Por Ricardo González
Fuente: El Comercio, Lima 17 de febrero del 2011 http://elcomercio.pe/impresa/notas/leer-arguedas/20110217/714812
En casi todas las entrevistas que me han hecho con ocasión del centenario del nacimiento de José María Arguedas que estamos conmemorando este año, me han preguntado por el valor estrictamente literario (artístico, estético) que posee su narrativa (yo he insistido en mencionar, también, su admirable poesía quechua). Lo han hecho planteando si su valor sería más bien sociológico, antropológico o, en todo caso, ideológico (su originalidad dentro del indigenismo); en este punto me hacían notar la abundancia de sociólogos, antropólogos e historiadores en los actos celebratorios realizados durante el mes de enero (recordemos que nuestro escritor nació el 18 de dicho mes), y la escasa participación de creadores y críticos literarios. Y, cuando admitían el valor literario de Arguedas, no tenían claro si únicamente era importante para los estudiosos del proceso de nuestra literatura, o si poseía verdaderamente una vigencia artística perdurable, capaz de interesar a un lector actual.
El problema es que se han generalizado estereotipos inadecuados sobre el indigenismo, el realismo literario y la novela social (o política). Incluso un tema central de la escritura de Arguedas, su “pelea infernal con el idioma” buscando “quechuizar el español”, muy pocas veces (aquí destacan Alberto Escobar, Ángel Rama, William Rowe y Martin Lienhard) ha sido evaluado como una hazaña verbal de admirables resultados estéticos.
En el contexto del centenario arguediano, resulta impostergable una valoración que reconozca a Arguedas como uno de los grandes novelistas hispanoamericanos (no solo peruanos, pues) y el mejor poeta contemporáneo en lengua quechua. Al respecto, recomendamos de modo especial “Las novelas de José María Arguedas (una incursión en lo inarticulado)” de José Alberto Portugal, un libro que tiene como eje la opción arguediana por la novela y la concepción novelística que desplegó –en un proceso dinámico, experimental– de novela en novela, ofreciendo la visión de conjunto más matizada y consistente de la narrativa de Arguedas que conozcamos.
Subraya la conciencia con que Arguedas optó por la novela debido a su potencial único para adentrarse en la dinámica histórico-social. En el artículo “Discusión de la narración peruana”, sostuvo claramente: “No es este un tema (el de la migración andina a las ciudades costeñas) para las ciencias sociales, es de los novelistas, los únicos que podrán penetrar hasta la médula, hasta la más honda intimidad de su raíz y de su proceso, y nos lo mostrarán vivo, palpitante, tal cual es en lo que tienen de externo y de misterioso” (citado en la p. 72).
Un aporte mayúsculo de Portugal es que no se queda en examinar la “quechuización del español” iniciada en “Agua” y “Yawar fiesta”, y llevada a la madurez artística en “Los ríos profundos”; sino que prueba cómo, a partir de “El Sexto” (en conexión con textos contemporáneos suyos: el poema a Túpac Amaru, el cuento “La agonía de Rasu-Ñiti” y el proyecto en gestación de “Todas las sangres”), Arguedas se consagró a la plasmación de “un nuevo lenguaje narrativo” en pos de ”una nueva épica” (la de los migrantes andinos), hasta estallar en el hervor vanguardista, actualísimo, de “El zorro de arriba y el zorro de abajo”:
“Propongo ver estas novelas (…) en su condición de conjunciones de discursos, esto es, como exploraciones del lenguaje social de su tiempo, como investigación de las distintas modulaciones de ese lenguaje que corresponden a actualizaciones marcadas por clase, cultura, ideología política, tal y como se perciben en un particular marco de valoración construido a partir de sus interacciones” (p. 311).