Jorge Eduardo Benavides
El escritor del desencanto El escritor del desencanto

Por Enrique Patriau
Fuente: Domingo. Suplemento de La República, Lima 28/10/07

Su última novela "Un millón de soles", ficción que recrea la dictadura de Juan Velasco Alvarado, ha recibido auspiciosas críticas. "No es un trabajo histórico", advierte Jorge Eduardo Benavides. Su interés, más bien, ha sido reflexionar sobre el entorno de un régimen que sedujo a intelectuales, periodistas y demás civiles embarcados todos –por inocente convicción o interés subalterno– en un proyecto revolucionario que terminaría hundiéndose en sus propios vicios y arbitrariedades.

"Es el último libro que hago de este tipo. El próximo va a ser una historia de amor". Con Un millón de soles, Jorge Eduardo Benavides (Arequipa, 1964) cierra un ciclo de novelas relacionadas con el mundo político peruano iniciado con Los años inútiles, ambientada en el primer gobierno de Alan García, y El año que rompí contigo, que cuenta el instante previo a la llegada al poder del entonces enigmático Alberto Fujimori. Todo tiene su final.
 

Un millón de soles se inicia con la caída del primer gobierno de Belaúnde y la llegada al poder de Velasco. De ese periodo de dictadura, ¿qué es lo que más le llamó la atención y le dio pie para su nuevo libro?
–En realidad, la dictadura es una excusa para contar algo más interesante, que es la absoluta fragilidad emocional y social que se cierne en torno a quienes detentan el poder. En el caso concreto de la dictadura de Velasco, siempre me interesó la lenidad de los muchos intelectuales que corrieron en tropel para prestar sus servicios al dictador y a los militares. Viendo la prensa de la época uno advierte el clima patriotero y eufórico de esos años, pero sobre todo cómo quienes tenían el deber de defender sus posiciones y su dignidad, las vendieron tan fácilmente. Eso me interesó contar.

–¿Pretende retratar un periodo histórico o utiliza como punto de partida la realidad para novelar?
–No es una novela histórica. Simplemente me he valido de esa época y de aquel contexto para fabular acerca de una situación que se ve en cualquier otro contexto y en cualquier otra época. Hay un punto de fricción con la realidad, con hechos verídicos, pero no se trataba de intentar ser fiel a esta sino simplemente de usarla como elemento de propulsión para fabular.

Benavides debió nutrirse de no pocas fuentes para escribir. Y a pesar de que en las páginas de Un millón de soles circula el puñado de militares y civiles que se ubicaron detrás de las bambalinas del poder durante la primera década de los setenta, solamente dos personajes aparecen con sus nombres propios: el propio Velasco y Vladimiro Montesinos, quien fue asistente del general Edgardo Mercado Jarrín. "Montesinos parece un enemigo de Tintin, ¿no? Es un malo casi de cómic, si no fuera porque es de verdad".

–Sobre Juan Velasco hay posiciones disímiles. Aquellas que lo condenan y otras que lo ensalzan. Otros, que no colaboraron con él, le reconocen su amor por el Perú y su preocupación por los pobres. ¿Qué le sugiere un personaje como Velasco?
–Ensalzar a un dictador hablando de su amor por la patria es simplemente grotesco. Todos los dictadores aman a su patria y no vacilan en cargarse a quien no la ama. Velasco fue alguien fascinante, tal como lo describen las crónicas de la época: irascible, rencoroso, vengativo y con un terrible temor a que atentaran contra él. Pero obviamente, el mío es un personaje, no un retrato fiel. Ni lo pretende. Los dictadores son figuras históricas que perdieron cualquier vestigio de dignidad en el momento en que, por el uso prepotente e ilegal de las armas, tomaron el poder.

–Usted ha hablado de la debilidad moral de los intelectuales, periodistas y profesores universitarios que apoyaron a Velasco. Pero entre ellos hay muchos que lo hicieron por convicción. ¿Por qué no establecer una diferencia? ¿O el respaldo a una dictadura militar marca de por vida?
–Apoyar a una dictadura suele ser un impecable ejercicio de cinismo, cuando no de ingenuidad, que es la tontería más letal que uno puede cometer. Y como en todas las dictaduras, a la de Velasco la apoyaron en su mayoría cínicos e ingenuos. Pero ganaron otros: los traidores, los que robaron, medraron y aprovecharon sus cargos para satisfacer intereses personales: Y ahí hubo periodistas, sindicalistas... gente de todo oficio y profesión. Muchos militares también.

–En Un millón de soles aparece Montesinos. ¿La dictadura de Velasco funciona como un reflejo de lo que ocurrió y ocurre hoy en día en el Perú?
–En efecto, creo que es un período que tuvo, a grandes rasgos, mucho de similar con otras dictaduras, pero que al mismo tiempo representó la ilusión, la ingenuidad y el cinismo de aquellos años en que se unieron la prepotencia militar y el furor utópico de las izquierdas más casposas.
Benavides se asume políticamente como un liberal. "Protesto contra los atropellos y las injusticias y creo muy poco en el Estado". Y además despotrica de las izquierdas. "Lo malo para mí (de las izquierdas) es que comenzaron mintiendo por convicción y terminaron mintiendo por cobardía. Nunca se apearon del caballo. Como Saramago. O como ese extraordinario escritor que es García Márquez, que nunca ha condenado a Castro, una vergüenza absoluta". Pesimista a tiempo completo, desde la lejanía (16 años fuera, actual vecino de un tradicional barrio en Barcelona), mira con escepticismo al Perú, aunque afirma que "acaso está viviendo el mejor momento de toda su historia republicana".

–¿Y cómo ve al Perú ahora?
–Sé que Toledo no es santo de devoción de muchos, pero me parece que hizo un buen gobierno. Después de Belaúnde, García y Fujimori, ha sido nuestro Bill Clinton, haciendo los matices respectivos, desde luego. ¡Lo que nos podría haber tocado! Toledo fue la balsa que nos faltaba. Fue un puente. Y luego, bueno, terminé votando por García, en legítima defensa para que no salga el loco de Humala. A García lo veo mejor que antes, pero hay cosas que no han cambiado, lamentablemente. Aquí todavía no se aprende a vivir respetando al otro. Aquí te insultan, te putean de arriba a abajo. La primera vez que regresé y se me ocurrió la tontería de conducir me gritaron "¡suizo!" porque me paré en un semáforo en rojo y el de atrás casi se estrella.
 

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