Por
Fuente: María Teresa Cárdenas
Revista de Letras, El Mercurio, Chile 07/07/06
La plena conciencia de la página en blanco y el compromiso de velar por su hermano fueron momentos decisivos en la vocación de este poeta que, usando formas literarias prácticamente en desuso, encontró una voz original y sorprendente.
A pesar de los premios, a pesar de los viajes, a pesar de su sangre italiana, Carlos Germán Belli (Lima, 1927) es un hombre tímido. De esos a los que una afonía puede afectarlos súbitamente, como le ocurrió a fines de los setenta en la Universidad de Iowa, mientras participaba en el Taller de Escritores y Óscar Hahn lo invitó a dialogar frente a sus alumnos de la cátedra de poesía hispanoamericana. A la segunda postergación de la cita, Hahn le dio el ultimátum. Lo pasaría a buscar al día siguiente y no aceptaría excusas. La voz de Carlos Germán Belli se escuchó clara y despejada. Y los jóvenes agradecieron su presencia.
Treinta años después y con innumerables presentaciones y recitales en el cuerpo, prepara sin problemas a la garganta su próximo viaje a Chile para recibir el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda. Pero sigue siendo escueto en sus respuestas.
Integrante de la llamada generación limeña del 50, el autor de Oh, hada cibernética, El pie sobre el cuello y ¡Salve, Spes! es el poeta peruano más traducido, después del ineludible César Vallejo. Y no hay que olvidar que forma parte de una tradición a la que han contribuido nombres tan notables como José María Eguren, Martín Adán, Emilio Adolfo Westphalen, César Moro y Jorge Eduardo Eielson.
De su abuelo arqueólogo, Belli heredó la sangre italiana y probablemente la atracción por el pasado, aunque él mismo hace la salvedad. "En efecto, yo también hurgo en el pasado, en ciertas poéticas antiguas, pero no hago arqueología literaria, en razón de haber pasado antes por las vanguardias del siglo XX". Vanguardias que lo conectaron tempranamente con el surrealismo y que entre tanta búsqueda y experimentación lo hicieron volver la vista hacia las "hospitalarias estrofas", esas baladas y sextinas y canciones petrarquescas que otros escribieron antes que él. Vino entonces el logro de una voz y un proyecto original, tomando las formas del Siglo de Oro español y, aun más atrás, de la cultura grecolatina, para escribir sus poemas, inspirados, eso sí, por las experiencias, sentimientos y preocupaciones de un hombre en pleno siglo veinte.
De su amplia producción, iniciada en 1958 con Poemas, en las librerías chilenas sólo es posible encontrar con seguridad En las hospitalarias estrofas (2002) y Lo inapagable. Antología de poesía amorosa (2004), ambos publicados por Lom. Es de esperar que este premio, otorgado por el Consejo Nacional de la Cultura y de las Artes, provoque la curiosidad de editores y libreros. Por el momento, sí se ha dejado sentir en la vida del propio Belli. "He abandonado, imperceptiblemente, mi antigua torre de marfil, y ahora me encuentro en medio de un discurrir cotidiano diferente a nuestra habitual vida más o menos recoleta". En todo caso, considera "un honor" recibir este reconocimiento que "por añadidura lleva el nombre de Neruda, quien vivió y escribió sus libros desde el mismísimo centro de la vida".
- ¿Cómo fue su relación personal y poética con Neruda?
- Lo conocí en el vestíbulo del Hotel Crillón, en Santiago, en el año 1970, si es que no me falla la memoria. En esa oportunidad me manifestó que había leído unos textos míos en las páginas de "Amaru", que dirigía Emilio Adolfo Westphalen, lo cual me complació mucho. Cada vez que me sumerjo en su monumental obra quedo siempre cautivado por los memorables poemas de Residencia en la tierra, pese a constituir una lectura ardua por su hermetismo.
- ¿Cuáles son sus actuales simpatías y filiaciones poéticas en Hispanoamérica?
- Nunca han dejado de interesarme, aunque ya no los cultivo como antes, los experimentos fónicos, por ejemplo, los de En la masmédula, de Girondo, y los de Huidobro en Altazor. Además, temáticamente, mi simpatía se dirige a unas determinadas composiciones inspiradas por el amor familiar, la madre en este caso, como "La vida prenatal", de Enrique Molina, "Carta a mi madre", de Juan Gelman, y "Réquiem", de Díaz Casanueva, que lo he leído últimamente.
- En su poesía está presente la tradición, pero también la ruptura, ¿qué valor les da a una y otra?
- En años anteriores, pensaba exclusivamente en la importancia de la tradición clásica, pero posteriormente reconozco igual valor al espíritu de ruptura. Es la conjunción o la alianza de lo uno y lo otro aquello que me impulsa a escribir, mal o bien.
- ¿Qué representan para usted esos poetas que estuvieron antes?
- Les profeso un sentimiento de gratitud a ciertos poetas clásicos cuyos versos me han permitido cultivar las formas literarias linajudas de Occidente, como la sextina, la balada y la canción petrarquesca.
- ¿Y respecto de sus contemporáneos, como Lihn y Lastra, a quienes incluso les dedica un poema?
- En honor a la verdad, la fraternidad literaria la siento con mis contemporáneos. Con Lihn, Lastra y Hahn me une una firme amistad por encima de las artificiales fronteras geográficas y de los avatares históricos.
- ¿Qué importancia ha tenido la angustia en su creación poética?
- La angustia hace que cundan mis palabras en la página en blanco. En el pasado, la desazón hasta me hizo pensar que el acto de escribir era como un ejercicio catártico, es decir, para liberarme de las tribulaciones mediante la emoción estética.
- Y el sentido de la muerte, ¿también ha sido un estímulo?
- No ha sido un motivo central, como lo es en Hahn. La parca me ha llevado únicamente a hacer unas referencias aisladas, como cuando el sujeto poético habla de plantas o animales exóticos. Sin embargo, en los últimos tiempos, he llegado a escribir todo un poema alusivo a la muerte, impregnado tanto de humor negro como de fervor vital. A estas alturas de mi vida, he llegado a la idea de que mayor es el pavor a existir, que el pavor que suscita la muerte.
- En La resignación volcánica, de "¡Salve, Spes!" (2000), escribe "¡Que viva la resignación!" ¿No se contradice con el espíritu insatisfecho que suele atribuirse al poeta?
- Este sentimiento de resignación corresponde a ese estado de ánimo que experimentaba en los días en que escribí dichos versos. Puede ser que contradiga el congénito espíritu de rebelión del poeta, pero proviene de mi fe cristiana. Creo que más vale una idea poética, exenta del fulgor de la leyenda literaria, si ésta corresponde a la exacta realidad de uno. Los estados de ánimo son tan opuestos como la aurora y el ocaso. En este nuestro discurrir oscilante, la esperanza y la desesperación constituyen nuestra propia salsa anímica. La existencia terrena se caracteriza por marchas y contramarchas.
- "(...) los hechos o las cosas/ que el azar va poniendo puntualmente", ¿qué representa para usted el azar?
- El espíritu "naif" que llevo oculto me susurra algo en el oído, y probablemente también lo suscribiría Marc Chagall. Creo que el azar equivale al destino, el destino a los hados, y éstos constituyen la fuerza sobrenatural que obra puntual y acompasadamente en nuestras vidas.
- ¿Qué pasó con ese "hispanohablante de segunda clase" que leía y releía a los poetas clásicos del idioma?, ¿son ahora sus pares?
- No. Mis pares están en el parnaso hispanoamericano moderno. Pero quisiera, en el restante tiempo terrenal, poder escribir algo que se aproxime a los versos de Francisco de Medrano, poeta sevillano del siglo XVI, a quien no sólo leía y releía, sino que inclusive copiaba a mano sus odas y sonetos, como si su impecable dicción se me pudiera colar a través de los dedos.
- ¿Por qué le escribe un poema a Carlos Belli, su abuelo arqueólogo, quien murió antes de que usted naciera?
- Porque me conmueven infinitamente sus circunstancias personales, como es el haber dejado a sus padres y hermanos para venir a América en pos de mejores horizontes. Además, hay otras razones para recordarlo con fervor, pues concibió una singularísima teoría en cuanto al origen asiático del hombre americano; haber formado un museo con huacos nazquenses, y descubrir tempranamente semejanzas entre el arte precolombino peruano y el arte abstracto contemporáneo.
- ¿Y es su hermano el que resurge en El dioscuro inmóvil y el dioscuro andante, de "¡Salve, Spes!"?
- En Pólux encarné a mi hermano Alfonso, y en Cástor me encarné yo. Lamentablemente, el desfavorecido fue él, porque desde que llegó a este mundo era ya una persona discapacitada.
- ¿Qué importancia tuvo su hermano en el descubrimiento de su vocación?
- La existencia de mi hermano Alfonso ha sido capital en mi vida. Su trágico destino motivó que me disciplinara y, claro está, los diversos poemas que le he dedicado afinaron mi sensibilidad estética. En estos momentos percibo con claridad que he tenido dos momentos decisivos: primero, cuando adolescente, la asunción absoluta de la página en blanco, y más adelante el asumir plenamente el compromiso de velar por mi hermano. Por cierto, en esta doble tarea existencial, de por sí difícil, me ha acompañado siempre mi esposa Carmela...
- ... La "enviada del hada cibernética", ¿ha sido ella su conexión con la vida práctica?
- Ella me ha permitido conectarme con el mundo material, con esas cosas prácticas que usted menciona. E igualmente gracias a ella he ampliado y profundizado el mundo de las amistades.
- Otro tema que reaparece en "¡Salve, Spes!" es la exaltación de la sensualidad y el amor carnal. ¿Siempre vislumbró la grandeza del amor humano?
- Sí, en efecto, es la exaltación del amor humano en cuerpo y alma. Es la unión de lo espiritual y lo carnal, como vía a la Divinidad. Por ello sigo releyendo a Rubén Darío.
- ¿Qué era la naturaleza antes de descubrir sus dones ("Olvido de la naturaleza")?
- He pensado mucho en los terrenos abruptos de mi reino interior, y pasé por alto a la Madre Natura, a quien prácticamente la dejé en el tintero. Igualmente, me ha ocurrido con la música, por inclinarme hacia las artes plásticas. Por estas omisiones, he escrito un par de poemas, que son como sendos mea culpa.
- Hay poemas, como "Lo fallido", en los que reflexiona sobre la escritura misma del poema. ¿Hombre y poeta comparten la posibilidad del error?
- Creo que sí. Un verso puede resultar cojo, y un hombre igualmente. De allí mi preocupación en el acto de escribir, ya que por descuido o impericia podemos perpetrar incluso mayores desajustes estilísticos.
- En "El hablante contento", en cambio, está la alegría del poema logrado. ¿Suele sentir esa alegría?
- ¿Por qué negarlo? Me he sentido contento al escribir una sextina, que es una composición de ardua realización. Me imagino que igual debió haber estado Lihn cuando escribía sus "Sonetos del energúmeno", que es también un poema de difícil factura.
- ¿Cuál sería en esta etapa de su vida su "isla feliz"?
- Ahorita mismo sería volver a mi torre de marfil, para leer algunos libros que no he leído antes, y sobre todo escribir, porque desde hace varios meses que me encuentro enmudecido.