Sus cuatro claves de la historia peruana
Por Manuel Burga
Fuente: Caretas Nº 1625, Lima 30/06/2000
Es increíble la capacidad creativa o destructiva que tienen los escenarios históricos cuando se mira hacia el pasado o se piensa en el futuro impregnados de esta actualidad. Por eso no es nada raro percibir, o quizá simplemente intuir, que hoy el tiempo histórico parece más favorable a don Jorge Basadre, el historiador de la República, que a José Carlos Mariátegui, el fundador del socialismo peruano, por ejemplo.
Los libros de Basadre parecen aún vitales, indispensables, con una fuerza sana para explicar y entender nuestro destino histórico.
Presentar o discutir la obra de Basadre demanda una espacio mayor, no un artículo que pretende solamente recordarlo a 20 años de su muerte. Por eso me limitaré a presentarlo a través de algunas de sus claves para entender la historia peruana. Se me ocurre llamar así a esos rasgos fundamentales de nuestro proceso histórico, que Basadre decía que uno puede ignorar, conocer y aún manejar, pero no evitar.
Por eso no es nada raro que su gran tema de estudio haya sido la República. Desde su primer libro, La multitud, la ciudad y el campo en la historia del Perú (1929) hasta su Introducción a las bases documentales para la historia del Perú (1971), pasando por su monumental Historia de la República del Perú, su obra historiográfica trata de explicar y entender el Perú moderno. Su obra es inmensa, sorprendente, rica e inagotable. Sin embargo nunca estuvo libre de la incomprensión, la crítica y - a veces- del menosprecio de algunos historiadores, especialmente de mi generación, que priorizaban una historia denuncia, que negaban la inevitabilidad de lo hispano y lo criollo, que preferían la demolición de la historia, más que una historia centrípeta que buscaba la nación como centro y justificación.
Analizaré algunas de sus ideas que podemos considerarlas como claves de nuestra historia.
Primera: El Perú no es inca, ni español, ni criollo, ni mestizo, es una realidad más compleja. Para mala suerte de Basadre, su carrera como intelectual, se inició en el Oncenio de Leguía, cuando frente al autoritarismo y el derrumbe de las instituciones democráticas, había surgido con fuerza inusitada el primer indigenismo moderno que invadió todos los rincones y emociones de la vida intelectual de entonces. Por eso discrepó de Julio C. Tello, así como de los hispanistas y consideró al criollismo como mundo crepuscular, para luego afirmar que el Perú era más que todo eso.
Segunda: El Perú es un país de contrastes y de contradicciones. Un "país que en la guerra con Chile produjo un bizantino faccionalismo político y un arquetipo de hombre como Grau". Gran parte de nuestra historia, decía, la podemos entender como un debate entre las ideas de libertad y autoridad, ambas como opciones políticas contrapuestas y justificadas por la búsqueda del ansiado progreso material. Un debate entre la institucionalidad democrática, con todas sus implicancias, y los gobiernos autoritarios, que sacrifican la democracia.
Una tercera clave la expresó de la manera siguiente: La historia del Perú en el siglo XIX es una historia de oportunidades perdidas y de posibilidades no aprovechadas. Aquí tenemos que pensar fundamentalmente en su noción de Estado empírico, ineficiente, clientelista y caudillesco, para entender por qué la riqueza del guano no permitió la aplicación de políticas estatales más inteligentes y nacionales. Los problemas provienen de los avatares, las conquistas, los colonialismos que encontramos en nuestra historia, lo que no nos debe impedir -según él- mirar al futuro como posibilidad de una vida mejor.
En cuarto lugar: desde muy joven, y probablemente, en respuesta a su experiencia íntima y personal, se preguntó "¿Por qué se fundó la República?" y aquí expuso una de las claves fundamentales de la historia moderna del Perú, la idea de promesa republicana, que aparece como una emoción de todos los hombres nuevos durante las campañas independentistas en América Latina: "Hubo en ellos también algo así como una angustia metafísica que se resolvió en la esperanza de que viviendo libres cumplirían su destino colectivo. Esa angustia, que a la vez fue una esperanza, podría ser llamada la promesa".
Estas son algunas de las claves de nuestra historia, que según Basadre, no hemos sabido manejar, para que la promesa se realice íntegramente, sin exclusiones, ni privilegios, sin mengua de la libertad, sin autoritarismos ciegos, tercos y antinacionales. A pesar de nuestros conflictos, o, como él solía decir, de una "invisible guerra civil", Basadre miró la historia peruana para entender la génesis, constitución y desarrollo de la "nación peruana". La historia no como lección ejemplar, sino como memoria colectiva, y comunión, que nos involucre en un proyecto común. Por esto, la República, nacida con la Independencia, será para él la gran arquitectura administrativa y política para ensanchar la nación peruana.
Creo, finalmente, que su idea central, la búsqueda de la nación peruana, nunca fue cabalmente entendida y por eso se le criticó, acusándolo de olvidos y de omisiones. Pero ahora sabemos, gracias a la propuesta de Benedict Anderson, Comunidades Imaginadas (1983), que las naciones son artefactos culturales, más que realidades materiales, que debemos entenderlas como comunidades imaginadas, soberanas y limitadas. Basadre nunca pudo utilizar la noción de Anderson, pero sí percibió a la nación peruana desde esta perspectiva. Por eso nos habla de la multiplicidad peruana, de sus herencias diversas, de sus contradicciones, de esa sensación de futilidad de la democracia, del peligro de los autoritarismos, de los faccionalismos, que impiden que nos podamos imaginar como una comunidad nacional. La terca apuesta por el sí de don Jorge Basadre es su apuesta por la nación peruana, por una comunidad imaginada, donde prevalezcan la integración, la honestidad y el juego limpio. No hay otra manera de construir la nación, sino sanamente. La necesidad presente y futura de esta obra explica la perdurabilidad de Basadre.