y dirigida por Jean Jaques Annaud, que obtuvo una fabulosa recaudación de taquilla.

Es que, en definitiva, El nombre de la rosa es una novela excepcional. Extraña mezcla -y no por ello deleznable- de novela negra, policiaca, histórica y filosófica, narra las aventuras detectivescas de dos franciscanos, fray William de Baskerville y su fiel aprendiz Adso de Melk, en una lejana abadía benedictina de la Italia medieval, donde acaecen terribles crímenes. Como buen detective, William de Baskerville va a lo largo de la trama investigando, deduciendo, descubriendo la verdad de las muertes, al tiempo, que el autor dosifica las pistas para crear la intriga que toda buena novela del género debe poseer. Pero sería mezquino reducir la historia de El nombre de la rosa a la mera trama policial, puesto que su riqueza temática es tan vasta, que bien podríamos asegurar que cada tema representa un verdadero plano de lectura. Pablo Carreño dice al respecto: "Y es que El nombre de la rosa no es sino la aplicación de su concepto de obra abierta, pues su sentido no es concluyente, sino que se puede leer tanto como una novela histórica, como una novela erudita sobre literatura, como una novela filosófica, etc., y cualquiera de esas lecturas es tan válida como las otras". Esta diversidad y opulencia de temas, sin embargo, no convierte a la novela en un mamotreto farragoso, que hubiera resultado en manos de cualquier otro escritor con menos pericia (como en el caso de Los versos satánicos de Salman Rushdie), sino todo lo contrario: un monumento épico a la literatura totalizadora.

Es notorio que este laborioso trabajo de investigación puso en manos de Eco temas y personajes novedosos, que no dudó en usar para redondear su idea. Para empezar, la más acentuada influencia de El nombre de la rosa la encontramos en las historias policiacas del maestro del género: Conan Doyle, de quien Eco tomó evidentemente la estructura del relato (adecuado suministro de indicios, pistas falsas, narración sesgada por el acompañante del detective, minuciosidad) y la personalidad de los protagonistas (resultan notorias las semejanzas de William de Baskerville con Sherlock Holmes, pues ambos "con su lógica implacable, su suave arrogancia y su carácter reservado e incorruptible, representan una exaltación del poder de la razón y una síntesis de la idiosincrasia británica", como dice Anahí Barrionuevo). Del mismo modo, el doctor Watson, inseparable de Holmes, se emparenta directamente con Adso de Melk, inseparable de William, pues ambos narran las peripecias, ya viejos, a modo de una memoria de halagadora recordación.

Otro autor que influye de Eco en Jorge Luis Borges, quien hasta encarna un rol en la novela, personificado por el malvado monje español Jorge de Burgos (nótese la similitud de nombres), ciego y erudito como el famoso argentino, quien castiga con la muerte a quienes hollan los secretos de cierto libro prohibido. Como las fascinantes narraciones de Borges. la obra de Eco esta plena de alusiones a personajes históricos, referencias de increíble sapiencia, advertencias al lector perspicaz, citas directas, latinajos, pies de página, digresiones filosóficas, discusiones teológicas, paradojas, libros, adivinanzas, leyendas y una gran cantidad de elementos que nutren el libro hasta la magnificencia. Pero lo más saltante de este influjo son tres elementos con los cuales Borges construyó toda su obra: las bibliotecas, los espejos y los laberintos, componentes en torno a los cuales giran también las acciones de El nombre de la rosa.

Si bien estas influencias son fácil de percibir, existe otra poco difundida: la del gran escritor italiano, Leonardo Sciacia, injustamente olvidado. Su novela El archivo de Egipto, si no hubiera sido publicada veinte años antes, podría pasar como un calco El nombre de la rosa no sólo por su derroche de ilustración, sino por su tinte detectivesco: en una abadía de Palermo, a fines del siglo XVIII, un fraile de apellido Vella finge traducir un códice que data de la dominación árabe cuando en realidad está abocado a elaborar un documento apócrifo que cegará más de una vida y pondrá en peligro una poderosa casta social. En ambas novelas, como si fuera poco, hay ingredientes tan comunes que causan suspicacia: muertes misteriosas, constantes remisiones a libros y tratados, citas en latín, presencia de reyes y papas, procesos intimidatorios, torturas del Santo Oficio, otros más.

Finalmente, otra de las grandes influencias que pesa sobre El nombre de la rosa, es la de las narraciones árabes clásicas, específicamente "Las mil y una noches", clarísima inspiración de Eco: el cuento del doctor Rubán. Veamos: en la novela de la abadía, tras una angustiosa búsqueda, William de Baskerville descubre que el pérfido bibliotecario Jorge de Burgos envenena las páginas de un libro desaparecido, posiblemente la Poética de Aristóteles, para matar a sus furtivos lectores: "(Guillermo) hojeó rápidamente las otras páginas, hasta que de pronto encontró resistencia, porque en la parte superior del margen lateral, y a lo largo del borde, los folios estaban pegados unos con otros. (...) Guillermo rió; parecía bastante divertido: -¡Entonces no es cierto que me consideras tan perspicaz, Jorge! Tú no lo ves, pero llevo guantes. Con este estorbo en los dedos no puedo separar un folio del otro. Tendría que quitármelos, humedecerme los dedos en la lengua, como hice esta mañana cuando leía en scriptorium y de golpe comprendí también este misterio, y debería seguir hojeando el libro así hasta que mi boca hubiera recibido la cantidad adecuada de veneno" (p. 442).

En el cuento del doctor Ruhán de Las mil y una noches, un médico cura al visir, pero éste, aleccionado por sus envidiosos consejeros, lo manda decapitar porque cree que los medicamentos que le ha recetado le acarrearán la muerte. El médico, antes de ser decapitado, obsequia al monarca un extraño oráculo en forma de libro que éste también hojea humedeciéndose los dedos en la lengua porque las páginas estaban pegadas: "Obedeció el rey, comprobando que la primera página se había pegado a la segunda, por lo que se humedeció el dedo con la lengua para volver la hoja sin dificultad, operación que repitió varias páginas más, pero todo estaba en blanco. (...) Y el rey siguió humedeciéndose el dedo para despegar las hojas, hasta que hizo efecto el veneno impregnado en las páginas del libro. En eso el rey cayó al suelo presa de horribles convulsiones" (p. 280).

Las coincidencias saltan a la vista: la curiosidad de los lectores y la forma de los asesinatos son, en este caso, las sombras que el autor árabe anónimo cernió sobre la novela de Eco. Estas semejanzas, sin embargo, no eclipsan la prodigiosa obra del italiano, la enriquecen más bien, al punto que hoy mismo millones de personas siguen celebrando la fecundidad y "originalidad" de la novela italiana más leída de los últimos tiempos.
 

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