Por Rubén Yaranga M.
Fuente: Variedades Nº 116, Lima 6 de abril de 2009
Ciro Alegría es considerado un autor fundamental, un escritor que marcó una ruta para la literatura de América Latina. Su obra es un referente por su narrativa intensa y profundamente humana. Aquí una semblanza del novelista.
En el niño se pone de evidencia lo que habrá de ser cuando sea un hombre hecho y derecho, salvo que el destino tuerza una vida llena de promesas o de infortunios. Esta es la historia de un pequeño nacido el 4 de noviembre de hace un siglo. El lugar: la hacienda liberteña Quilca, en Huamachuco. Su nombre: Ciro Alegría Bazán.
Una serie de hechos va a perfilar o dar forma a lo que ya se está gestando: el aprendizaje para escribir y leer se lo debe a su padre, que aprovecha recuperarse de un accidente para enseñarle los primeros rudimentos a Ciro, que tenía 6 años. Cambia de residencia, siempre eso será una constante en su inquieta existencia: la familia Alegría-Bazán va a vivir en una propiedad de Teodoro Alegría, la hacienda Marcabal, que baña las aguas del caudaloso Marañón.
A los 9 años ya está en Trujillo, estudiando la primaria en el colegio San Juan. Su vida se cruzará por poco tiempo con el profesor César Vallejo, un hombre que sigue su camino, que estará signado por la poesía. Impresionará el maestro al alumno, y este lo recordará en sus Memorias: "Aún recuerdo la sensación que me produjo su mano fría, grande y nudosa, apretando mi pequeña mano tímida y huidiza debido al azoro [...] Nunca había visto un hombre que pareciera tan triste.
Su dolor era a la vez una secreta y ostensible condición que terminó por contagiárseme". El maestro tuvo palabras de elogio para el alumno que había escrito una composición acerca de los animales de su casa. El mismo Ciro le contaría a su esposa Dora que ese fue su primer intento para ser un escritor.
El aguilucho mayor, César Vallejo, estaba augurando en este su par, un pichón de águila, que habría de volar muy alto. El primero en el cielo de la poesía, y el segundo en el firmamento de la novela. Ambos darían que hablar para bien del Perú en el mundo.
La malaria se apodera de su cuerpo por lo que debe retornar a Marcabal. Ciro prosigue sus estudios en Cajabamba, otra vez se le cruza en su camino un gran hombre: el pintor José Sabogal.
A los 16 años, vuelve a Trujillo para estudiar la secundaria. La inquietud literaria se apodera de él y comienza a escribir. Tiene en su progenitora a la persona más entusiasta. Dos años más estaría a su lado doña Herminia, en 1926 deja huérfano a Ciro. A partir de ahí, el amor por el periodismo se acentúa y funda Juventud, su primera revista. Los poemas y los relatos tienen un lugar especial en su espacio y tiempo. Las páginas de El Norte, de Antenor Orrego, y La Industria sabrán de la calidad de su palabra escrita.
1926 es también un año fundamental para Alegría: ingresa a la facultad de Letras de la Universidad Nacional de Trujillo y también se funda el partido político al que se adscribirá (APRA) y será uno de sus más fieles seguidores. Consecuente con sus nuevos principios, tiene una participación notoria en las luchas estudiantiles. La revuelta popular en Trujillo (1932) es el principio de lo que será su vida en adelante: cárcel, tortura, persecución y destierro. Nunca abjuró del aprismo.
Durante su destierro en Chile, Ciro Alegría debe tomar la pluma y hacerla trabajar para varias revistas chilenas y argentinas, la razón es la sobrevivencia.
Allí ve la luz su primera novela, La serpiente de oro (1935), con ola que ganará el premio Nascimento. La obra relata la lucha de los cholos contra las aguas torrentosas del fiero Marañón. La convivencia que tuvo con peones, indios y cholos en la hacienda Marcabal y los relatos que escuchó de boca de varios de ellos le servirían para su labor de escritor comprometido con la sociedad. El río y el hombre; el hombre y su combate contra esta criatura de la naturaleza; su vivencia en este edén y su desarraigo del mundo exterior. El escritor es ojos y oídos alertas, después manos a la pluma.
Lo malo y lo bueno siempre andan aparejados a la existencia del escritor liberteño, contrae la tuberculosis y la inspiración es su mejor visitante durante su estancia en el sanatorio: termina Los perros hambrientos y con esta novela el premio Zig Zag va a sus manos.
La miseria le muerde las entrañas y él como un moderno Prometeo le entrega el fuego de su creación: consigue una beca y durante cuatros meses se dedica a escribir El mundo es ancho y ajeno. Esta cumbre de la literatura latinoamericana, que comienza con la aparición intempestiva de una serpiente –símbolo de negro augurio– y acaba con Benito Castro acribillado por máuseres que ejecutan su descarga mortal. Presagio y el cumplimiento del fatal presagio de la lucha de los desposeídos, eso es la novela que ganó el premio de la editorial Farrar&Rinehart Company en 1941.
En lo que Ciro Alegría escribió se muestra indeleble la defensa de la integración de todo el Perú, la denuncia de las miserias y la injusticia social que padecen los más humildes, principalmente los indios. La épica está patente y latente en la lucha del indio por su subsistencia, a la cual no son ajenas la naturaleza y las tradiciones culturales peruanas.
En Puerto Rico, dicta clases de literatura hispanoamericana y su próximo destino será la caribeña Cuba. Consecuente con sus ideales de escritor y ciudadano, nunca claudica, por lo que sus colaboraciones son censuradas en el Perú. Su exilio, marcado por 23 años, termina en 1957 y el pueblo peruano lo recibe con cariño. La libertad con la que estaba siempre comprometido lo inquieta y vuelve a Cuba para juntar datos que lo lleven a escribir sobre la experiencia que se vivía allí: La revolución cubana: un testimonio personal.
Miembro de la Academia Peruana de la Lengua, tres años después, en 1963, obtiene una diputación por el departamento de La Libertad.
La muerte lo sorprende cuando era presidente de la Asociación Nacional de Escritores y Artistas el 17 de febrero de 1967. Mario Vargas Llosa expresó que El mundo es ancho y ajeno constituye el punto de partida de la narrativa moderna peruana y su autor nuestro primer novelista clásico. Dios lo apretó, pero no lo ahorcó. El mundo de Ciro Alegría, su obra literaria, no es ancho ni ajeno porque nos pertenece y su preocupación, la razón de lo escrito, merece ser leída.