Por Gonzalo Pajares Cruzado
Fuente: Peru21, Lima 22/04/08
http://www.peru21.com/p21impreso/Html/2008-04-22/imp2cultura0883543.html
En un arranque muy suyo, Fernando Ampuero nos habla de su estilo literario imitando una escena de Marlon Brando, quien era capaz de decirlo todo con un gesto. Desde su departamento, el mar ya no está en primer plano: los días nublados han llegado y la grisura de Lima casi se palpa con la mano.
El narrador presenta hoy, a las 8 p.m., en el restaurante Pescados Capitales, su última novela, Hasta que me orinen los perros (Planeta), donde relata la historia de una banda de taxistas que asalta a los borrachos que tienen la mala suerte de ser sus pasajeros. Una anécdota bastante común en la Lima gris y violenta, casi invernal, que vivimos todos los días.
Esta novela tiene como antecedente su relato Taxi Driver sin Robert De Niro.
Así es. Este cuento tuvo buena fortuna. Fue tratado bien por la crítica, fue traducido a otros idiomas, apareció en antologías hechas en Londres y en Nueva York. Basándose en él, una cineasta muy talentosa, Enrica Pérez, hizo un corto que fue premiado por Conacine y en el Festival de Columbia, donde productores de Miramax le dijeron si podía hacer un lago con la historia. Enrica se contactó conmigo para que le preparara el guión y yo le ofrecí escribirle una novela. Escribir es una cosa muy rígida, aunque reconozco que mis libros son muy audiovisuales. Soy un autor que sigue el estilo de Hemingway, que ha elegido, ex profeso, un lenguaje sencillo, a la manera de Camus, de Carver.
Entonces, su sencillez es trabajada, buscada, no es una debilidad.
No. Si usted ve mi primer libro de cuentos, Paren el mundo que acá me bajo, se aprecia al chiquillo de 19 años que lo escribió y que experimenta todas las formas comunicativas y de escritura. Pronto me di cuenta de que en la claridad y en la omisión de datos había muchas más posibilidades expresivas. A veces, cuando uno es más escueto, más persuade al lector.
¿Cómo logra la sencillez?
Trato de librarme de todos los ornatos. No estoy en contra de la literatura barroca, que no se entienda que soy un lector limitado. Todos los escritores tenemos una opción del lenguaje. Empecé como un escritor experimental y, luego, opté por la sencillez. La elegí porque creo que resulta más eficaz. Yo busco conmover al lector, emocionarlo, hacerlo reír, hacerlo soñar.
¿Usted escribe las historias que le gustaría leer?
Usted lo ha dicho de manera brillante. Un escritor es alguien que está tratando de contar historias a la medida de su gusto. Hasta que me orinen los perros es una novela sobre Lima y su gente.
Así es. Como habitante de Lima, trato de mostrar el escenario donde me de-senvuelvo, el tiempo en el que vivo. Con esta novela he completado mi 'Trilogía callejera de Lima'. Son novelas que tienen personajes muy callejeros: el cambista de dólares (Caramelo verde), una prostituta de lujo enamorada de un vendedor de enciclopedias (Puta linda) y, ahora, un contador desocupado que se hace taxista y que está casado con una mujer policía (de esas guapísimas que andan en una Harley). Sin duda, por mi oficio de periodista, soy una persona que conoce muy bien las calles de Lima y a su gente.
¿Utiliza, con excepciones, el relato corto para contar historias íntimas, personales, y la novela para ampliar su horizonte, salir a la ciudad, y contar historias rápidas, llenas de acción?
La característica que une mis libros es el ritmo. En los relatos puedo hacer una prosa más elaborada, más tersa. En las novelas, mi prosa es rápida y seca. Estas necesitan un lenguaje con brío, con mucho nervio. No me interesan aquellas que son reflexivas, que tienen un lenguaje que se duerme. Creo que la novela de ideas, por lo general, resulta un fracaso. En la metaliteratura, el psicoanálisis del escritor mata la ficción porque es demasiado invasiva y tiende a ser un regodeo. No, yo quiero contar historias de gente real que está en la calle y que la está pasando mal.