Por
Fuente: Domingo. Suplemento de La República, Lima 06/09/09
http://www.larepublica.pe/archive/all/domingo/20090906/25/node/216291/todos/1558
“Me persiguen” es el título del tercer libro de narrativa publicado por PAUL ALONSO, escritor y periodista limeño que reside en Austin, Texas, donde culmina un doctorado en comunicaciones. “Domingo” lo entrevistó tras la presentación en Lima de este conjunto de cuentos inspirados en los extravíos y la desesperanza de una generación.
–Los personajes de “Me persiguen” son desarraigados. ¿Es la impronta de Lima?
–El desarraigo es un tema central del libro y atraviesa a los personajes. Aunque los relatos están ambientados en varias ciudades del mundo, la idea de Lima –es decir, para mí la idea de la ciudad donde creciste, amaste, odiaste y te convertiste en quién eres– es un motivo recurrente. Hay lugares que nos dejan marcados por más que el resto de nuestra vida sea un tránsito constante por otros espacios. Yo escribí este libro cuando ya no vivía en Lima, y creo que por eso hay un diálogo con esta ciudad, que en realidad es cualquier ciudad donde hemos perdido algo.
–Escribes: “Hay una ciudad a la que siempre vuelvo para entender por qué corro”. ¿Volver sobre los pasos para nutrirse del pasado?
–En gran medida este libro trata sobre la memoria. Creo que esto aparece en varios niveles. Hay una memoria colectiva, los personajes y sus historias pertenecen a determinados momentos históricos y no escapan al contexto social en el que se desenvuelven. Está la memoria individual, las historias de vida que uno recopila sobre la negación o repetición del pasado. También está mi memoria, nutrida por las personas que conocí, los viajes que he hecho, las situaciones que viví, los libros y cultura que consumí. Como dice Calamaro: “Nunca me olvidé de recordar”.
–¿Cuánto de autobiográfico hay en este libro?
–Todo texto en el que hay emoción honesta tiene algo de autobiográfico. Este es un libro de ficción y creo que debería leerse como tal. Si fuera no-ficción, yo sería el primero en declararlo, porque está de moda. Pero en este libro me interesaba volver a uno de mis géneros preferidos: el cuento. Este género maravilloso que ha sido un poco abandonado, quizá porque las grandes editoriales (y los premios) están más enfocados en novelas u otro tipos de libros. El cuento tiene unas posibilidades geniales de combinar la tensión narrativa con el lirismo. Y el gran reto es armar una colección de cuentos orgánica –como un buen disco– y esa ha sido mi intención.
–Asoma en algunos cuentos cierto aliento a crónica periodística, un género que te es familiar...
–La crónica es una especie periodística con grandes posibilidades literarias. Muchos de mis autores preferidos las han explotado. Desde el veterano nuevo periodismo norteamericano de Tom Wolfe, Norman Mailer, Thompson o Capote, con una línea que llega hasta el mismo Foster Wallace y contemporáneos regionales como Daniel Alarcón, Gabriela Wiener, Juan Pablo Meneses o Leila Guerriero. Desde el New Yorker y la Rolling Stone hasta Dedomedio. Me encanta y a menudo también practico estos géneros periodísticos, pero mi libro es al revés. Es decir, en vez de que el periodismo use algunos recursos literarios y tenga compromiso con la veracidad, algunos de mis cuentos ficticios usan alientos narrativos de la crónica para contar una historia verosímil.
–¿Qué influencias reconoces en tu narrativa?
–Primero, la experiencia de vida: las mujeres que he amado, los amigos que gané, las noches que perdí, las ciudades en que me he buscado. Después están: Wilde, Vallejo, Cortázar, Bolaño, Soriano y Ribeyro por decirte arbitrariamente nombres de escritores que me persiguen. La música de trasnochados de voz ronca como Cohen, Waits, Dylan, Cash, Bunbury, Calamaro o Loquillo han sido parte de una banda sonora inevitable en mis libros. También creo que mi literatura le debe mucho al cine.
–Los noventa aparecen en tu libro. ¿Cuánto te marcó esa década de autoritarismo y de cultura combi?
–Cuando terminé de corregir las primeras versiones del libro sentí que había escrito un libro sobre los noventas a partir del 2005 y publicado en el 2009. Mi amigo Alberto Vergara que presentó “Me persiguen” en la Feria del Libro dijo que a él le parecía más un libro post-noventas, por la estética y una mirada diferente a la de los autores de esa década. Hace poco puse en boca de un personaje: “Como usted sabrá, en los noventa el mundo ya se había ido a la mierda. Fue el tiempo en que nos acostumbramos a vivir en la mierda”. Creo que ser post-noventas es una manera de decir que algo irremediable pasó en esos años y reaccionar ante eso. Ahora, mi disertación de doctorado será sobre cómo el periodismo, el entretenimiento y la cultura popular se mezclaron para sostener el discurso autoritario del fujimorismo. Imagino que esa década –en la que viví mi adolescencia y momentos intensos de mi proceso de aprendizaje– definió mucho de lo que soy y de lo que escribo.
–¿Crees que el escepticismo define a la generación de narradores que asomó a fines de los noventa?
–El escepticismo se transformó en muchos casos en cinismo, y quizá es peor, pero al menos puede ser más divertido e inteligente. Sin embargo, ahora siento que hay una reacción ante eso. Y está bueno. Por fin algunos ejercemos nuestro derecho al pataleo. La narrativa y el periodismo siempre tienen la posibilidad de incomodar al poder y a lo establecido.
–Finalmente ¿de qué o de quiénes te escapas?
–Imagino que me escapo, como todos, de mí mismo. O mejor dicho, de ciertas partes de mí que me causan conflicto. Paradójicamente, las diversas maneras de escape (viajes, literatura, aventuras, etc.) son maneras de búsqueda y tienen un ideal de aprendizaje, de conocimiento, de encontrarse a sí mismo. Al menos, esto es en un plano abstracto. Yo, personalmente, sólo me escapo de las fiestas aburridas, de las deudas y las amantes despechadas.