Por Miguel Angel Vallejo S.
Fuente: Suplemento Identidades N° 107, Diario El Peruano, Lima 08/05/06
La poesía de Carlos Germán Belli ha evolucionado en sus distintas etapas, que configuran una poética global. Sus textos entre 1970 y 1982 muestran el tránsito desde la ironía y desesperación hacia la esperanza y sensualidad.
La combinación entre modernidad y pasado, mito y ciencia, ha sido una constante en la obra de Carlos Germán Belli. De aquél deslumbrante poeta de la generación del 50, con una crítica social corrosiva y un estilo surrealista como vemos en sus primeros libros, llega a sus últimas entregas con una propuesta optimista, de influencia católica, en una experimentación que se consolidó como un universo belliano. Este sello personal de un lenguaje propio es característico de los poetas más trascendentes, por ello el merecido reconocimiento.
Pero este camino ha sido gradual y progresivo. En sus cuatro primeros títulos que salieron entre 1958 y 1966 -Poemas, ¡Oh hada cibernética!, El pie sobre el cuello y Por el monte abajo, libros que alguna vez fueron publicados como uno solo- apreciamos la búsqueda infructuosa de una sociedad más igualitaria. Un yo poético atrapado, como un personaje mítico, en el trabajo y la injusticia de la vida moderna. Espera, con ironía, que la salvación venga de una mágica tecnología que provea el tan ansiado ocio, representada en el Hada Cibernética.
En el Cielo, en la Tierra
Distinguimos un cambio en la obra publicada a partir de 1970. El discurso varía del surrealismo a la métrica clásica, como la canción petrarquisca. Ya los últimos textos de la década anterior habían mostrado sextinas (forma del Siglo de Oro español, de difícil elaboración por requerir la rima sistemática de seis versos). Sin embargo, la semiosis completa de su poesía varió en la etapa siguiente. El yo poético esta vez dirige su canto a fuerzas divinas.
El legado de la literatura clásica es también ideológico. Hay una marcada fe en un mundo celestial, al cual se puede acceder gracias a la cópula con las musas. La desazón terrena deja lugar a la sensualidad. En Sextinas y otros poemas (1970), tenemos en el poema "A la noche": "Abridme vuestras piernas / y pecho y boca y brazos para siempre... de vuestro pubis aún desconocido / para fortalecerme / con el secreto ardor de los milenios" (33).
Esto queda más expreso en Canciones y otros poemas (1979), en "Asir la forma que se va": "Es la fe en la forma, no por el riesgo del vacío, sino por el puro placer de disfrutarla. Igualmente como se adora a la Divinidad por sí misma, y aún si no existiera" (153). Es una búsqueda desinteresada que tiene fe en lo divino, no en algún futuro prometido.
El primer erotismo se hizo luego más fuerte, al punto de ser el núcleo de los textos siguientes. Javier Sologuren calificó dicha cualidad como la constante de la obra de Belli. Parafraseando una figura propia del poeta, Sologuren asegura que cada libro se nutre del anterior como un bolo alimenticio, para después convertirse en la materia del que vendrá. La recurrencia del Hada Cibernética, la diosa Filis, el Bolo Alimenticio, así como muchas expresiones que se transforman en conceptos dinámicos, es otro aspecto estilístico-semántico que conforma la poética de Belli.
Sagrada comunión
Ficha técnica:
Carlos Germán Belli. Versos reunidos (1970-1982). Lima, Instituto Nacional de Cultura, 2005
En alabanza del Bolo Alimenticio (1979), vemos explícitamente la búsqueda celestial del amor divino, propia del ideal romántico. En "Ni de cien mil humanos", leemos: "Ni de cien mil humanos yo quisiera / el recuerdo cordial cuán codiciado / ni aún de la fiera, el risco o planta... sino tan sólo el breve pensamiento de una hermosa señora me bastara" (68). Los elementos terrenos son menos valorados que los celestiales.
La comunión también existe entre la poesía y la vida. En "Boda de la pluma y la letra". Cito: "En el gabinete del gran más allá / apenas llegando a trazar de inmediato / la elegante áurea letra codiciada, / aunque como acá nuevamente en vano, / o bien al contrario, / que por ser allá nunca más esquiva" (102). El desconocimiento, la duda sobre la trascendencia de la poesía, que aparece como una creación celestial basada en los hechos terrenales, acentúa aún más la divinidad del más allá.
El poema final de Canciones y otros poemas, "Cuando el espíritu no habla por la boca", presenta la comunión entre ambos planos. El alma y la carne, lo celestial y lo terreno, logran la plenitud en la cópula: "Pues ello ocurre cuando día y noche / varón y dama se entretejen firmes / en el seno convulsivo, / sobre el vasto planeta retorciéndose". La cópula aparece como una ceremonia: "el más allá del cielo deleitoso / cuando el alma, ¡oh Dios!, por la boca no, más por el falo hablando eternamente" (210). Ambos planos, el terreno y el divino, engloban todos los tiempos y existen sólo complementándose.
La continua articulación de elementos es una combinación más entre poesía y creación (en griego son sinónimos), que se retroalimentan. Ésta es una característica que puede definir tanto la estética de Belli como la significación de su obra.
El impulso vital
El yo poético tanático de los primeros libros de Belli, híbrido y marginado que presentaba sus quejas al viento, es ahora sujeto de esperanza y posibilidad. Posee un impulso erótico que Ricardo González Vigil describiría como una sensualidad envolvente.